Tertulias y Tertulios

En los tiempos actuales las asociaciones, clubs -clubs, no clubes-, círculos, peñas y demás agrupaciones, asambleas y cofradías se hallan un tanto o un mucho venidos a menos, como si con el paso de los años las personas sistemáticamente hubiesen perdido aptitudes para unirse, habilidad para reunirse; como si fuera arduo estrechar vínculos y relación directos en el aquí y ahora… ¿Será que el género humano olvida su capacidad de contacto personal? Cierto, existen la TV, el internet, vídeos, películas en casa a voluntad en el momento que uno elige, y otras ventajas de la modernidad que promueven el entretenimiento y placer solitarios, sin que la expresión entretenimiento y placer solitarios sea peyorativa sino que se refiere a que ya no nos resulta necesaria, y tampoco deseamos la vecindad ni cercanía inmediata de los unos para con los otros… ¿Quién duda ahora que con frecuencia aquél que reside en las antípodas se encuentra más en contacto con el amigo que el compañero que vive en el inmueble de al lado?

Qué lejanos quedaron los tiempos aquéllos en que un simple intercambio epistolar franqueado por correo tomase semanas y hasta meses en su ida y vuelta entre Europa del Norte y América del Sur. Menos aún por entonces deparaba grandes ventajas la llamada telefónica intercontinental toda vez que, aparte de lo oneroso del servicio, la voz sufría altibajos en su recepción, no siendo raro que los conferenciantes concluyeran más desinformados, más desorientados y turulatos que cuando empezaron. En condiciones normales ahora el skype lo soluciona todo.

Siguiendo la misma dialéctica de progreso, nos encontramos con que cada día son menos los que redactan cartas manuscritas, con el consiguiente desmedro de caligrafía y ortografía. Reemplázase las palabras completas por otras a medio escribir, como en el e-mail, por celular, etc.; las suplen por signos inconclusos, por símbolos presumiblemente matemáticos que sustituyen términos, y por trazos que nada tienen que envidiar a los más intrincados y enrevesados jeroglíficos del antiguo Egipto anteriores a la revolución de el-Amarna, tanto que para descodificarlos pronto habrá dos caminos fundamentales que escoger: ser un Champollion forzoso o, volverse imprescindible acudir a las más activas agencias de espionaje internacional para desentrañar lo desentrañable. Paralela a la pobreza escrituraria se da la indigencia mental, que manifiesta sus penurias en esa oralidad que oyéndola es para echarse a llorar. Lo real es que si no se dice nada no se calla por discreción ni por prudencia, sino por falta de pensamiento, ideas y reflexiones. Si creen que exagero sólo tienen que escuchar cómo hablan la juventud y la niñez de los tiempos actuales, así como no pocos adultos que tuvieron la suerte de nacer y crecer en tan renovadoras condiciones. Con avances de tanta bonanza damos por descontado que las sociedades enriquecerán el número de insociables o antisociales, huraños, retraídos, huidizos, tímidos, misántropos, esquivos, misóginos, intratables, irritables, coléricos, irascibles, estresados y resentidos.

¿Habrá tenido algunos de mis lectores que explicarle a un niño o a algún muchacho que qué es una carta, que qué es el servicio postal, que para qué sirve éste, cuál es su razón de ser y cómo se utiliza?

Hay también la contraparte, aquélla que individual o colectivamente alienta y acepta el apego y amistad entre los seres humanos -la vejentud-, aquélla que activa la fraternidad entre los hombres. Existen todavía asociaciones de barrio o de distrito o de la jurisdicción de lo que fuere que sobreviven a pesar de los graves vacíos que doña Pelona con su guadaña van dejando. Da gusto, de veras, comprobar que, aunque quizás no sean conscientes de su papel, por sus sistemáticas reuniones cumplen la función de proteger, preservar y transmitir algo tan hermoso como el acervo, dichos, sentencias, aforismos, máximas, proverbios, expresiones y espíritu de nuestra tierra natal, que es tanto como vivir felicidad propia y estimular la ajena.

Cuando rememoro estas instituciones, espacio preferencial ocupa en mi espíritu el Club Social Independiente Salaverry, club de mi adolescencia, club de barrio del Callao, que hoy como entonces queda en la primera cuadra de Libertad. Aquellos años de mi estrenada juventud, felicísimos y ubérrimos en gratas experiencias se hallan ligados al Club Salaverry. Sus visitas son bálsamo para mi mundo interior, donde se agolpan no tristezas sino esencias de inefables e inmarcesibles alegrías. Para mí ascender por sus gastados escalones de madera es como para el alma remontarse al eterno Edén de las delicias.

fiestaVista de una parte de la reunión de diciembre en el Club Social Independiente Salaverry a la que asistí.

Fuente: Álbum personal

Otro de estos cenáculos o gremios de camaradería es el Club la Boya, que hace seis decenios surgió de un grupo de amigos que reuníase en el Chifa Cantón, ése que quedaba al costado del Cine Porteño, allá en la tercera cuadra de la Calle Lima, Chifa Cantón que el tiempo, la crisis económica y política, y los alcaldes chalacos convirtieron en nada, si es que hay algo susceptible de evolucionar al estado de lo absoluto no ser, de no estar y de no haber.

Abundando en información, en principio el Club la Boya se reune el tercer jueves de cada mes, y lo hace cumpliendo uno de los más ansiados instante de todo varón, como es el sagrado acto del almuerzo, de refrigerios que dan pie al diálogo y al coloquio y alas a la evocación, a la recapitulación de tiempos idos, todos de muy grato recuerdo, como son los que nos proporcionan esos instantes de concordia y esparcimiento.

Confirmado el día de la asamblea, sus socios concurren al punto geométrico ubicable en algún recinto holgado, alguna terraza, algún mirador, alguna cofa de mástil de velero en tierra, de balcón con amplios ventanales de local de club, que puede ser el del Canottieri de La Punta, donde verifícase la masticación y digestión que vese facilitada por humectación de líquido elemento madurado en pipas, barricas, cubas o toneles, de lo que los circunstantes damos solemnemente fe.

fiesta2Club la Boya en su sesión del lunes 29 de diciembre de 2014, celebrada en el local del Club Canottieri de La Punta.

Fuente: Álbum personal

Recuerdo la última reunión gastronómica de fin de año. El día había amanecido trasparente. El Sol derramaba sus jubilosos rayos desde el oriente despertándonos del sueño del inicio del verano congregándonos en el referido lugar de la cita. Compañera del Astro Rey, la brisa marina de Cantolao insuflábanos energías inéditas. Surcaban gaviotas y patillos los espacios azules, aves alborozadas, generando algazaras casi ya perdidas en lo profundo de lo pretérito, allá en el remotísimo horizonte de nuestra infancia, cuya población, aunque imperceptiblemente, va recuperándose merced a la base de acogida de aves de La Arenilla. Paseamos por el balcón de la terraza y observamos los yates anclados a poca distancia de la orilla. Los bañistas habíanse ya desplegado a lo largo de la playa contribuyendo al murmullo con su habitual bullicio. El rumor de los tumbos llegaban hasta nosotros acompañados luego de breve resaca, cuyo retroceso elevaba el susurro de los cantos redondos, de las esféricas durezas líticas a modo de oración a la Madre Naturaleza. Hubo momentos previos para recorrer el edificio y observar las antiguas fotos pendentes de las paredes, retratos de personajes a los que a algunos conocimos en nuestra ya lejana niñez. Allí estaban los maduros de entonces adornados de mostachos, con escarpines algunos aún, con zapatos de hebillas y botones, con chalecos donde se advertían relojes de bolsillo sujetos a su respectiva cadena, con el remate de la leontina que sostenía dije adormilado sobre el vientre. Los anteojos de pinzas en su día debieron despejar la visión de sus dueños. Mientras me paseaba, trascurrieron los minutos. Los comensales empezaron a llegar a la hora acordada, motivando estrechones de manos y abrazos, como es peculiar y característica manifestación de acercamiento en nuestra cultura.

fiesta3Otro ángulo de la misma sesión de almuerzo mensual del Club la Boya, llevada a cabo el lunes 29 de diciembre de 2014, en el local del Club Canottieri de La Punta.

Fuente: Álbum personal

Juntos nos asomamos a observar a los bañistas, a informarnos de los sucesos acaecidos desde la última reunión, a documentarnos sobre lo ocurrido que nos resulta desconocido, y a comentar acerca de lo que fuimos partícipes. Hacia un lado, la Isla San Lorenzo alza su familiar y esbelto perfil, con su faro en el extremos boreal, apagado por la luz del día. Hacia el lado contrario, las grúas del Muelle Sur colindantes al Dársena exhiben inagotable actividad. Los buques entran y salen del puerto en incesante e ininterrumpido tránsito, acoderan a los espigones, tiran amarras y las anudan a sus bitas. Dase inmediato inicio al descargue o a la estiba. El floreciente tráfico naviero, tenaz y obstinado promete prosperidad. Todos nos sentimos dichosos y nos instalamos alrededor del tablero del refectorio. Así fue ayer. Así es hoy. Así, lo anhelamos, será mañana.

Ricardo E. Mateo Durand

El Callao (Perú)

Tartu (Estonia)