En memoria de mi querido Maestro
el padre William Morris
Los doctores más grandes en la Iglesia se glorían de su Maestro Divino, como un Tomás de Kempis (1380-1471), que en su libro de “La Imitación de Cristo” se dirige a Jesús con estas palabras:
¡Que se callen ya todos los doctores, que me aturden! Háblame sólo Tú, Maestro mío.
En el mundo tenemos maestros beneméritos en todas las ramas del saber, que merecen el respeto y la gratitud de todos, porque son grandes bienhechores de la Humanidad.
Para mí y muchos san antonianos, mi Maestro fue y seguirá siendo el Marianista Padre William Morris Christy S.M. (1910 St. Louis Missouri EEUU – 1999 Arequipa, Perú).
Padre Morris y el autor de esta nota.
En la Universidad Católica de Santa María (Arequipa-Perú, 1963)
Fuente: Álbum familiar
Dejó profundas huellas en nuestras vidas.
Año de 1956, último como director del Colegio San Antonio en Bellavista-El Callao.
Chalaco adoptivo que fundó el Colegio San Antonio de Varones del Callao.
Primer edificio del Colegio San Antonio – Av. Guardia Chalaca (Bellavista- El Callao)
Fuente: Internet
Desde 1928 funcionaba en el Callao el Saint Anthony Catholic School a cargo de la Parroquia Matriz. En 1944 llegó al Callao el Padre William Morris acompañado del Hno. Theodore Noll para enseñar inglés y, a partir de 1945, para hacerse cargo de la sección de varones de dicho Colegio. La sección de mujeres quedó bajo responsabilidad de las religiosas Siervas del Inmaculado Corazón de María.
En el Colegio San Antonio de Mujeres estudiaron mis hermanas: Imelda (Promoción 1956) y, Lillian (Promoción 1967). Lillian cursó sus dos últimos años en el nuevo local de la Calle Lima.
Mi hermana Imelda Guillermina y yo.
Fuente: Álbum familiar
Mi hermana menor, Lillian Arrarte Rodríguez, en uniforme del Colegio San Antonio.
Promoción 1967.
Foto tomada en la calle Zepita 365 (El Callao)
Fuente: Álbum familiar
En 1948 el padre William Morris se dedicó íntegramente al Colegio San Antonio del Jr. Ayacucho. Ese mismo año procuró donaciones y compró el terreno para construir el nuevo local, el mismo ubicado en la Av. Guardia Chalaca (Bellavista – El Callao).
La primera piedra para la construcción del local del Colegio en la Avenida Guardia Chalaca se puso en 1949. El Padre Morris participó activamente en su edificación: trabajó nivelando el terreno con maquinaria pesada y llevando a todos nosotros, alumnos del local del Jr. Ayacucho, a limpiar y despejar la extensa área, que abarcaba una superficie de cincuenta mil metros cuadrados. Caminábamos en fila desde la calle Ayacucho hasta la Calle Lima, y luego torcíamos en la Av. Guardia Chalaca.
Él mismo laboró en la cimentación y erección de la escuela como un obrero más. (Testimonio de Sabino Trinidad Álvarez: el más antiguo servidor del Colegio, desde el año 1944)
Casi a fines de 1949, aún inconcluso el pabellón central, los alumnos de quinto de media, que estudiaban en el local del Jr. Ayacucho, se trasladaron al nuevo Colegio. En 1951 egresaron como integrantes de la Primera Promoción.
Por mi parte, diré que egresé en 1956: Promoción “Martín Manyari”. El Padre Morris realizó la ceremonia de graduación en el Cine Bellavista y el valedictorian fue Ricardo Ruiz Chávez. Se me grabó la oración de despedida del Padre Morris, quien textualmente manifestó: “Nos lo entregaron niños, se los devolvemos hombres de bien”.
Tengo por siempre en mi memoria a algunos de mis compañeros de aula desde la infancia:
Alberto Ginocchio Giraldo, Augusto Crúzate La Torre, Ricardo García Pacheco, Ricardo Ruiz Chávez, Fernando Casos Romarioni, José Badaracco, Atilio Useglio, Víctor Battifora Senespleda, Raúl Pendergast Zapata, Guillermo Salazar Apestegui, Dante Pizzali, Sayán, los hermanos Arévalo, los hermanos Valverde, “Fito” Arévalo, Butrón, Chuchuca, Lizárraga, Mario Borgo Utor, Alor, Albarracín, Alcayaga, Abril, Beltrán, Panizo Poutrat, Zapata, Gálvez, Gamba Malarin, Menacho, Puelles, Beteta, Viña, Valverde, Ulloa, Jorge Reyes Valencia, Guillermo “Willy” Salcedo Ferretti, José Salcedo Moncada, Víctor Ñique Núñez, Martínez, Pedro Pérez Silva y su hermano Carlos, Pedro Pérez Cama, Molinari, Allain, Parra, Quiñonez, Del Carpio Rubio, los Olaya, Rafael Macías Fernández, José Medina Caycho, Montes de Oca, Sakuma, Shimabukuru, Shion, el “chileno” Prieto, Cristóbal Cangahuala Jucalpoma, Yaña, Parra (luego sacerdote franciscano), etc., etc., … Que me perdonen por no citar a todos y por no completar los nombres, sin duda cosas propias de la tercera edad o de la edad de oro.
Paralelamente, recuerdo a los Hermanos Marianistas que fueron parte de mi educación: Paul O. Zeis, John Corcoran, Tomas Helm, Mathias Newell, Allen Portell, Robert Knop, Theodore Noll, Francis Dames, John Sheaan, Williams, Roy Meyer, y el Padre Richard Brand.
“Ya no están y sin embargo vivirán para siempre” en “Peonia” de Pearl Buck
En 1938 el comité del Premio Nobel al concederle el galardón dijo:
Otorgando el premio de este año a Pearl Buck por sus obras notables que allanan el camino a una simpatía humana pasando por encima de las ampliamente separadas fronteras raciales y por el estudio de los ideales humanos, gran obra de arte y retrato de la vida, la Academia sueca se siente que actúa en armonía y acuerdo con el fin de los sueños de Alfred Nobel, para el futuro.
El Hno. Thomas Helm, el autor, mi esposa Hilda y el Hno. Paul O. Zeis, en nuestro matrimonio religioso. Noviembre 27 de 1970. Casino de Policía, Av. Wilson (Lima-Perú).
Fuente: Álbum familiar
Penado 14
“Penado 14” en alusión a una canción conocida por mi santa madrecita, y comentario que utilizaba al leer mi libreta de notas durante mi época escolar en primaria. La explicación clara y directa era de que mi promedio rara vez sobrepasaba el 14 sobre 20. En una ocasión escondí la libreta porque tenía un par de rojos, evidencia de desaprobar igual número de asignaturas; una de ellas fue Iniciación Técnica. Motivo: no presentar un modelo de banco de carpintero requerido por el profesor de esa materia. El Sr. Therpin -o uno de los Therpin-, ex alumno del Colegio, así como otros ex alumnos que el Padre Morris colocaba como profesores mientras estudiaban cursos universitarios. Hubo otros ex alumnos que también se desempeñaron de maestros, como luego sucedió con el Dr. Quiñonez, el Ingeniero Herrera, el ingeniero químico Guillermo ‘Willy” Salcedo Ferretti, etc., etc.
Volviendo al capítulo de esconder la libreta … Fue estando ya en el nuevo colegio, en Guardia Chalaca, en donde solo había un pabellón construido. Llegó el día. Fue una mañana. Al ser llamado por el Padre Morris al pasadizo me encontré con mis padres, con no muy buenas caras, y siendo interrogado por el Padre Morris sobre el paradero de la libreta de notas, que yo decía no haber sido entregada todavía, ello con el fin último de no mostrar los rojos números. EL padre me dijo algo que se quedó en mi mente por siempre: “Chico, siempre viva con la verdad, chico”.
Padre Morris, sus enseñanzas.
Cuando ocurría la ausencia de un profesor era el Padre Morris quien lo sustituía no importaba la materia. El Padre sabía de física, química, matemáticas, y era él quien también entrenaba a la selección del colegio en béisbol, fútbol y basquetbol. Cogía el bate en una mano y en la otra lanzaba la pelota al aire y la zumbaba lejos hasta conseguir perfección en los caches. Luego, lo veía hacer entrenar a los basquetbolistas. Su frase preferida era: “Use el board chico,…¡El board!” … En cuanto a la selección de fútbol, transportaba a los jugadores hasta donde cupieran en su carrito Nash negro, vehículo que también servía para capturar a los vaqueros que estaban en el balcón del Cine Sáenz Peña deleitándose con películas de Brigitte Bardot. Para llevar a feliz término su actividad moralizadora, el padre Morris cuadraba su carro en la puerta del ingreso a balcón, y dejándolo con las puertas abiertas subía hasta la sala misma. Luego de unos cuantos gritos y cierto barullo, salían los faltosos directamente al carro Nash. Similares métodos como éste, que ya no existen, nos ayudaron a establecer responsabilidades entre nosotros. Ahora que me refiero a estos capítulos escolares, a mí nunca me cogieron en quehaceres tales quizás porque no me hice nunca la vaca ni solía tampoco soñar con Brigitte Bardot.
En otra ocasión vi también la sabiduría y rectitud del Padre Morris. Estaba en mi clase uno de mis mejores amigos de la infancia: Ricardo Ruiz Chávez, joven quien al tener a su padre técnico de la FAP enviado a Inglaterra a especializarse en los motores de aviones Hawker Hunter y Camberra, comentaba sobre el oxígeno líquido que se utilizaba en esos aviones de combate. La reacción a sus comentarios en una ocasión dio lugar a que los más grandes del salón, que dicho sea de paso eran bogas o remeros del Regatas en La Punta, cogieron a Ricardo y por sabihondo (tenía toda la razón y estaba en lo correcto), en broma lo lanzaron por una de las ventanas del salón hacia el césped y arbustos que todavía rodeaban el pabellón.
Al ser el incidente reportado al Padre Morris éste cogió a los culpables, entre los que recuerdo a “Mipo” Puelles, a uno de los Usegglio -creo que fue Atilio-, a uno de los Casos Romarioni, al grandazo de Beteta y a otros culpables, todos grandes y fuertes … Como castigo los hizo llevar una silla hacia la cancha de basquetbol y allí en medio y a la vista de todos los hizo levantar la silla por una de las patas y con uno sólo de sus brazos … La sanción fue mantener la silla en lo alto por encima de sus cabezas hasta el límite del esfuerzo. Naturalmente que medida tan efectiva curó a los responsables.
Recuerdo que los bogas al venir al colegio a modo de entrenamiento lo hacían corriendo desde el local del Regatas en La Punta hasta nuestro Colegio de Bellavista. Yo era de los pequeños en cuerpo y también en viveza criolla. Menciono esto porque siempre tanto en el Colegio como en mi barrio de la calle Zepita me ponían de arquero.
Mi deporte cambiaría cuando el Sr. Torres (nuestro profesor de Educación Física, hermano de Gilberto Torres, jugador del Universitario de Deportes), estando yo ya en 4to o 5to de media, al hacernos las pruebas físicas y deportivas resulté saltando más alto y más largo que el resto. Fue allí donde nació el atletismo para mí, por lo que con posterioridad sólo muy de vez en cuando actuaba de arquero.
Tengo en mi memoria al Padre Morris, caminando en su negra sotana rasgada en los filos por las roturas causadas por los alambres de púas que adornaban nuestro colegio; caminaba mientras leía su Biblia, mordiéndose las uñas de su mano derecha, mientras sostenía en la izquierda las sagradas escrituras.
También recuerdo que para Semana Santa o Navidad, él confesaba a todo el alumnado, sin faltar el comentario de algunos alumnos:
– ¿Te recordó la pensión? … ¡Sí!, contaban algunos.
Se decía que en el confesionario (que no era más que el Padre sentado en una silla en medio del jardín principal, un tanto alejado de la larga línea de alumnos esperando su turno), al confesarse con el Padre Morris éste les decía:
– Chico, no olvide la pensión … Chico: dígale a sus padres, Chico.
Ese fue el Padre Morris, hombre que hizo de nosotros ciudadanos responsables allí donde haya llegado su presencia y sus enseñanzas como en El Callao y en Arequipa. El padre Morris fue un bienhechor de la humanidad. Puedo decir que entre las pocas cosas que estoy seguro de responder brilla con solidez el orgullo de haber sido y seguir siendo alumno de un gran Maestro, el Padre Morris, sin ignorar a esos otros hombres Hermanos Marianistas que nos hicieron pensar y actuar sobre el motivo de nuestra existencia y el porqué de nuestras vidas mortales en esta Tierra del Señor. La esencia de sus consejos siempre fue hacer el bien.
El Padre Morris no está ya físicamente, pero ello no significa que murió, como no mueren todos aquéllos cuya sabiduría traspasa el tiempo y sigue guiando a los hombres que fuimos tocados por su rectitud, por sus enseñanzas y por su ejemplo. El padre Morris fue paradigma de hombre bueno e incansable trabajador.
CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR
No es nostalgia lo que me lleva a poner en palabras algo de la historia de mi Maestro, sino el reconocimiento a mi fortuna de haber sido alumno suyo. Mi madrecita lo sabía e hizo todo lo que pudo para matricularnos a mis hermanas y a mí en el San Antonio del Callao.
Mi mensaje: aceptar lo que nos rodea ahora, estando siempre preparados para desafiar las circunstancias que aparezcan frente a nosotros, y navegar como un buen skipper con las nuevas generaciones, hacia el fin último de una vida terrena cristiana, culta, razonando ante las dificultades.
¿Qué pasaría si no existiera un Dios? Respondo: no habría temor ni respeto entre los semejantes. ¿Qué pasaría si no hubiera hombres como el Padre Morris? … El padre Morris, repito, fue un extranjero que llegó a tierras para él desconocidas y sembró enseñanzas de manera cristiana y humilde.
Así como en nuestros tiempos quienes nos veían, aquéllos más experimentados, maduros y adultos que nosotros, quizás pensaran lo mismo: que había una degeneración que los sucederían. Aceptar que algo es diferente a lo nuestro. Si. Tiene que serlo, así está escrito.
No proviene de la conocida Elegía del poeta Jorge Manrique (1440-1478) a la muerte de su padre, el maestro de Santiago D. Rodrigo Manrique:
“Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, contemplando, cómo pasa la vida, cómo se viene la muerte, tan callando. Cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor, y cómo, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor”.
El poeta lo tomó de un libro muchísimo más antiguo: la Santa Biblia.
No digas: “¿Por qué ha sucedido que los días anteriores resultaron ser mejores que estos?”, porque no se debe a sabiduría el que hayas preguntado acerca de esto. Buena es la sabiduría junto con una herencia, y es ventajosa para los que ven el Sol. Porque la sabiduría es para una protección [lo mismo que] el dinero es para una protección; pero la ventaja del conocimiento es que la sabiduría misma conserva vivos a sus dueños.
Eclesiastés, Capitulo 7, versículo 10, 11 y 12. La Biblia de las Américas (LBLA)
Para concluir este homenaje a mi Maestro, quiero acotar que según el libro “R.P. William Morris, S.M. El Insigne Marianista”, de la auditoría del Señor Víctor M. Olguín Salazar, se relata el triste episodio en la vida de nuestro Maestro en la ciudad de Arequipa cuando luego de fundar la Universidad Católica de Santa María y desempeñarse como Rector fue desalojado de la Universidad en el año de 1970, difamado por un grupo de estudiantes y catedráticos, aprovechando una disposición del gobierno militar de esa entonces que, argumentando un afán nacionalista, prohibió plazas dirigenciales a todo extranjero. Por entonces -como lo fue y sintiose desde el principio-, el Padre Morris hacía mucho que ya era peruano y chalaco de corazón.
Fue bajo esas circunstancias adversas que Padre Morris confirmó su apego a la virtud y su grandeza espiritual. Él padeció iniquidades y excesos con serenidad, firmeza, en silencio y sin alimentar rencores. El pueblo arequipeño fue testigo de cargo de su nobleza, humildad y preocupación por los pobres.
En 1981 la Universidad reivindicó a su fundador. El Padre Morris volvió como director del programa de Teología. El inicuo capítulo pasado había servido para confirmar su fidelidad a la virtud.
CONCLUSION
Vivimos a la altura de cada época donde confluyen otros tiempos. De ahí que los sistemas surgen y luego se extinguen, pero dejan huella en el pensamiento dentro del naufragio de los tiempos.
El tiempo que pasó tal vez no fue mejor, pero sí fue diferente. Pensar que todo tiempo pasado fue mejor es pensar que no hacemos más que ir de mal en peor y es por lo tanto un pensamiento pesimista; significa tanto como no creer en la evolución de la humanidad. Fuerza: cuando el mal momento pase, seremos más fuertes y más sabios, recordemos que los únicos hombres derrotados son los que dejan de luchar.
María Luisa Noria Freyre -Marilú-, egresada de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Santa María, resume la grandeza del maestro, así:
“Del Padre Morris te puedo contar que le gustaban mucho los autos; tenía dos muy viejos, pero incluso hasta muy poco antes de fallecer los manejaba los fines de semana y en la semana regresaban al taller… ¡muy gracioso!”
“Siempre fue una persona muy dada a los niños. Gustaba mucho de hacer labor social y sobre todo hacer colegios para educar a niños de muy bajos recursos”.
“En la Universidad todos lo querían, era un tipo sumamente sencillo”.
Federico P. Arrarte Rodríguez
Canadá