Breve poema al Callao

Atardecer en Cantolao
                                                                  Atardecer en Cantolao

El mar, en esta plácida playa

del Callao, con sus barcas y

sus aves, con su cielo y

con su sol, me hace recordar

un ayer que fue feliz y

me anuncia un mañana que será

mucho mejor.

Cuántas veces me arrullaste con la

música de tus ondas.

Cuántas veces refrescaste mi piel y

dejaste en mis labios ese

sabor a sal que aún perdura,

a pesar del paso de los años.

Mar inmenso, mar alegre, mar soberbio,

mar terrible, mar amable y cadencioso.

Que tus brisas te conserven por

siempre en mi memoria y que

en tus profundidades, hasta el fin

de los tiempos, descansen mis cenizas.

Juan Luis Herrera Miranda

(Arequipa 1942)

 

CHALACOS NACIDOS Y CHALACOS ADOPTIVOS

Semblanza de un chalaco adoptivo

Ricardo Arturo Pajuelo García

(1939-2012)

Fuente: Revista “Bodas de Oro Profesionales, Promocion de Oficiales PIP Mártir José Olaya Balandra”

“Felices son los misericordiosos, puesto que a ellos se les mostrara misericordia” El Sermón del Monte. Mateo 5, versículo 7. Traducción del Nuevo Testamento de las Santas Escrituras.

Muchos fueron tocados por la generosidad de Choco Pajuelo; hombre dispuesto a ayudar a los necesitados, especialmente misericordioso fue cuando laboró en la Dirección de Personal.

Su madrecita, la señora doña Pilar era chalaca, por eso su apego al Callao, y más aún cuando lo conocí en abril de 1958. Compartíamos la cama camarote asignada en nuestro dormitorio (cuadra) al ingresar a la EO de la ENIP, sucesivamente: # 22 Ricardo A. Pajuelo García, # 23 Federico P. Arrarte Rodríguez, # 24 Edgard Rendón Rivadeneyra y #25 David Llanos Rodríguez. Recuerdo que fuimos 100 postulantes los que aprobamos los exámenes de ingreso.

Luego de cuatro años de estudios egresamos como Oficiales PIP en este orden de mérito: # 6 Edgard Rendón Rivadeneyra, # 9 David Llanos Rodríguez, # 12 Ricardo Pajuelo García y # 15 Federico P. Arrarte Rodríguez. Nos graduamos 89 de los mencionados 100 ingresantes.

En las olimpiadas internas de 1958, siendo cadetes del Primer Año ganamos la posta 4×100 … Corrimos así: Victor Paz Lagos (4); Ricardo Pajuelo García (9); y yo, quien estas líneas escribe, con el número cinco (5); remataba los últimos 100 metros Roberto Puente Ortega (11), que también ganó la distancia de 100 metros planos individuales. De allí su apodo de “campeón”. En la foto nuestros primeros instructores: Julio Pacheco y Demetrio Recalde Oropeza.

Fuente: Revista“Bodas de Oro Profesionales, Promoción de Oficiales PIP Mártir José Olaya Balandra”

Ricardo, Víctor y yo seguimos con el atletismo, de tal manera que llegado el momento representamos a la ENIP en las Olimpiadas de 1960; en la Posta 4×100 quedamos delante de la Guardia Civil (GC) y de la Guardia Republicana (GR). En otro torneo la ENIP representó al Distrito de La Victoria, y ganamos la Interdistrital de Lima.

El atletismo, correr y correr, desafiándose a uno mismo era una satisfacción y placer a tal punto que algunos sábados, antes que se instalara las Marchas de Campaña con el Capitán EP Hernán Astete Ugarte, dependiendo éstas del Oficial de Día, salía el Batallón de Cadetes a las 06.00 horas o nuestra Compañía a ejercitarse saliendo de la Av. México para pronto arribar a la Carretera Central, a trote alineados y en formación con buen ritmo. Recuerdo muy bien al Comisario 1ero (equivalente a Capitán PNP), don Juan Valer Pancorvo, hombre alto, fornido y de buen carácter; muy motivador y definitivamente orgulloso de ser Instructor y guía de nosotros, incentivándonos constantemente en buenos términos.

En una ocasión encontramos al lado de la carretera un caballo moribundo posiblemente atropellado por un vehículo. Ante tan lastimoso suceso, y no habiendo ya ningún otro trámite para aliviarle el dolor, el señor Valer terminó con el sufrimiento de esa noble bestia desenfundando su arma de reglamento y disparándole dos tiros a la cabeza. Nunca se me borró tan patética escena.

Estando yo en la ciudad de Puno como Comisario Superior PIP (Mayor PNP), en uno de nuestros viajes de regreso de la cercana Juliaca, nos encontramos con una bestia mal herida y moribunda en medio de la carretera, a cuyo alrededor la gente discutía. Naturalmente que presente se hallaban el chofer del taxi, que había atropellado al animal, y el dueño del mismo, determinando responsabilidades. Recordando la experiencia antes referida, les hice notar que la noble bestia estaba sufriendo, y que lo mejor era terminar con tan grave e irreversible padecimiento. Acto seguido saqué mi revolver S&W 38, y deposite dos plomos en la cabeza del animal. Dejé al grupo en llanto y discusiones cuidándome bien en arrastrar fuera de la carretera antes, entre todos, al animal, a fin de evitar cualquier futuro accidente. Era noche.

El señor don Juan Valer Pancorvo fue nuestro Jefe de Compañía. Su hijo, el Coronel EP don Juan Valer Sandoval fue el Jefe de la misión que rescató a los rehenes de la residencia del Embajador del Japón en Lima, en aquellos luctuosos sucesos que se remontan al 22 de abril de 1997. Habiendo conocido las dotes profesionales del Señor Valer, puedo imaginarme el sentido del deber que habría inculcado, y sin duda infundió en sus hijos.

Ricardo y yo, siendo cadetes del cuarto año (Técnicos), hicimos nuestras prácticas policiales en la Comisaria del Rímac. Allí también tuvimos un par de intervenciones exitosas que daban ya una pauta de nuestras dotes de investigadores criminales. En una de ellas hubimos de visitar las precarias viviendas a las orillas del Río Rímac, donde habitaban renombradas brujas y hechiceras, embaucadoras todas, quienes recibían visitas de clientes en busca de pociones para diferentes fines. Una de ellas, entre muchas pócimas prescribía medicinas para malestares consecuencias de hechizos. Fue algo siniestra y sobrecogedora, pero llena de sorpresas, aquella investigación… A la luz de una vela o velas prendidas, aquellas magas, como en espeluznante cuento de brujas, mal y precariamente vestidas, malolientes en toda su vivienda y alrededores, nos recibieron con mucha tranquilidad. En realidad tanto ellas como nosotros sabíamos que no había mucho que hacer a no ser detenerlas, arrestarlas, y documentarlas por si las cosas iban para mayor, posiblemente para atestado de proceso investigatorio e incoación de causa judicial, como era preciso actuar en casos de atentados contra la vida, el cuerpo y la salud.

Era verdaderamente invalorable la experiencia de ver todo eso y mucho más. En cierta ocasión, por ejemplo, recuerdo que encontramos la fotografía de un conocido por ambos, por Ricardo y por mí, penetrada con agujas y alfileres, foto parada delate de una vela encendida y rodeada de pequeñas ramas, imagen que estaba tornándose amarilla y pálida. El susodicho fue advertido de nuestro hallazgo más no del lugar de la casucha de la vidente. Muy posiblemente conocía él quién fue la fatal que encargó tal encantamiento o hechizo.

Choco y yo trabajamos juntos en la Escuela del CINPIP; él en calidad de secretario del Sr. don Carlos Colfer Sánchez, Director; yo, como Oficial Instructor. Mi compadre Choco (así nos tratábamos), me escribió desde Cerro de Pasco y me pidió sacarlo de allí justo cuando llegaba el Sr. don Carlos Colfer Sánchez. El Sr. Purichini, Jefe del Batallón de Cadetes, fue encomendado con la tarea de buscar y traer un buen secretario para la Dirección. Choco era la persona idónea y, por lo tanto, fue llamado y asignado a ese puesto de responsabilidad.

Fuente: Archivo Personal

De izquierda a derecha: Fico Arrarte, el Sr. Purichini y Choco Pajuelo

Ricardo estuvo clasificado en el campo de investigación criminal y laboró como encubierto durante cuatro meses en EEUU (Arizona y New México), frontera con Méjico, en el trabajo de campo de una beca auspiciada por la DEA.

Choco y yo, junto con David y otros compañeros muy apegados a nuestro núcleo, frecuentábamos nuestras casas. La casa de Choco quedaba en la calle Ilo, transversal a la Av. Tacna. Allí siempre con mucho cariño nos esperaba su santa madrecita, que fue eximia y maravillosa cocinera, esmerándose en platos como caucau, carapulca, y otros de los más sabrosos que siempre estuvieron a la orden.

También conocí a su padre, el señor don Arturo, que era Inspector en la Compañía de Tranvías, en la línea del recorrido de Lima al Callao. Esto me trae recuerdos de mi niñez cuando mi propio padre terminaba argumentando, y muy cerca de irse a los puños como buen trabajador del muelle, con los inspectores en los tranvías exigiendo que pague pasaje por mí. Mi padre argumentaba con entera razón que yo era menor de edad, lo que significaba suficiente motivo para que se armara la trifulca. Usualmente tomábamos el tranvía para ir al viejo Estadio Nacional, el de madera, a ver al Tabaco, al Sucre, al Ciclista o al Alianza Lima y, naturalmente, cuando jugaba el Boys o el Atlético Chalaco, equipo este último que era el nuestro. Felizmente que el papá de Choco nunca se cruzó con mi papá en esas ni en otras circunstancias.

Choco y yo frecuentábamos las casas de David, quien por entonces vivía en Chacra Ríos; la de Jorge Nieburh, la de Roberto Alcántara, en cada una de ellas nuestras madrecitas siempre nos recibieron con el corazón abierto y las ollas bien llenas.

Nuestra casa en Zepita 365, allá en El Callao, era frecuentada también. Mi santa madrecita nunca se olvidaba de los nombres de mis compañeros y amigos: el “Flaco” Llanos o Pichuchanga (hasta ahora no sé porque David repetía ese nombre); “Choco” Pajuelo; “Zapatón” Nieburh; “Cholo” Alcántara; “Loco” Paz Lagos; “Coco” Ortega, y otros tantos etcéteras.

Ricardo Arturo Pajuelo García exalumno guadalupano al igual que otro compañero mío, Juan Carneiro Rodríguez, fueron también Hermanos de la cuadrilla 18 del Señor de los Milagros en Lima, Perú, cuadrilla que desde su fundación en 1960 albergaba entre sus hermanos a personal de la PIP. Agrego que D. Víctor Werner Escajadillo, Inspector General PIP, con quien trabaje en la División de Extranjería, fue Capataz durante 10 años de esta misma agrupación, funciones que se extendieron desde 1976 hasta 1986.

Fuente: Internet, Blog “18 Cuadrilla de la Hermandad del Señor de los Milagros, Lima-Perú”

Ricardo es el tercero contando de izquierda a derecha.

Choco Pajuelo debió ser General PNP pero se lo impidieron mezquindades propias de grandes organizaciones, donde existen y obstruyen intereses de toda naturaleza. Fue, pues, invitado a retirarse de Coronel PNP. En su retiro fundó una Compañía de Seguridad -San Antonio de Padua-, en la que dedicó conocimientos, entusiasmo y vida hasta que otro mezquino personaje, al parecer su contador, lo desfalcó y fugándose a la Argentina llevose todo su capital. Choco nunca se recuperó de estas pérdidas, de estos tristes sucesos ocurridos en su vida.

Sé de muchos compañeros a los que he conversado para que pasen por alto hechos que ya no podrían cambiarse. Recordémoslo siempre con la misma intensidad como estudiaba y corría, actuando como atleta y futbolista, con esa misma intensidad buscó y prodigó justicia para sí y para los demás. Ahora mis oraciones siempre llevan su nombre y el nombre de David también. Permítanme, por lo tanto, rendirle a Ricardo Arturo este homenaje a un chalaco adoptivo que fue mi amigo. Su esposa Norma, compañera de toda su vida sabe de esto.

Y a ti, apreciado lector, gracias por leer mis recuerdos y homenajes a seres humanos que tuve la dicha de hacerlos parte de mi vida. Nacimos en la ENIP en abril de 1958 y serán por siempre mis compañeros, camaradas de quienes he estado y estaré orgulloso mientras yo exista en este mundo.

Federico P. Arrarte Rodríguez

Canadá

Don Alejandro

De las panaderías de mi barrio de Libertad o de su cercanía, muy especialmente me acuerdo de la de don Alejandro, que estuvo, precisamente, en la esquina con Necochea. Había otra entre Bolívar y Montezuma, perteneciente a un chino matusalénico llegado al Perú a finales del siglo XlX; y una tercera, en la Calle Miller: Leticia, a la que ya me referí en otra narración. Entre Paita y Bolivia La Taormina lucía su letrero que la acreditaba de tal – La Taormina-. No fue una panadería sino más bien una tienda donde la dueña hacía y vendía cocaditas, camotillo, frejol colado, mazamorra morada, arroz con leche, leche vinagre, champús y exquisiteces similares, así como otros tantos establecimientos. En éste también había asientos por si el cliente deseaba consumir en el mismo lugar. Se ingresaba por Bolivia a ambiente donde había dispuestas tres o cuatro mesitas redondas, con tablero de mármol y armazón de metal, a la que se acomodaban parejas. Al frente de la puerta, sala con mesitas de por medio, estaba el mostrador-vitrina. Hacia la pared colindante con la Calle Paita topábase con aparato refrigerador de dos metros de largo por uno de anchura y uno de altura, macizo, de color amarillo, donde en grandes letras azules aparecía la misma palabra del letrero: TAORMINA, del que salían chupetes, helados, pibes en cucurucho de papel-cartón blanco, vasitos de crema, adoquines de leche, bombones, sánguches, esquimos, sorbetes, granizados y otras muchas delicias para fruición de chicos y grandes de los alrededores.

La propietaria fue una señorita cuyo nombre nunca supe – la llamábamos la Señorita, sin asomo peyorativo –, muy simpática la dama, de tupida cabellera negra, larga y medio ondulada, que superaba los hombros y le llegaba hasta las espaldas, más todavía, hasta la cintura; quebradita ella, de cuerpo que debió haber sido admiradísimo por los chalacos de dos generaciones anteriores a la nuestra, y que andando el tiempo, ya en la edad más que madura, para acompañar sus solitarios días se casó con un caballero a quien el barrio bautizó como Legañita. Legañita o Legañoso iba a cumplir los mandados y encargos de su consorte, como el de comprar ron de quemar en el estanco de la Calle Salaverry – allí donde ahora está el local del gremio de trabajadores portuarios –, que quedaba y queda contiguo al actual negocio de nuestro amigo Víctor Zapata, casi para llegar a la Calle Lima. Luego de hecha la cola y adquirido el líquido inflamable (que a algunos servía para incendiarles las entrañas), en las mañanitas o tardecitas tibias del Callao, echábase Legañita en uno de los bancos rojizos jaspeados de la Plazuela Gálvez – o Dos de Mayo, que con ambos nombres se conoce al mismo lugar –, y allí como alma de Dios, bostezaba, se estiraba un poco para luego acurrucarse, trancaba párpados y tan encogido como le era posible dormía su parcito de horas vestido con su habitual ternito color roedor casero. Su banco preferido era el que estaba al frente del Salón del Reino de los Testigos de Jehová.

Restaurado de los agotamientos por tan larga caminata y de la gravísima responsabilidad de la compra de medio litro de ron de quemar, descansado por el cansancio de descansar, regresaba a La Taormina de su señora esposa. Desapareciendo sucesivamente Legañita y la Señorita, La Taormina pasó a otras manos, éstas de tendencias chinganescas, quedando convertida en semibar o semicantina o semichingana, con una rocola que dejaba escuchar discos de canciones lacrimosas e implorantes, de amores desgraciados –de pasiones, delirios y deliquios que pudieron ser y nunca fueron–, aparato de lo más escandaloso y bullanguero que ha habido por esos términos:

Adiós, ya me quedo sin ti

Y al fin, para qué más vivir

Sin ti no podré más luchar

Sin ti, ¿para qué resistir? …

– – – – – – – – – – – – –

Devuélveme el rosario de mi madre

y quédate con todo lo demás …

– – – – – – – – – – – – –

Tú tan alto y yo tan bajo

Tú tan rica y yo tan pobre

Rico sólo en sentimientos

Todo un mundo nos separa

Por dos distintos senderos …

– – – – – – – – – – – – – – –

Tú me desprecias por ser vagabundo

y mi destino es vivir así …

– – – – – – – – – – – – – –

Yo la quería, patita

era la gila más buenamoza del callejón …

– – – – – – – – – – – – – – –

Yo sin ti

Nada soy, nada soy, nada soy …

– – – – – – – – – – – – – – – –

Todas, pues, canciones melosas, pegajosas, autoflagelantes, dulzonas y ayayeras. Regresemos a don Alejandro …

Persona ocasional
                          Persona ocasional

Fuente: Foto tomada de internet

… Que era un señor en toda la extensión de la palabra. No podría precisar desde cuándo administraba su negocio que, como dije al principio, quedaba en la esquina de Libertad y Necochea, con puertas grandes de metal a ambas calles, que se abrían enrollándolas hacia arriba. Esta esquina de Necochea poseía otros tres afamadísimos establecimientos comerciales, dos de ellos simbiosis de tienda de abastos y pulpería: de un chino, que quedaba al frente de la puerta de Necochea; y de un japonés, en el vértice diagonal, siendo este sitio punto cotidiano de reunión de personajes muy vestidos de blanco, muy de pantalones de raya impecable, muy con camisas de colores caribeños y tropicales; muy adornados ellos de relojes, de esclavas, de pulseras y de cadenas de oro que debieron de haberles caído como maná del cielo, o producto de arduos esfuerzos si laborioso trabajo fuera aplanar esquinas. Había también carbonería frente por frente de la puerta de Libertad, carbonería que tenía entrada por la misma calle Necochea y le hacía competencia a la del señor Garcés, de quien alguna vez he ya hablé en El Carbonero.

Panificadores en plena tarea
                                                                 Panificadores en plena tarea

Fuente: Foto ocasional tomada de internet

La Panadería de don Alejandro –así se le conocía–, era establecimiento pulcro, de amplia sala de entrada, a la que se ingresaba, como dejé explicado, tanto por Libertad como por Necochea. El suelo era de losetas blancas y negras, como el de logia masónica, donde fungía de Venerable Maestro el mismísimo don Alejandro, con su mandil níveo impecable de Aprendiz, siempre atento, siempre servicial, solícito y cortés, detrás del mostrador con superficie alabastrina, que tenía la figura de una L, con exactitud de ángulo recto, parte del cual lo componían vitrinas donde exhibíanse lo mismo que en otros negocios: exquisitos bizcochuelos, camotillos, cocaditas, budines, y leche vinagre bañada en miel de hojas de higo -como en La Taormina-, cuya fórmula sólo él, don Alejandro, dominaba. Los panes de agua –que por entonces empezaban ya a denominárseles elegantemente pan francés–, de yema, de manteca, toletes, petipanes, chancays, etc., exponíanse a espaldas del vendedor y de frente a los clientes, en unos casilleros de madera de algo más de un metro de largo por otro tanto de abertura, compartimentos divididos por tabiques también de madera, de una pulgada de espesor. Hacia la derecha de los parroquianos y usuarios de cada día se hallaba la puerta de ingreso a la trastienda, donde se leudaba la masa, la que en forma de pelotitas depositadas sobre tablas de madera amarronadas por intimidad con altas temperaturas, cocíase en hornos que echaban llamaradas susceptibles de parangonarse con las lenguas de fuego del reino mefistofélico. Era cosa de pasar entre las 05.00 y las 06.00 de la mañana, o a mediodía, o entre 5.00 y 6.00 de la tarde para percibir la suavidad de los olores, la ternura de las fragancias, las gratísimas caricias emanadas de las esencias de las masas y de los efluvios provenientes de aquellas divinas tahonas de don Alejandro, que levantaban el espíritu al más depresivo y abrían el apetito al anoréxico crónico.

Horno en ignición
                   Horno en ignición

Fuente: Foto ocasional tomada de internet

Don Alejandro no superaba el metro con 65 centímetros de estatura ni los 50 años de edad. Era hombre de tez blanco-rosada y complexión regular. Frente despejada de filósofo le embellecía cara y coronaba cabeza, en cuya cúspide los cabellos no exuberaban pero tampoco eran demasiado ralos. Sus ojos destellaban sosegada energía detrás de anteojos también blancos, de metal, sin molduras. Era hombre de hablar pausado y comedido, de facciones de pensador antiguo, erudito en cosas chalacas, quien jamás viera yo que acaparara la conversación sino que daba espacio para que sus consumidores y relacionados expresasen sus ideas.

Cuando casualmente se encontraban en la calle discurrían diálogos como:

¡Qué alegría de verlo, señor don Alejandro!

Igual para mí, señora doña Augustita. Cuénteme cómo se encuentra … Con frecuencia veo a su hijo, quien compra pan tempranito –decía mirándome–, pero a usted se le ve poco.

Efectivamente – le respondía mi madre. … Usted sabe, señor don Alejandro, cuán ocupada está una con las tareas y responsabilidades diarias, caseras, hogareñas … Todo esfuerzo y sacrificio son buenos con tal que sea en pro de nuestros hijos, de las futuras generaciones de nuestro Callao

Sí, señora doña Augusta, tiene usted mucha razón: llegará el día en que dejemos la posta a quienes ahora son niños y jóvenes, y nuestro Callao logrará nuevos adelantos, más auge, más florecimiento y prosperidad, que es lo que todos deseamos.

Dicho esto o pensamientos similares, se despedían deseándose mucha salud y bienestar.

Los días, pues, discurrían sin grandes altibajos, y los sucesos acaecidos fuera de rutina se convertían en tema de varias jornadas, hasta que una nueva ocurrencia desplazaba a la anterior.

En cierta ocasión mi mamá y don Alejandro se encontraron en la Calle Lima:

– ¿Cómo está usted, don Alejandro? … ¿Qué novedades? … Le pregunto porque veo cierto movimiento inusual en su panadería

Así es señora doña Augustita,… No sé si se habrá enterado que ya dejo este negocio,… Lo he traspasado y yo me voy a Buenos Aires

– ¿A Buenos Aires? … ¡Qué lejos se nos va usted, señor don Alejandro! … ¡Es una pena escuchar de su mudanza …!

Así es señora, pero uno pues no es ya tan joven y queremos descansar, aunque quizás en Buenos Aires abra otro negocito más pequeño y tranquilo.

Intercambiaron noticias varias en breve coloquio y se despidieron.

Quinta cuadra de la Calle Libertad del Callao.
 Quinta cuadra de la Calle Libertad del Callao.

La esquina inmediata anterior, que no vemos porque está a nuestras espaldas, es la de Libertad y Necochea

Fuente: Foto tomada de internet

Aquellos eran los tiempos que quien podía se las arrancaba para la Argentina. Estados Unidos aún no despertaba gran interés, y Europa, se reconstruía después de la cruenta y destructiva conflagración de la primera mitad del decenio de los cuarenta.

Pasaron años, no sé cuántos, y no volví a ver a don Alejandro. Lo hacía yo por Corrientes 348, segundo piso ascensor; o por el Barrio de la Boca convertido en todo un Chieee, o ganando su guita como propietario de algún kiosko o tendejoncito cerca del Cementerio de La Chacarita, allí donde está enterrado el Zorzal Crioyyyo Carlitos Gardel.

Como otras veces he referido, solía acompañar a mi mamá cuando iba al mercado. Me gustaba mucho acompañarla en sus compras y escuchar lo que departía con sus caserachos, con sus proveedores consuetudinarios, habituales. Me gustaba ver los puestos de abastos, con sus morros y costalillos de frejoles, garbanzos, pallares, menestras, papaseca y demás artículos de todo tipo para consumo familiar; el maíz y el trigo, afrecho, vitaovo y conchuelas para fortalecer gallinas y a sus respectivos gallos, que mi mamá les daba mezclados con lechuga. Me gustaba caminar por los pasadizos y corredores de esa manzana enmarcada por las calles Lima, Saloom, Cockrane y Colón. Me gustaba el bullicio de comparadores y vendedores; la disposición por especialidades que había en el mercado: lencerías, sastrerías, locerías, relojerías, florerías, joyerías; zapaterías, entre éstas las que realizaban calzado de la celebérrima y reputadísima marca Collazo; de la carnicerías, pescaderías, gallinerías, etc. Hablando de esta últimas diré que trataba de mirar para otro lado cuando ejecutaban en masa a gallos y gallinas, los mismos que, sin que estuvieran completamente difuntos eran sumergidos en un ollón de agua hirviendo y desplumados en tiempo record. Acto seguido, de manera casi mecánica, por el orificio anal les introducían manguerita sujeta a inflador de bicicleta y los engordaban con mero aire y/o líquido elemento para que más pesaran, antes de colgarlos del cogote en los ganchos para exhibirlos frente a los consumidores. Casos hubo -doy testimonio firme de ello- en que a falta de inflador mecánico el problema se resolvía por los fuelles pulmonares del gallicida, pues el verdugo ponía sus propios labios en la cloaca del plumífero.

En cierta oportunidad, salidos que hubimos de la Plaza, nos dimos cara a cara con don Alejandro. Era el mismo, sólo que con quince o veinte años más sobre sus hombros. Siempre atento, siempre educadito, siempre intelectual y reflexivo, siempre circunspecto, siempre modesto y reservado. Nada altanero, pedante, hinchado, hiperególatra ni vanidosillo. Puse especial cuidado por escucharlo, por si hubiera cambiado de acento, de dejo en el habla, de entonación, y fricativando consonantes las arrastrara alargando ahora las eellliyyes, eyyyes y los yyyos, como los porteñitos bonaerenses. Después de haber sido panificador y panadero en El Callao, ¿qué de raro hubiera que nos regresara panudo de Buenos Aires? Pero no: estaba igualito, dentro de lo habitual: conducíase con perfecta normalidad.

Don Alejandro y mi mamá dedicaron unos minutos en intercambiar noticias, y luego se despidieron. Al despedimos, aproveché para preguntarle:

Oye, mami, ¿No se había ido don Alejandro a la Argentina? … Hacía años que no lo veía … Quizás haya venido de visita al Callao, ¿no? … Seguramente vendrá hecho un maestro de tangos de salón y de milongas arrabaleras …

– ¿A la Argentina? … ¿Por qué a la Argentina?

Claro,… Me acuerdo que hace años él mismo te comunicó que traspasaba su panadería para irse a Buenos Aires, y yo me imaginé que se convertiría en rioplatense.

¡No!: él no se refirió a la capital de Argentina sino a la Avenida Buenos Aires, aquí nomás, entre la Calle Colón y Apurímac, cerca de la Mar Brava … Ay, Pupo, ¡Qué pazguato y caído del níspero eres! … ¡Qué mollera la tuya! … ¿Dónde tienes la cabeza? … ¿¡Qué tienes por sesos!? … ¡Siempre tú en la Luna de Paita!

Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

Ricardo E. Mateo Durand

Tartu – Estonia (UE)

El Callao – Perú.

 

 

Un Rito de Familia

Yo que soy el cuarto en la familia que lleva el nombre de mi bisabuelo Miguel Arroyo Berna, aquél que allá por 1920 reparaba en su astillero en Chucuito (El Callao), los Clíppers cansados de alta borda, con tablas de cedro traídas desde Nicaragua, quien siempre cumplía la palabra empeñada y sabía ser buen amigo también en las malas.

Barco velero ClípperBarco velero Clípper
Fuente: internet

 Era una tarde de octubre del 2011. Desde el balcón de la casa familiar en La Punta, frente al Club Regatas Unión, un velero estaba siendo reparado en la playa y, mirándolo con el antiguo catalejo del abuelo vi que en su popa llevaba escrito con letras blancas grandes ”La Gaviota”. La embarcación tenía quilla y estampa muy marineras. Mi padre se sonrió viéndome mirar el velero, y me dijo:

– Te voy a contar un rito de familia.

Mi padre, Miguel Arroyo Rizo Patrón, comenzó a contarme de esta manera:

– Era diciembre de 1960 y a la salida del Colegio San José, que por entonces quedaba en la calle Paz Soldán, frente al Castillo del Real Felipe, me recogió mi padre Miguel Arroyo Huanira, que venía de guayabera blanca, pantalón de dril y zapatillas, y una sonrisa de domingo.

Luego me llevo a nuestra casa de Bolognesi, en La Punta, para que me cambiara en buzo deportivo de colegio, y zapatilla de dril. Vestidos así nos fuimos al Club de Regatas Unión y en su muelle abordamos “La Gaviota “, velero que con mucho entusiasmo había comprado ese año mi padre y donde solía sacarme a navegar, pero nunca me daba el timón.

Yo admiraba mucho a mi padre Miguel. Me encantaba cuando salíamos a navegar que me contase historias de sus años de estudiante en la antigua Escuela de Ingenieros, ubicada en la calle Espíritu Santo, adonde acudía en tren religiosamente todos los días, desde la estación de los ingleses en la Plaza Grau hasta la de Desamparados en Lima.

Ese día salimos de la casa besando a mamá con mucho cariño y sentí entre ellos el clip de una sonrisa cómplice. Abordamos el velero, con el cual enrumbamos hacia la Isla de San Lorenzo. Se veía desde ese punto la isla de El Frontón, con un halo de tristeza a su alrededor.

Vista aerea del CallaoVista aérea del Callao, y de El Camotal entre La Punta y la Isla San Lorenzo
Fuente: internet

Luego, de regreso, por primera vez a la altura de El Camotal me dio el timón; entonces comencé a sentir la potencia del viento y la velocidad que éste le imprimía al velero, que me acercaba peligrosamente a El Camotal, y cómo a golpes de timón pude enderezar el rumbo apuntando la proa hacia Cantolao.

En ese momento sentí que dejaba de ser niño y me volvía adulto en el timón de “La Gaviota”. Entonces, mientras navegamos, mi padre me dijo:

– Hace muchos años tu abuelo me inició en este Rito de Familia que hemos efectuado a través de los tiempos, porque en el espíritu de los chalacos está el Mar Pacífico.
Navegando como te digo, mi padre, Miguel Arroyo Huanira prosiguió contándome:

– Era diciembre de 1927 y tenía 15 años. A la salida del colegio, de ese mismo al que tú vas, el de la calle Paz Soldán, por aquella época tenía otro patio de media hecho de quincha, que se destruyó con el terremoto de 1940; luego, por cosas de la vida que sería largo relatarte, yo reconstruí ese espacio de recreo de secundaria. Lo rehice con ladrillo y concreto, donde tú estudias, porque ya ejercía yo de ingeniero.

– Aquel diciembre de 1927, pues, regresé al astillero de la familia llevando aún el uniforme de colegio, y encontré a “la primera Gaviota “nueva, recién pintada, que había fabricado mi padre con sus manos, tabla por tabla. Lo encontré tensando los cabos que amarran las velas, y allí mismo me llevó a navegar hacia la Isla San Lorenzo, y también como yo ahora a ti, al regresarnos me entregó el timón.

– Allí pude aprender a tocar una sinfonía no escrita, conformada por el viento y el velamen, usando como instrumento la nave corriendo sobre las olas. En ese momento tomé la responsabilidad de llevar a mi padre hacia la playa a golpes de timón, iniciando una relación entre el velero y yo.

Entonces su padre, Miguel Arroyo Berna, con esa visión pragmática de las cosas que tenía le dijo:

– Hijo, ahora que dejaste de ser niño vas a comenzar a navegar por la vida como un adulto, y así como timoneas ahora “La Gaviota”, con optimismo y seguridad, debes timonear tu vida para ser un hombre de bien.

Miguel Arroyo Huanira lo miró profundamente más allá del presente, hacia el pasado de aquel hombre que era su padre y que desde joven se había casado con el mar y con los veleros de madera, y se preguntó cuántos puertos sin nombre habría tocado cuando navegaba, y cuántos recuerdos de risas en lenguas extrañas guardaría en su corazón.
Aquella tarde de diciembre de 1960 Miguel Arroyo Huanira me dijo:

– Hijo, yo he cumplido los ritos de familia y ahora te toca a ti timonear tu vida como me enseñaron a mí, y te lo trasmito a ti para que cuando llegue tu propio vástago se cumpla este viaje en “La Gaviota”, para que comprenda que en la vida se pasa siempre cerca de El Camotal, y tienes que mantener el rumbo firme, ser hombre de un solo Dios y una sola mujer.

Ahora, cuando Miguel Arroyo Huanira ya dejó de navegar en esta vida, puedo decirte que mi padre siempre estuvo cerca de El Camotal, navegando por sus hijos; con gran esfuerzo logró que todos fueran hombres probos y útiles a la sociedad. Él siempre fue un hombre de una sola mujer, creyendo siempre en Dios y en su país.

– Yo navegué por la vida -dijo mi padre Miguel Arroyo Rizo Patrón-, siempre tratando de evitar pasar cerca a El Camotal, y creo que me faltó aquella dedicación y optimismo de mi padre para llevar el timón. Por eso hijo mío, tú que llegaste un poco tarde a mi vida, cuando ya casi había perdido el gusto a navegar, he vuelto a arreglar y a aviar “La Gaviota” para poder efectuar juntos el Rito de Familia.

Yo, Miguel Arroyo Rodríguez, espero con ansias este próximo diciembre de 2013, cuando a la salida del colegio, que ya no es el mismo de mi padre ni de mi abuelo, porque nos fuimos del puerto, mi progenitor me espere para cumplir el rito de familia, y pasar así de la niñez a la edad adulta empuñando el timón de “La Gaviota”, como todos ellos en su día lo hicieron…

El Puerto del Callao a principios del siglo XIXEl Puerto del Callao a principios del siglo XIX
Fuente: Archivo Fotográfico del Diario el Comercio (Lima)

… Sintiendo de esta manera responsabilidad de llevar a mi padre a puerto seguro, como lo ejecutaron los que me antecedieron y llevaron este nombre que me trasmitió mi padre, que supo escribir en el recuerdo del puerto al padre de su padre, aquél que olía siempre a viruta fresca, a brea y a mar, para que lo conserven aquéllos que vendríamos después.

Miguel Arroyo Rizo Patrón (1945)
Lima, agosto de 2013

CHALACOS NACIDOS Y CHALACOS ADOPTIVOS

 DAVID LLANOS RODRÍGUEZ

huella digital

En la mano de todo hombre pone un sello,

para que todos los hombres reconozcan su obra.

JOB 37:7

Santa Biblia. Antiguo y Nuevo Testamento

Reina-Valera 2009

Breve presentación personal

Me llamo Federico Arrarte Rodríguez, chalaco nacido en 1939 en la calle Tacna Norte, y desplazado junto con otras tantas familias chalacas a un campamento hecho de esteras en “La Pampa” (luego Santa Marina), consecuencia del terremoto de 1940. Allí estuvimos hasta que empecé mis estudios escolares en el Colegio San Antonio (calle Junín), que era mixto y pertenecía a los Hermanos Marianistas y a las Hermanas del Inmaculado Corazón de María (1945). Cerca estaba el Colegio Gálvez (Arequipa Norte), para descendientes de japoneses.

terremoto

El 24 de mayo de 1940, a las 11:35 de la mañana, un fuerte terremoto de 8.2 grados de intensidad sacudió Lima y El Callao. Este fue el terremoto de mayor magnitud que afectó al Perú durante el siglo XX

El terremoto de 1940 contabilizó 179 muertos y 3500 heridos

Fuente: Internet

Mi niñez y adolescencia transcurrió en la calle Zepita 365, casa al lado de un inmueble que fue primero fábrica de helados D’Onofrio y luego sede del Sport Boys, a media cuadra del Cine Badell, de la cervecería Pilsen Callao, y frente a la casa del gringo Schwartz, de los Biffi (Antonio Biffi: Campeón Sud Americano en saltos ornamentales de 1939 y gran buzo de renombre); de los Schiantarelli (del jardín en la casona chalaca de del Parque Garibaldi en la avenida Dos de Mayo); del taller factoría de los Caballero (llegó a ser presidente del Boys); de los Vargas, de donde desde su balcón salía la matrona (su esposo era Mayor del Ejército Peruano), y le decía al chiquillo Vargas: Sube, hijo, no te juntes con la chusma … Él quería jugar con los chicos de la calle, con los chicos del barrio: la casa de las hermanitas Maqueira, modistas (padre portugués reconocido como modistón), siempre elegantemente vestidas; la librería del señor Solís; la casa de los hermanos Peñaloza y de los Hermanos Ribbeck y, más allá, los hermanos Gonti (trompeaderas que hubiera jamás faltaban los hermanos Genaro y Cacho); de las Collazos; de la señora Cabezas; de los Lazo (mollendinos).

Había una quinta en donde vivía Willy Monteverde, excelente dominador de pelota; la casa de la Familia Yturrios, y también, más allá había un callejón, nido de traviesos pericotes y carteristas, llegando quien estas líneas escribe a conocer a algunos de ellos y darles una mano en ocasiones que en ejercicio de mis funciones pude hacerlo. Esa quinta tenía salida por las calles Sucre, Montezuma y Puno… Perico que entraba allí estaba seguro de no ser aprehendido.

En la esquina de Zepita y Sucre se hallaba la tienda de la china María (en realidad era de ascendencia japonesa). La china María preparaba y vendía pescado frito, que lo presentaba encebollado, sobre un papel encerado, para luego envolverlo en papel periódico, que era lo mejorcito en El Callao de esos tiempos.

en la pampa

En la Pampa (hoy parte de Santa Marina) después del terremoto de 1940 mis padres: Pastor y Bertina, mi hermana Imelda y el autor de estas líneas

Fuente: Álbum familiar del autor

pastor arrarte

Mi papá, Pastor Arrarte, y yo

Fuente: Álbum familiar del autor

Permítanme ahora referirme a un chalaco adoptivo: DAVID LLANOS RODRÍGUEZ.

David Llanos Rodríguez nació en el Rímac (26 de enero de 1940-Lima), y estudió en el colegio Hipólito Unanue (actual sede del PAP) de la avenida Alfonso Ugarte. Hermano entre ocho vástagos de humilde extracción, como la mía.

David y yo empezamos nuestras vidas como compañeros en la Escuela de Oficiales de la Policía de Investigaciones del Perú (EO-ENIP) en abril de 1958. Desde ese momento empezó a integrarse a nuestro Callao, aquél de los bares cerca al muelle, como el Blue Moon y otros que eran parte de batidas y recorridos de la Brigada Criminal del Callao -yendo a parar los pericos al sótano de la Prefectura del Callao, más conocido como “la ópera”, ya que allí sí cantaban-, adonde casi cada fin de semana, en días de salida, frecuentábamos como detectives en ciernes. Igualmente poníamos buenas horas en la Sección de Investigaciones de la Comisaría de Bellavista, en donde el Oficial de Investigaciones era Rolando Llanos Oliveros, de la Promoción PERÚ, aquella promoción que bajo la guía del Sr. Víctor Arce Franco salió de la antigua Escuela de Policía de la Av. Los Incas, para independizarse como profesionales en la investigación criminal, habida cuenta que no prosperaba como era debido junto con la otra fuerza policial.

Rolando Llanos Oliveros, más tarde en su carrera ya como un general PNP, investigó y arrestó al Presidente de Aero Perú (principios de 1980), por encontrarlo culpable de tráfico ilícito de narcóticos, quien usaba su posición gerencial para tan ilegal fin. Rolando Llanos Oliveros era tío de David.

David Llanos Rodríguez en su carrera como investigador profesional pasó como Jefe Departamental de investigación Criminal de Lima, Jefe Provincial del Callao; jefatura otras unidades y, entre ellas, como Jefe de Resguardo Presidencial en el Palacio de Gobierno durante el primer período de Alberto Fujimori Fujimori. David Llanos fue abruptamente cambiado cuando fue testigo y reclamó por ciertos desmanes y abusos a su personal asignado al obligársele a realizar tareas de servicio doméstico, y no policiales. Fiel a sus principios de profesional digno, íntegro y leal a sus funciones, luego de ser objeto de mezquindades se retiró, o lo retiraron con el grado de Coronel PNP.

Esto no fue el final de la carrera profesional de David, quien regresa al Callao, su ciudad adoptiva, y ocupa diversos cargos en la Municipalidad Provincial, siendo promovido a Gerente Regional de Defensa Nacional, Seguridad Ciudadana y Defensa Civil. Dentro de su exitoso ejercicio y en estrecha coordinación con el Director General de la DICSCAMEC General PNP(r) Edgard Suclla Flores, de nuestra promocion PIP Mártir José Olaya Balandra (1962); iniciaron el “canje de armas de fuego por dinero”. Exitosa iniciativa ésta en donde se recuperan más de 300 armas ilegales en octubre del 2005.

david llanos rodriguez

David Llanos Rodríguez en su puesto de Director General de Seguridad y Protección Ciudadana

Fuente: Álbum familiar del autor

David Llanos Rodríguez, mi hermano, chalaco adoptivo y compañero promocional, falleció el jueves 18 de julio de este año 2013. Su esposa Katty y sus hijos y nietos lo admiran y admiraran por siempre, y también por siempre lo tienen y tendrán presente en sus oraciones y en cada hecho por el dejado en esta vida terrena, como asimismo lo tendremos todos quienes lo conocimos. Nuestra Promoción PIP Mártir Olaya Balandra (1962) se enorgullece por David y por otros tantos cuyas obras merecen difundirse.

Chalacos como David Llanos Rodríguez no pueden pasar desapercibidos, más aun habiendo dejado huella en el quehacer de nuestra tierra natal, nuestra querida ciudad y puerto del Callao.

Esta página cultural web El Callao hace justicia al mencionar y difundir los hechos de un ser humano que merece todo respeto. Chalacos como él existen y nosotros debemos reconocerlos sacando de la postergación sus historias, para que no se pierdan en el olvido. Esta de David me encargo yo de difundirla ante la gracia de la lectura y comprensión de todos ustedes. Chalacos somos y lo que no nos falta es esa entereza que sólo el mar océano del Callao nos regalara desde niños; esos horizontes enigmáticos y llenos de esperanza que siempre recordamos y nos acompañan para siempre.

david llanos rodriguez 1

David Llanos Rodríguez: el primero a la derecha de la primera fila.

Federico Arrarte Rodríguez: el primero a la izquierda en la fila posterior

Fuente: Álbum familiar del autor

Federico Arrarte Rodríguez

Canadá

 

RASTROS Y ROSTROS

Nuestra galería de Rastros y Rostros presenta fotos y referencias de familiares ascendientes de don Francisco Alberto Vaccarella Cottrill (La Punta – 1943).
El Editor

José Antonio Fernández
José Antonio Fernández

Fundador del Club Regatas La Unión de la Punta.
El señor don José Antonio Fernández fue mi bisabuelo por parte materna: padre de mi abuela materna doña Hortensia.

Fernández Escudero, fue madre de mi madre: doña Hortensia Cottrill Fernández, esposa de mi padre, don Francisco Vaccarella l

Fuente: Álbum familiar y testimonio de Francisco Alberto Vaccarella Cottrill 

Mis abuelos maternos
Mis abuelos maternos

 Don Enrique Cottrill Gonzaga fue uno de los primeros administradores generales de la compaña del Guano del Perú, cuyas oficinas quedaban en Chucuito.

Aparece con su esposa, doña Hortensia Fernández Escudero, hija don José Antonio Fernández, fundador del Club de Regatas La Unión de la Punta.

Fuente: Álbum familiar y testimonio de Francisco Alberto Vaccarella Cottrill

Agostino Vaccarella D´angel
Agostino Vaccarella D´angel

Agostino Vaccarella D´angelo, mi abuelo paterno, padre de mi padre don Francisco Vaccarella I.

Transcripción del diploma:

Don AGOSTINO VACCARELLA D´ANGELO, aparece inscrito en el Libro respectivo de la Compañía de Bomberos Roma ll con fecha Enero de año 1877

Se le entregó un Diploma con mención honrosa por participar en la Guerra del Dos de Mayo que a la letra dice:

Nicolás de Piérola

Presidente de la República Peruana

Por cuanto el ciudadano don AGOSTINO VACCARELLA D´ANGELO se halla comprendido en la ley de 3 de Noviembre de 1892 que concede un Voto de Gracias y una Mención Honrosa a los miembros de las Compañías de Bomberos y Salvadores de Lima, Callao y Chorrillos por sus servicios humanitarios y patrióticos en la última Guerra Nacional.

Por Tanto: He venido a expedirle el presente Diploma, que acredita haberse hecho merecedor a tan honrosa distinción.

Dado en la casa de Gobierno, en Lima a 28 de Julio de 1896

Fuente: Álbum familiar y testimonio de Francisco Alberto Vaccarella Cottrill (La Punta – 1943)

Respecto al artículo Acerca del nombre de nuestra ciudad y de nuestro país ¿REGIÓN CALLAO o REGIÓN EL CALLAO? ¿REPÚBLICA PERÚ, REPÚBLICA DE PERÚ o REPÚBLICA DEL PERÚ?

ESCUDO DEL CALLAO

Escudo del Callao
Escudo del Callao facilitado por don Roque Loret de Mola P.

Apreciado Ricardo:

Muy bueno el artículo sobre cómo debe escribirse el nombre de El Callao. Sin embargo, por ser de interés te remito adjunto el original Escudo de Armas del Callao, otorgado por el Gobierno al concedérdele el título de La Fiel y Generosa Ciudad del Callao, Asilo de las Leyes y de la Libertad y Provincia Constitucional de la República del Perú el 8 de mayo de 1834. Encuentro que tu afirmación es correcta pues la contracción  DEL se deriva de DE EL y por tanto no hay que cercenar dicho EL. Así mismo, en los portulanos o cartas del puerto virreinal, se le denominaba en sus primeros años por la autoridad ibérica con el nombre …del Puerto del Callao de Lima del Reino del Perú. En cuanto a la fecha es correcta el 8, solo que el Escudo de Armas original, cuya copia te adjunto,no dice marzo, sino mayo, lo que merece comprobarse con el documento que da el Escudo de Armas a EL CALLAO con aquel que le da la condición de Provincia Constitucional en el año de 1834. Igualmente, si te fijas, el Escudo actual difiere en su arte del arte original, que lo copié de la Sociedad de Genealogía y Heráldica del Perú, y que alguién lo cambió a una torre, cuando el original es un castillo, que guarda más parecido con el del Real Felipe, llevando el libro abierto el título CONSTITUCIÓN, que nos indica que, al parecer, alguien no entendido en Heraldica lo suprimió por el actual que no dice nada sobre el motivo que da origen a su distinción de Ciudad defensora de la Constitución.

Cordiales saludos,

Roque Loret de Mola P.

Querido Rival

Acoso

Aunque chalaco de pura cepa, Lucas había llegado de la ciudad de Chimbote sólo algunos días antes. Dos o tres años de su vida los compartió por esos lares; sí: recordaba sus calles, muchas de ellas aún sin asfalto. También venía a su mente el inconfundible olor a harina de pescado, que había convertido a este pueblo en floreciente ciudad de pescadores e industriales. Era el boom pesquero de los años 50 cuando su padre logró aprovechar aquellos momentos de bonanza para convertirse en un próspero comerciante.

Vista panorámica de la Ciudad de Chimbote
Vista panorámica de la Ciudad de Chimbote

Salió de su casa rumbo al que sería su nuevo colegio. Era el primer día de clases. En el camino iba degustando el delicioso pan con mantequilla que amorosamente su madre le había preparado; sólo cuatro cuadras separaban su nuevo hogar -en la segunda cuadra de la calle Colón del Callao- con su nueva escuela. Cuando llegó le llamó la atención la vieja edificación de madera, realmente muy antigua. Ingresó y en el interior había un gran bullicio: niños corriendo de aquí para allá, adolescentes conversando en algunos rincones, y él, parado en el patio, dubitativo y algo temeroso. De repente sonó la campana y una voz altisonante mandó a los alumnos a formación. Se paró en una fila, conjuntamente con los niños que serían sus compañeros de clase. Algo le llamó mucho su atención: era un olor muy penetrante, conjuntamente con un brillo muy especial que notaba en el piso del patio del colegio; luego, advertiría que se debía al petróleo que habían utilizado para limpiarlo.

Echaba una mirada por aquí, otra por allá. No conocía a nadie. Tenía siete u ocho años de edad. Estaba acostumbrado a caminar sin recelo por las calles, y, a la sazón, ya era alumno del 1ro. de primaria. Llevaba consigo una maletota con sus libros y algunos cuadernos forrados con el infaltable papel azul y vinifan, amén de lapiceros, lápices, borradores, tajadores, además de la infaltable caja de colores, todos estos artículos metidos en una gran cartuchera. El uniforme del colegio era el inconfundible comando color kaki, con su corbatita, que se la ajustaba al cuello con una liga, que de rato en rato la jalaba como si de resorte se tratara.

A su costado, un niño comía con gran gusto pan con jamonada. De repente se acercó a él un grupo de alumnos del mismo salón, y uno en especial, blanquiñoso, gordo y muy pequeño de estatura, con aires de matón, con voz cavernosa, lo tomó de la solapa, y le susurró algo al oído. El muchachito, asustado, sólo atinó a ofrecerle su sánguche. El matoncillo lo tomó y se lo empezó a comer, no sin antes sonreír de una manera muy burlona. Seguidamente, se acercó a Lucas e intentó hacer lo mismo, sólo que esta vez el pequeño Lucas, al comienzo sorprendido, y luego muy irritado, atinó a darle un sófero trompón en plena nariz. Acto seguido, se trenzaron en una bronca descomunal. El pequeño atrevido logró empujarlo, 

rodaron ambos por el suelo, golpeándose mutuamente, siendo el gordo el que llevaba la peor parte. Los alumnos que rodeaban a los niños únicamente acertaban a vociferar improperios:

!!Sácalela mierda…!!

¡¡Dale duro a ese huevón…!! escuchaba Lucas-.

A los pocos minutos, un fuerte tirón en la oreja lo paró en medio del patio. Era uno de los auxiliares de disciplina, que había llegado a imponer el orden. Con su uniforme kaki hecho una desgracia, producto del petróleo del suelo, ahora sólo era una gran mancha grasosa, además del olor característico.

Era el primer día de clases, los alumnos del 5to.de secundaria lo habían rescatado, y, al parecer, les cayó en gracia, pues desde ese día se convirtió en su mascota. Casualmente el 1er. año de primaria formaba al costado de los de 5to. Cada día de clases, él los miraba sonriente, y durante todo ese año gozarían con sus ocurrencias. Por ese motivo se ganó un apodo que lo perseguiría toda su vida: Loquillo.

Colegio José Santos Chocano - Hoy clausurado.
Colegio José Santos Chocano – Hoy clausurado.

El Gordo Tardillo

Habían acordado darle una lección al Gordo Tardillo, que era el más grande del salón, abusador con los más pequeños de la clase, a quienes sometía y golpeaba en base a su gran tamaño y corpulencia. Tendríamos que comentar que este personaje aventajaba no solo físicamente a los pequeños, sino que era unos 4 años mayor que el resto de sus compañeros. Acostumbraba ingresar al aula mostrando el miembro viril, que era muy grande, y lo golpeaba duramente contra la tapa de su pupitre, ocasionando las carcajadas de sus compañeritos. Aunque habría que comentar que sirvió de mucho en la definición del campeonato de la primaria, donde el 3er. año le ganó al de 4to. Por un marcador de 2 – 0 (dos a cero), con anotación de Lucas. Es imperativo recalcar que el partido fue de Básquet.

Según lo convenido se reunieron en la esquina, recelosos el uno del otro; repasaron el plan y se dirigieron al colegio. Todavía era muy temprano; habían almorzado presurosos y estaban retornando a clases para el turno de la tarde, que era desde las 2.00 hasta las 5.00. Lograron ingresar subrepticiamente por una de las ventanas, y penetraron en su salón de clases, cogieron una de las carpetas y la colocaron a duras penas encima de una de las puertas que habían logrado entreabrir con gran esfuerzo. Volvieron a salir con gran sigilo, pues si los pescaban los Tíos menudo problema que iban a tener. Ellos -los tíos- eran una pareja de esposos que fungían de guardianes del colegio y, además, poseían su pequeño negocio de bebidas y sánguches en un kiosco que utilizaban para sus ventas.

Al sonar el timbrazo de entrada, los alumnos ingresaban a sus salones respectivos; por su parte, ya habían coordinado con algunos de sus compañeros de no ingresar hasta que el Gordo Tardillo lo hubiese hecho primero. Y así fue: en ese preciso momento cayó la carpeta sobre la gran humanidad del susodicho, ocasionándole algún daño, motivo por el cual tuvo que ser llevado a la pequeña enfermería del colegio.

Los alumnos se quedaron sorprendidos, pero nadie dijo una sola palabra. Es más: la mayoría se sentía satisfecha con la broma, que no era otra cosa que un castigo para el tipejo, por abusivo y pendenciero.

Para unos fue un día común y corriente, pero para el Gordo Tardillo, fue el último en el colegio, pues apresuradamente sus padres lo cambiaron de escuela, con el convencimiento, se dijeron: abusaban mucho de su pequeño.

Exámenes finales

Habían pasado varios años, corrían los primeros días de diciembre y era época de exámenes. Los alumnos llegaban nerviosos y se juntaban en pequeños grupos en el patio principal del colegio; para esta oportunidad llegaban con su mejor uniforme, esta vez, para mayor realce lo hacían con camisa blanca, contrastando con su uniforme característico (kaki). Era el examen dematemáticas, y los pequeños se verían frente a un gran jurado, que iba a evaluar sus conocimientos en un examen escrito y el cual tenían que aprobar. El que reprobaba se vería obligado a dar el famoso examen oral, al cual casi todos le temblaban. Lucas se demoró en ingresar al salón de clase y sólo escuchaba gran griterío: ¡Aquí…aquí…siéntate aquí! – repetían, eran los flojos del salón, que lo llamaban para tenerlo como compañero de carpeta. Lo hacían porque el muchachito era un alumno muy aplicado, y ellos; conocedores de su compañerismo lo querían a su lado.

En un momento lo miró, reconoció su cara de angustia, y lentamente se dirigió a su carpeta y se sentó a su lado, lo miró con cierto desdén, el pequeño matoncillo lo retribuyó con una venia.

A los pocos instantes ya todo el salón se encontraba dando la prueba y tenían dos horas para contestar cinco preguntas. A los 40 o 45 minutos Lucas ya la había terminado; miro de reojo al Gordo, y vio en su rostro algunas lágrimas que corrían por su mejilla. Alcanzó a mirar su prueba: estaba completamente en blanco…

!No tevayas! … ¡No te vayas…! –susurró el pequeño.

Lucas algo fastidiado lo miró y le contestó apenas:

¡No jodas, huevón! …¿Por qué no has estudiado, carajo? recibiendo por respuesta un silencio absoluto-.

Algo molesto por el imprevisto, calmó sus ímpetus y sólo atinó a decirle:

¡Sécate laslagrimas huevón, que te van a ver…!

A los pocos instantes; empezó a susurrarle:

Copia carajo: nro. 1: (X2 + 2xy + Y2) … La formula es: equis al cuadrado más dos equis por Y griega mas Y griega al cuadrado, reemplaza las letras por los números y te sale el resultado.

El enano no ataba ni desataba. Lucas sudada frío: estaba temeroso de que lo sorprendieran soplando en el examen. Empezó a dictarle hasta los números para llegar al resultado final, y así prosiguió con la pregunta nro. 2.

El pequeño ya tenía 2 respuestas de 5…

Lucas había logrado distinguir otra: si la suma de dos números es igual a 30, y su diferencia es igual a 10, ¿cuáles son estos dos números? … A los pocos instantes siguió susurrando:

Te voy a dar una más, y no me vuelvas a joder…. -siempre susurrando-:

– x + y = 30 ¿copiaste?-

-fue la respuesta-…

– X –Y = 10

2 X = 40

X = 20… ¿Copiaste?

-fue la respuesta-

Ahora escribe: x + y = 30…; y = 30 – x …, y = 30 – 20 ; luego, y = 10

– Las respuestas son x = 20 e y = 10 ¿copiaste?

– ¡Sí! -contestó el Gordo-

¡Ya me voy…!

El pequeño resolló:

¡Faltan 2!,… ¡Faltan!

¡Vete a la mierda! -fue la respuesta de Lucas-.

Al final del examen los muchachitos esperaban angustiados por los resultados, siempre salía el profesor de curso, quien con exámenes en la mano vociferaba:

¡Fulano, mengano, perico de los palotes, etc, etc.: ¡Al oral!

Los que habían aprobado el examen saltaban de alegría y se confundían en un abrazo. El enano buscó a Lucas, no lo encontró, pues él nunca esperaba por los resultados: simplemente tomaba sus útiles y se iba a su casa.

– ¡Riiiinng! … ¡Riiiinng! … -sonaba el timbre insistentemente-.

Lucas salió a abrir la puerta y se encontró con el pequeño. Sólo lo miraba. Éste atinó a balbucear:

¡Gracias!-

Aquél solo lo miró, y atinaron a darse un apretón de manos. Lucas comprendió que desde ese momento cambiarían mucho las cosas entre los dos.

3er. Año Primaria-1962
3er. Año Primaria-1962

Reencuentro

Colegio Militar Leoncio Prado
Colegio Militar Leoncio Prado

Lucas… ¡¡le están sacando la m… a tu pata, al Gordo…!!le pasaron la voz-.

¿Dónde? -preguntó-.

En los malacates de 4to… le respondieron-.

Raudamente se dirigió a los baños del colegio. Cada año tenía su pabellón de servicios higiénicos: filas de inodoros, sin puerta, donde los cadetes efectuaban sus necesidades personales. Eran llamados los malacates.

Se acercó al grupo. Les hizo una venia, y preguntó:

¿Qué pasa…?

– ¡¡No pasa nada…!! -fue la respuesta mientras pateaban al perro (que era como denominaban a los cadetes del 3er. año)-. Éste lo miraba con mirada suplicante. Lo trataban duramente. Lucas únicamente atinó a mirar, sin decir palabra. Eran de su promoción. Sólo podía esperar, y así lo hizo hasta que se fueron.

Sudoroso, magullado: un hilo de sangre descendía por la nariz del Gordo, quien, sollozante, sólo se quejaba con voz temblorosa :

– ¡¡¿Dónde estabas, ‘uón?… Me han sacado la m…: ¿dónde estabas?

Lucas lo miraba; no le contestaba, sólo lo miraba, mientras el Gordo seguía llorando y quejándose:

– ¡¡Eran grandazos…!! Me hicieron hacer planchas, ranas, canguros, … Me pateaban y golpeaban… ¡¡¡Conche’sus madres…!!!

Gordo, no jodas: aquí no puedes dártelas de matón. Sólo tienes que hacerte elhuevón, ¡¡y nada más…!!-le contestaba Lucas, que era su amigo desde los años iniciales de estudio-.

El Gordo, alumno del 3er. año del Colegio Militar Leoncio Prado, con sus aires de maloso, se había encontrado con la horma de sus zapatos: se había ganado la antipatía no sólo del 5to. año sino también de los de 4to. Y lo buscaban y perseguían para joderlo y meterle su pateadura por eso, por empalado y matón. Lo peor de todo era que no tenía ni cuerpo, ni talla para responder, por ese motivo siempre salía perdiendo, duramente golpeado y para colmo de males, ya lo tenían marcado, y ni su amigo Lucas lo podía proteger porque las tradiciones del colegio no lo permitían.

Malacates del colegio
Malacates del colegio
Castigo físico
Castigo físico

 

El adiós

Totalmente acongojado, recordaba con tristeza su primer encuentro con él. Habían pasado ya tantos años. Dicho encuentro había terminado en una broncaza a pesar de sus cortas edades. Se harían amigos luego, aunque con recelos. Por una parte, el grupo del Gordo, que cometían abusos con los compañeritos del salón, y el grupo de Lucas, que protegía a los mismos.

Se habían reencontrado en el Colegio Militar algunos años después. El Gordo había perdido un año escolar y Lucas se había convertido en su protector. Aquél, fiel a su estilo, con sus aires de maloso, había sido víctima muchas veces de su propio carácter, pues no solamente se ganó antipatías sino también unas tremendas palizas propinadas por cadetes de años superiores. Cuando estaba en 5to. cometía los mismos abusos que creía su grado le permitía, aunque algunas veces recibió algunas pateaduras propinadas por cadetes de años inferiores. Recordemos que su cuerpo no le deparaba ninguna ventaja. A las finales logró terminar la secundaria con mucho sacrificio.

Llevado por sus ímpetus y del dinero fácil, fue cayendo poco a poco en un hoyo profundo del que nunca podría salir. Las malas juntas terminaron por llevárselo por caminos non sanctos.

Loco, cuñao: Loquito… ¿cómo estás ?… -recordó su pregunta-.

En esa oportunidad, Lucas sólo lo había mirado, atinando a ofrecerle un gran abrazo, un abrazo prolongado de amigos de verdad. Se habían visto después de muchos años, y a pesar de las profundas diferencias se tenían gran cariño… Rememoró…

Ese día. El Gordo sólo atinó a decir:

– ¡¡Espérame, ya bajo…!! … ¡¡Espérame…!!

Luego de algunos minutos bajó ofreciéndole un paquete:

¡Para ti…! … ¡Es para ti…!

Recordó también ese momento: lo había mirado esbozando una ligera sonrisa, tomando el paquete y guardándolo, algo nervioso. Se despidió y había proseguido su camino no sin antes pulsear lo que contenía el paquete: era un bulto que contenía yerbas medicinales.

Siguió caminando, haciendo memoria de buenos y malos tiempos, de momentos de niñez, de juventud, de jolgorio y también de tristezas. Sólo pensaba y recordaba. Alzó su vista al cielo, y empezó a ofrecer algunas oraciones.

Cruzó la puerta del camposanto y en un momento volteó con un nudo en la garganta, solo pudo pensar:

¡Hasta siempre, amigo…! ¡Hasta siempre…!

Hugo Pazos

El Callao (1952)

Actualmente residente en Weston Fl USA.

La Biblioteca

Según la etimología de la palabra, el vocablo castellano biblioteca proviene del latín bibliothēca, que a su vez deriva del griego βιβλιοθήκη (bibliothēke), que está compuesto porβιβλίον(biblíon: «libro») yθήκη(théke: «armario, caja»). De esta manera, el significado inmediato y directo de biblioteca designa el lugar donde se guardan libros. De forma análoga, discoteca significa colección de discos musicales o sonoros y el sitio donde se les guarda; hemeroteca, donde se custodian y conservan diarios y otras revistas periódicas; pinacoteca, lugar de protección, galería o museo de pinturas, cuadros; y así sucesivamente. En un principio, el archivo-biblioteca fue de exclusivo uso sacerdotal y/o real. Esto fue así porque desde la más remota antigüedad se complementaron y aliaron poder religioso y poder político, donde la masa popular tenía poco o nada que hacer, como que en aquellos lejanos tiempos escritura y lectura fueron privilegio de castas, de exiguo número de individuos, prerrogativa de muy estrechos y seleccionados círculos sociales.

Tablilla babilónica Fuente: Foto tomada de internet
Tablilla babilónica
                                   Fuente: Foto tomada de internet

La historia de las bibliotecas es producto de la evolución ascendente y avance del pensamiento y cultura de la Humanidad. Como hemos visto, inicialmente su función constituyó la de archivo de uso restringido para determinadas personas e instituciones u organismos, como el clerical y el estatal. Su propósito fue registrar y almacenar datos de sucesos que no debían confiarse al simple recuerdo ni a la buena memoria de los funcionarios y del gobernante – hechos que superaran los años y los siglos – , pudiendo servir tanto en el presente como en el futuro para enterarse de acontecimientos ya ocurridos, cuyo conocimiento y dominio serían vitales: perennizar la memoria y rescatar hechos y sucesos del olvido. Confirmando esta realidad, leemos, por ejemplo, cuando en el 538–537 a.d.Cr., el rey persa Ciro el Grande destruyó el imperio Caldeo y autorizó al pueblo judío el retorno a Jerusalem, situación histórica que determinó el término o conclusión del largo período de su deportación en Babilonia, que había comenzado en el 607 a.d.Cr. Tornado que hubieron los judíos a la capital del Reino del Sur (Judea), se dieron a la tarea de reconstruir el Templo que siglos antes erigió el rey Salomón, a la sazón en ruinas.

En la colección veterotestamentaria – para sólo tomar un caso concreto –, en el Libro de Esdras se halla registrado lo que sigue:

– Esdras 6:1 – Entonces, por orden del rey Darío, se investigó en los archivos del tesoro conservados en Babilonia;

– Esdras 6:2 – y se encontró en Ecbátana, la fortaleza situada en la provincia de los medos, un rollo del tenor siguiente:

Memorándum.

etc., etc.

(Fuente: Biblia de Jerusalén, 1998)

Rollo judío de la Ley Fuente: Foto tomada de internet
Rollo judío de la Ley
Fuente: Foto tomada de internet

Una de estas instituciones más conocidas y famosas en el largo devenir de la civilización fue la antigua Biblioteca de Alejandría, en su tiempo la mayor del mundo. Fue fundada en el siglo lll a.d.Cr. por Ptolomeo l Sóster, y destruída alrededor del año 273 de nuestra era. Fue tan importante que llegó a albergar aproximadamente 900,000 manuscritos, cantidad muy considerable para aquellos tiempos. Recuérdese que por entonces la imprenta ni siquiera se hallaba en pañales puesto que fue invento muy posterior, de Johannes Gutenberg, por el año de 1440, aproximadamente, por lo que la producción y reproducción de libros manuscritos – códices –, debía ser obra de copistas, calígrafos, ilustradores y amanuenses.

Luego de casi mil setecientos treinta años de su desaparición, la Nueva Biblioteca de Alejandría fue construída con apoyo internacional alentado por la UNESCO, y se inauguró el 16 de octubre del 2002.

Representación artística del interior de una biblioteca de la antigüedad Fuente: Ilustración tomada de internet
Representación artística del interior de     una biblioteca de la antigüedad
Fuente: Ilustración tomada de internet

 

Para asegurar su existencia y para que las bibliotecas logren sus objetivos de reunir, coleccionar y sistematizar el material necesario; de organizar – estructurar, ordenar, regularizar y catalogar lo disponible y así, sin dificultad, en el instante oportuno puedan ser ubicados y utilizados los documentos en custodia –, independientemente que su base fuere de tablillas de arcilla, papiro, papel y/o del material más a mano según la época, lugar y desarrollo técnico, etc., los archivos y bibliotecas necesitan apoyo económico y gente especializada. Con objeto de asegurarse su existencia y el cumplimiento efectivo de sus propósitos, reitero, archivos y bibliotecas requieren dedicación y esfuerzo constantes y sistemáticos, tanto material como humano.

Recapitulando. La biblioteca agrupa y sistematiza documentos que son registro y memoria de las sociedades, de los pueblos y de las épocas. Los acumula no para que los hongos ni la humedad los estropeen; tampoco para retozo y alimento de polillas, de ratas ni de cucarachas, ni para que críen tierra y polvo, menos para que ningún pillete se los robe y los venda a coleccionistas, como tan frecuentemente suele ocurrir – con el resultado doloroso de pérdidas irreparables –, sino para informarse, estudiar, investigar y aprender. Los archivos y bibliotecas existen para ser consultados y disponibles a quien los necesite; disponibles al servicio de quienes realizan trabajos historiográficos, científicos, o en el campo y dominio que fueren, en cualquier ámbito del saber humano, y para usufructo del público en general, que requiere enterarse de tal o cual tema y, consecuentemente, tenga acceso al material deseado.

redactando
Redactando documento manuscrito
Fuente: Foto ocasional tomada de internet

La producción tradicional de libros, periódicos, revistas, etc., se halla relacionada con la del papel, que se obtiene de pasta o pulpa de celulosa, y éstas de árboles, lo que hace incuestionable el vínculo entre bosques y bibliotecas. Nos encontramos en una época grave y trascendental. Cada vez con mayor claridad se tiene conciencia de lo limitado de los recursos naturales, planetarios. Hace rato que se puso en tela de juicio los pretendidos beneficios que aportan la explotación de alguna riqueza hasta su agotamiento y desaparición. Si queremos sobrevivir como Humanidad, como especie humana, paralelamente cada día habrá que resguardar nuestros bienes no renovables y, allí donde sea posible, estimular la restauración de los renovables, por lo que resulta fundamental la conservación, recuperación y supervivencia de bosques, arboledas y florestas, y de los animales que los pueblan; de los mares, lagos y ríos, con sus respectivos habitantes marinos, lacustres y fluviales; la pureza de las aguas y de la atmósfera, etc., etc. Si continuamos con la política de romper eslabones, cadenas y ciclos ecológicos aunque fuere con el noble propósito de producir libros; si persistimos en destruir hábitats de animales – incluido el del hombre – y de plantas; si asolamos y desolamos la vida en sus diversas formas existentes en la Tierra desde hace millones de años, entonces el fin y desaparición del hombre mismo será hecatombe más a corto que a mediano plazo.

Como todo tiene que ver con todo y todo se halla concatenado con todo, nuestra elección será tanto más acertada cuanto más conciencia y conocimiento tengamos del mundo objetivo, cuanto más sabio sea el hombre, y para ello necesitamos estudiar e investigar. Estamos frente a la serpiente que se come su cola, uróboros, símbolo del ciclo eterno de las cosas: imperiosamente retornamos al requerimiento de instituciones como archivos y bibliotecas.

Obviamente, así como hay inteligencias de varios tipos, también hay sabidurías de varios tipos. En este sentido, emociona leer la carta que el jefe indio Seatle en 1855 le remitió a Franklin Pierce, por entonces presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. Copio un par de párrafos:

… ¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua. ¿Cómo podríais comprarlos a nosotros? …

y concluye con proféticas palabras:

… Tal destino es un misterio para nosotros porque no comprendemos lo que será cuando los búfalos hayan sido exterminados, cuando los caballos salvajes hayan sido domados, cuando los recónditos rincones de los bosques exhalen el olor a muchos hombres y cuando la vista hacia las verdes colinas esté cerrada por un enjambre de alambres parlantes. ¿Dónde está el espeso bosque? Desapareció. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Así termina la vida y comienza la supervivencia…

(Ver la carta completa en:http://www.guelaya.org/textos/jefe%20indio.htm)

Indios norteamericanos Fuente: Foto tomada de internet
Indios norteamericanos
            Fuente: Foto tomada de internet

Sí, tengamos presente sus palabras finales: Así termina la vida y comienza la supervivencia.

El jefe indio Seatle descendía de una cultura que a lo largo de innumerables generaciones había(n) estudiado directamente de la Naturaleza y del Cosmos, que había(n) entendido el Libro de la Ciencia y el Libro de la Vida, todo junto – sin que hubiesen sido expulsados del Paraíso –, y poseía(n) elevados niveles y vastos horizontes tanto de conocimientos auténticos y positivos como ético-morales muy superiores a los que representaba el presidente Franklin Pierce.

La sapiencia y cultura naturales transmitidas de generación en generación, la maestría adquirida a través del quehacer laboral y social: experiencia de vida y ciencia moderna son actividades intelectuales y espirituales complementarias y, por lo tanto, deben vincularse y articularse, y evolucionar asociativamente yendo de la mano con la energía e impulso que proporcionan la honestidad e integridad personales y cívicas.

El Puerto marítimo del Callao es el primero de la república del Perú. Por él egresan e ingresan cada vez en mayores cantidades mercancias y productos de toda especie. Con los géneros y el comercio peregrinan también las ideas, la cultura. Si esto ocurrió siempre, en los tiempos actuales e inmediatos siguientes, y en todo el siglo XXl, la reciprocidad se incrementará merced a la adición de relaciones comerciales con el Oriente, con los países de la cuenca del Pacífico situados al otro lado del mundo. El Perú no es sólo por donde salen las propias mercancías sino que es y cada vez más será empalme y puerta en ambas direcciones – de ida y de regreso – para el intercambio entre países orientales y los que poseen costas atlánticas. Ello requiere la existencia de gente preparada para afrontar los retos que se avecinan. Ello requiere desarrollar conocimientos e inteligencia, que, a diferencia de los demás recursos naturales de la Tierra, el factor intelectual se caracteriza por ser esencialmente de naturaleza especial: maravilloso, inagotable e inextinguible que se incrementa, fortalece y enriquece cuanto más se le emplea.

Puntales de prosperidad y florecimiento: educación masiva, popular, general, universal obligatoria: escuela, instituto, universidad, etc., y con ellos: bibliotecas y archivos.

La educación es inversión cuyos frutos se cosechan en el futuro; pero se cosechan y con creces, abundantes, ubérrimos. Cuanto antes se empiece, mejor.

Llegamos a nuestra realidad bibliotecaria chalaca.

Recuerdo cuando niño, salía del colegio por la tarde y me iba a la sala de lectura de la Biblioteca Pública Municipal del Callao, allí donde todavía está: esquina de la Calle Colón y de la Calle Teatro (ahora Pedro Ruiz Gallo), donde leí obras como “Kon-Tiki”, “Robinson Crusoe”, “La Isla del Tesoro”, por no mencionar sino tres títulos. Las estanterías y anaqueles rebosaban de libros. De la misma forma que en mi casa mis padres antes que me pusiera a leer hacían que me lavara las manos para no ensuciar los libros que tomaba, también las empleadas de la sección infantil de la Biblioteca Pública Municipal del Callao indicaban el lavabo a todos los niños. Había orden, respeto, consideración de todas las partes. Todo funcionaba.

Anverso del carnet de lector de la Biblioteca Municipal del Callao Obsérvese el nombre del alcalde con letras grandes debajo de mi foto personal
Anverso del carnet de lector de la Biblioteca Municipal del Callao
Obsérvese el nombre del alcalde con letras grandes debajo de mi foto personal

No recuerdo que en aquella época en los carnets apareciera el nombre del señor alcalde ni de ninguna personalidad edilicia o regional, como ahora sí aparecen con letras grandes inmediatamente debajo de la foto del titular del carnet. Al pié no aparece el nombre del titular del carnet sino el nombre del alcalde, como también profusamente aparece el nombre del alcalde en las paredes de toda la ciudad, en los carteles y avisos, sobre todo en los de las arterias principales. Como también aparecen esculpidos en las placas de la infinidad de monumentos erigidos en El Callao, donde no son excepción los de la avenida Jorge Chávez, la que va desde la Plaza Grau y el Malecón hasta Chucuito, tantos monumentos y tantas placas que hasta para el más inocentón queda claro que no fueron levantados por civismo, ni en memoria de los héroes que allí figuran, sino para que los propios alcaldes perennizaran su nombre y su apellido. Si alguien piensa que exagero, no tiene más que caminar el trozo mencionado de avenida -Jorge Chávez-, empezando el recorrido desde donde antes estuvo el Pasaje Ríos.

En años sucesivos, cada vez que retorno al Perú, vuelvo a visitar la Biblioteca Pública Municipal del Callao, y compruebo que son inmensas sus penurias e inopia. Pero eso sí: el nombre del doctor alcalde sigue figurando en los carnets que se extienden a los lectores. Cabría preguntarse, ¡¿qué biblioteca que se precie de tal, malvive mísera en las condiciones de la Biblioteca Pública Municipal del Callao?!

Esta institución chalaca, evidentemente, ante la indiferencia oficial se encuentra en abandono casi completo. Disponiendo El Callao de los ingresos y rentas que posee, que son considerables, es tiempo ya de proyectar, estructurar y llevar a cabo programas de desarrollo con la seriedad que las circunstancias obligan, incluso hasta la construcción de un nuevo local. Simultáneamente, la colaboración, cooperación e intercambio de experiencias con otros centros bibliotecarios siempre resultarán beneficiosos para las partes, y habrá que abandonar rostro y espíritu indigentes, menesterosos y mendicantes, de pasivos consuetudinarios esperando auxilios y caridades externos. El arranque hacia el progreso implica empezar teniendo vergüenza, autoestima y respeto personales y nacionales.

 

La Biblioteca Pública Municipal del Callao Esquina de la Calle Colón y de la Calle Teatro (Actual Pedro Ruiz Gallo) Fuente: Foto tomada de internet
La Biblioteca Pública Municipal del Callao
  Esquina de la Calle Colón y de la Calle Teatro (Actual Pedro Ruiz Gallo)
                                         Fuente: Foto tomada de internet

Ante El Callao se abre -esperamos- una época histórica de rica actividad multilateral y polifacética, donde los conocimientos, el saber y la probidad ético-moral serán la clave de nuestro ascenso, de nuestros éxitos. Conviene, pues, tener presente que jamás lograremos niveles intelectuales y espirituales superiores con meros cosméticos ni potingues, con simples maquillajes ni con demagogia, ni con bibliotecas y archivos inexistentes o al borde de la bancarrota.

Ricardo E. Mateo Durand

Tartu – Estonia (UE)

El Callao – Perú

Algunas direcciones electrónicas de interés general:

http://tradiciones-peruanas.xn--crdenas-hwa.net/

http://shemer.mslib.huji.ac.il/lib/W/ebooks/001531300.pdf

http://www.biblioteca-antologica.org/wp-content/uploads/2009/09/GARCILASO-EL-INCA-Comentarios-reales-II-Parte.pdf

http://letrasperuanasyuniversales.blogspot.com/

http://letrasperuanasyuniversales.blogspot.com/2009/01/los-comentarios-reales-de-los-incas.html

http://quijote.bne.es/libro.html

http://cervantes.uah.es/obras.htm

http://www.google.ee/search?tbo=p&tbm=bks&q=inauthor:%22Mart%C3%ADn+Fern%C3%A1ndez+de+Navarrete%22

http://www.callaocentrohistorico.com/

http://www.gacetajuridica.com.pe/

http://www.dialogoconlajurisprudencia.com/

http://www.bnp.gob.pe

Obras de don Francisco de Quevedo y Villegas:

1- francisco de quevedo obras literarias

2- francisco de quevedo obras mas importantes

3- obras de don francisco de quevedo villegas francisco de quevedo

4- biografia de francisco de quevedo y villegas

5- biografia corta de francisco de quevedo

6- francisco de quevedo wikipedia

7- francisco de quevedo biography

8- suenos francisco de quevedo

http://www.cervantesvirtual.com/bib/bib_autor/galdos/obra.shtml

http://cavb.blogspot.com/

http://cvc.cervantes.es/

http://rae.es

http://www.monografias.com

http://www.wdl.org/es/

http://es.wikipedia.org/wiki/Biblioteca_de_Autores_Espa%C3%B1oles

http://www.filosofia.org/aut/mmp/index.htm

http://es.wikipedia.org/wiki/Biblioteca

http://www.culturageneral.net/Humanidades/Literatura/Literatura_Clasica/

http://www.elperuano.com.pe/edicion/noticia-china-apoya-a-biblioteca-6446.aspx#.UbQd5vnPXIc

http://www.elperuano.com.pe/edicion/noticia-el-poder-judicial-contara-un-sistema-archivo-jurisdiccional-6661.aspx#.UbgdevnPXIc

 

 

PAPÁ

REMINISCENCIAS DE MIS PADRES

Mi padre era del siglo antepasado, es decir, nació en 1898. Mi papá le llevaba a mi mamá varios años, yo calculo que más o menos dieciséis. Mi padre era muy cariñoso. Fue enemigo de castigarnos, y jamás lo hizo en ninguna forma. Para reprendernos sólo tenía una mirada muy profunda, y creo que todos mis hermanos también veían lo mismo que yo, confundiendo esa mirada con amenaza, que hacía que acudiéramos a la orden inmediatamente.

Mi querido padre, Francisco Jaime del Alcazar
(1898 – 1965)
Fuente: Foto (1944) propiedad de la autora de la narración

Mi papá era así porque cuando niño su padre lo maltrató mucho. Él  contaba que le pegaba sin razón, sin motivo ni justificación alguna. Mi padre tuvo muchos hermanos y nos contaba que cuando ellos se portaban mal, mi abuelo lo castigaba a él, y a nadie más que él, debido a lo cual mi padre sintió tanto esa injusticia que, según me refirió mi madre, quien escuchó la promesa de sus propios labios, él juró no tocar a sus hijos cuando los tuviera. Y así fue: nunca nos gritó ni nos maltrató. Al contrario su voz era suave y su caminar, lento pero seguro. Solía poner su mano en nuestra frente para saber si teníamos fiebre. En general, teníamos buena salud. La suya fue excelente porque mientras todos caíamos con fuerte gripe y severos catarros, y padecíamos, ello no sucedía con mi padre, que sobrepasaba incólume los ataques de las epidemias..

Mi padre fue creyente, pero no iba a ninguna iglesia y no practicaba ningún rito, ceremonia, preceptos ni dogmas. Oraba con admirable un fervor, preces que hacía sentado en su cama, con la luz tenue, los ojos cerrados, las manos juntas, la cabeza gacha en posición de devoción y reverencia. Varias veces entré en su dormitorio coincidiendo en el preciso momento de sus invocaciones, pero estando él tan absorto y concentrado no escuchaba ni sentía mi presencia.

Rememorándolo reiteraré algo de lo que siempre tuve conciencia: fue guapo mi padre; de simpatía en todos los sentidos. Tenía los ojos color miel y tierna la mirada. Fue hombre alto y delgado, de singular belleza, tanta, creo yo, que no pecaría de exagerada si lo calificara de realmente hermoso… ¿Saben?: ¡Así lo afirmo yo!

familia

Mi padre y mi hermano César Augusto (1924-1932), el mayor de los hombres, con nuestro perro Gerente

Fuente: Foto (1925) propiedad de la autora de la narración

Mi padre cantaba y poseía timbrada voz de barítono. Cuando él entonaba una canción entonces mi madre lo acompañaba llevando el bajo. Ambos formaban combinación auténticamente admirable. Juntos conformaron extraordinario dúo. Se les oía muy bonito, y cantaban valses y también algunos tangos, pero sus preferencias eran los yaravíes ayacuchanos. Los yaravíes, como sabemos, son canciones con sentidas letras, doloridas, si se quiere, con hermosísimas palabras, patéticas, conmovedoras, sentimentales y románticas. Algunos yaravíes llegan tan al fondo de nuestra esencia, y tanto nos emocionan que nos sería compleja labor si tuviéramos que expresar con ayuda del idioma las vivencias e imágenes que nos evoca.

Mi padre compuso un yaraví que quiero mostrar en este escrito porque siento la necesidad de hacerlo. Lo aprendí, y no yo sola sino también mis hermanos. En una etapa de mi vida viajé y residí en otro país. Cuando fui a la Argentina por primera vez estando soltera, mi hermano Hugo me recibió en su casa. Conversamos intercambiamos noticias y, después de un rato de charla me dijo: ”Violeta, ¿has escuchado esta canción? Y se puso a cantar,… Era el yaraví de mi padre.

Mi hermano también tenía linda voz, y en aquella ocasión la interpretó maravillosamente. Cuando terminó de cantar estábamos los dos inundados de lágrimas. Yo, porque me acordaba de mi padre, y, mi hermano doblemente, por estar lejos de su padre, de su familia y de su país. En algún momento contaré lo de mi hermano Hugo: que mis padres sufrieron mucho por su lejanía ¡es toda una historia! Refiriéndola rememoraremos que nuestros progenitores sufrieron mucho, por su alejamiento geográfico.

Ahora, si me permiten, voy a copiar este yaraví, que tengo en la memoria y lo sé cantar. Es cortito pero, a pesar de su reducida extensión en palabras refleja de alguna manera la sensibilidad de mi progenitor, -ahí va – ¡léanlo!

Es tu voz como el murmullo (bis)
que alza el agua entre las rocas
y es tan dulce que ella evoca (bis)
el trinar del ruiseñor (bis)

Quisiera ser cristal
que miran tus lindos ojos
quisiera ser la estampita
que besan tus labios rojos (bis).

Este, apreciados lectores, es el yaraví con fuga de huayno. Mi padre nos decía: LA FUGA DE HUAYNO PÓNGANLA USTEDES.

Mi padre fue generoso, muy generoso y sensible. Compartía todo con todos. No podía ver a un indigente. Cualquier menesteroso que fuese lo conmovía de tal manera que hacía un gesto de tristeza y no sabía cómo proceder para aliviarle el sufrimiento, mitigarle sus estrecheces, aminorarle sus penurias. Se quitaba lo que tenía puesto para dárselo. Y no solo eso: les daba de comer, les proporcionaba los alimentos que disponía. También, muchas veces vi su gesto de dolor, de pesar, de aflicción que lo invadía. Mi padre- nunca jamás dejaré de decirlo y repetirlo- fue persona excelente, con extraordinaria sensibilidad a flor de piel.

familia2

De izquierda a derecha, de pie:
Mi hermana Dora -la mayor-, mi madre (1914 – 1978), con mi hermana Ida y mi padre con mi hermano Hugo. Sentadas, de izquierda a derecha: mis hermanas Irma y Esperanza
Fuente: Foto (1937) propiedad de la autora de la narración

Si he de abundar en mi narración diré que fue generoso con la gente extraña, sin importarle la condición de las personas, aunque éstas fuesen, repito, desconocidas. Y con sus hijos, ¿cómo fue?. Con nosotros lo fue muchísimo; no sabría decir si más, pero sí que fue muchísimo. En la hora del almuerzo repartía su troncha de carne,… Pinchando con el tenedor y cortando con el cuchillo separaba trozos, y nos los colocaba en la boca, lo que ocurría diariamente, por lo que mi mamá, conocedora de los sentimientos y costumbres de su marido, le servía copiosa y abundantemente.

Me acuerdo que un siete de septiembre -de un año que ahora no sabría especificar-, siendo cumpleaños de mi hermana mayor, sin que mis padres todavía se hubieran levantado, cuando entró al dormitorio mi hermana mayor, Dora. Al verla mi padre le dijo: Dorita” no te he comprado regalo por tu cumpleaños. … Pasaron unos segundos y se incorporó, se llevó las manos al cuello y de allí desprendió su medallón con cadena de oro. Se acercó a ella y le puso la alhaja en el cuello.

Mi hermana siempre lo usó, lo llevó siempre con el cariño del primer momento. Posteriormente, mandó ella engastarlo en un marco de puntas de oro con incrustaciones de brillantes, con lo que obtuvo una valiosísima joya. Por sus seis puntas resultó ser el símbolo de Israel, la Estrella de David.

Yo recuerdo que mi padre siempre se acordaba de esta fecha, y decía:

-Un siete de septiembre yo volví a nacer.

En efecto: mi padre se había ido de paseo con unos amigos, estando por entonces todavía soltero. Se fue a navegar con ellos en bote, al Río Perené. Eran como cuatro o cinco, y el bote se les volteó, cayendo todos al agua. El Río Perené es profundo, muy profundo, y caudaloso. Es uno de los afluentes del Amazonas, y mi padre no sabía nadar. Estaba bien debajo de las aguas, y desde allí vio superficie de la misma. De repente, tocó unos pies que pasaban por arriba de su cabeza, y se chapó uno del que se asió fuertemente. Era uno de sus jóvenes amigos. Los otros, habían subido de nuevo al bote, y al joven que jalaba a mi padre lo ayudaron también a subir. En estos quehaceres estaban cuando uno de ellos le preguntó:

– ¿Y Jaime?

Su respuesta fue el silencio, un silencio entendible porque le contestó sin hablar. Con toda la agitación del mundo atinó sólo a estirar su mano señalando con el dedo hacia abajo, allí donde mi padre se hallaba sumergido. Metieron las manos, lo agarraron y lo sacaron desfallecido, más muerto que vivo; en realidad casi muerto.

Siempre se acordaba en esta fecha -siete de septiembre-, y no dejaba de reiterarnos los sucesos tan sobrecogedoramente vividos. Decía:

– Volví a nacer,… Yo vi la muerte, pero no me dejé atrapar porque quería vivir. No interrumpí el pataleo de mi amigo, por el contrario: le ayudaba a patalear porque sabía que su esfuerzo nos salvaría a ambos.

También era confiado, demasiado diría yo. Creía en la honradez de todas las personas. Nunca, cuando nos chapaba una mentira no nos acusó jamás de mentirosos, sino que nos exhortaba para que nos rectificásemos nosotros mismos.

Violeta
Con mi hijita Violeta del Carmen y con mi sobrino César en brazos
Fuente: Foto (1974) propiedad de la autora de la narración.

Una vez, un sobrino suyo fue a la casa, y le pidió prestado cierta cantidad de dinero. Mi padre, al ver que mi primo no sabía la cantidad exacta, en exceso de confianza que en los actuales tiempos ya ni se estila, mi padre le extendió un cheque en blanco.

Nunca fuimos gente de dinero, de recursos, menos de caudales, pero nunca nos faltó nada. Él tenía una frase que nos reiteraba siempre, y nos la pronunciaba cargándonos y besándonos:

– ¡Nosotros somos millonarios!

Como yo no me lo creía, también decía de mí que era millonaria. Yo me imaginaba que tenía mucho dinero, pero, pasando el tiempo, con los años me di cuenta que él se refería a algo más valioso que lo meramente metálico, como es la unión de la familia. Esta ha sido una de sus grandes enseñanzas.

Por ello mismo, siempre estuvimos seguros y protegidos con mis padres. Sabíamos que nunca nos faltaría qué llevarnos a la boca. Nos sentíamos sanos, admirados y apreciados por la gente que tuvo relación con nosotros, Vivíamos en pueblo chico y nos conocíamos todos, pero igual habría sido de haber vivido en una gran ciudad. Nosotros, en una palabra, éramos sus hijos, para él los más bellos y hermosos del mundo.

Creo y pienso que nombraré a mi padre a lo largo de este mensaje, todo lo que para mí significó, al igual que mi madre, de quien escribiré en otra oportunidad.

Violeta Jaime
Lima – Perú