CABEZONCITO

Para Santiago Nestor Bailly Narváez

mi amigo de siempre

Hurgando y removiendo los recuerdos en el arcón de nuestra memoria chalaca apareció de pronto la figura de un personaje del que jamás supimos su nombre ni apellidos, salvo su apelativo, entendido éste como sobrenombre: Cabezoncito.

Sería el año de 1955 cuando saliendo yo a encontrarme con los compañeritos del Barrio de Paita-Libertad, en la misma esquina de El Chino de las Tres Puertas que daba a la Calle Paita, vi allí, casi inmóvil, parado con uno de los pies apoyándose contra la pared, a un soldado, muchacho de tez un tanto quemada por el Sol y por la intemperie, al que se le adivinaba apenas egresado de la adolescencia, observando a todo sitio, pero con la tranquilidad y despreocupación que dan la juventud y la conciencia libre de toda pesadumbre. Su estatura sobrepasaba a la del promedio de varones de aquella feliz época puesto que se trataba de un hombre que superaba con ventaja el metro con 80 centímetros de estatura. Era éste de contextura delgada y esbelta, como son o solían ser los muchachos de entonces, sustentados con alimentos naturales, descontaminados, faltos y carentes de química y conservantes, personalidad no desprovista de gallardía varonil, cuya cumbre, testa redonda, veíase adornada de circularidad esférica coronada de pelo prieto, ensortijado, pasudo, que denunciaba lejana ascendencia transatlántica.

De acuerdo a la actitud de los chalacos de entonces, libre de prejuicios, convencionalismos y ofuscaciones, me le acerqué y entablamos conversación. Al poco rato ya me había contado de su origen, de su niñez, de su juventud y alistamiento en el servicio militar obligatorio. No, no recuerdo ya si fue al ejército como voluntario o si lo levaron en uno de esos reclutamientos forzosos que se daban en nuestro Perú, para lo cual no había más que salir a la calle cuando para mala suerte se topaba con un camión del glorioso Ejército Peruano, a cuya carga, sin darse cuenta de lo sucedido, izábanlo a uno a grado o a la fuerza, por lo general a la fuerza, y no paraba hasta el arribo al cuartel designado por los altos intereses de la patria, de lo cual doy fe por experiencia directa. Ocasión hubo cuando quien estas líneas escribe y tenía 18 años, yéndome al trabajo y franqueando la Comisaría de La Legua, paso obligado para tomar el ómnibus de la Compañía en que laboraba, me interceptaron y metieron en la celda de la comisaría, atiborrada ya de voluntarios para el servicio militar. Merced a que demostré que ya estaba inscrito y exonerado por la circunstancia de no haber sido favorecido en el sorteo, fue que me dejaron ir.

Aquellos de la aparición de Cabezoncito eran los tiempos en que de las ventanas del Barrio de Paita-Libertad y de todo El Callao salían las canciones de Los Embajadores Criollos, de Leo Marini -el Señor del Bolero y la Voz que Acaricia-, de Los Panchos, de La Limeñita y Ascoy, de Las Limeñitas, de Irma y Oswaldo y de otros cultores de la música nacional y de Nuestra América:

He pasado por la casa en que vivimos

Que vivimos en un tiempo tan feliz …

Eres como un tronco seco

Que aunque lo rieguen no brota

Por eso Negra te ruego

Que en mí ya no pienses más

https://www.youtube.com/watch?v=b94P1WVIQB8

Por entonces el olor oriundo, intrínseco, inherente y consustancial al Callao era el del guano de las islas, que se esparcía en el ambiente para encanto y arrobo de porteños, pescadores y vaporinos, y traspasaba de lejos la Iglesia Matriz, efluvios nada desagradables por cierto, llegando a varias cuadras a la redonda, abarcando gran parte del Callao que conocimos. Al frente de la Iglesia Matriz y del Malecón arrancaba la vía de hierro del Ferrocarril Central que, pasando por Desamparados proseguía hasta Chosica, San Bartolomé, Matucana, San Mateo, Casapalca, Tíclio, llegando hasta Huancayo en viaje de ocho horas. Continuemos.

 callao querido

El Chino de las Tres Puertas visto desde la Calle Bolivia -con el gallinero de don Humberto Magioncalda en el segundo piso-, en cuya esquina de nuestra derecha vi por vez primera a Cabezoncito, esquina que da a la Calle Paita. La de nuestra izquierda es la Calle Libertad. Para cuando la foto fue hecha, según observamos, la Pajarera donde vivía la Cieguita se había venido abajo por los sucesivos remezones telúricos.

Foto: CALLAO-QUERIDO

Cabezoncito se hizo conocido y querido en el Barrio. Todos lo aceptaron como si hubiera nacido en algunas de las casas del perímetro de la Plazuela de Paita-Libertad, o por sus alrededores: Putumayo, Necochea, Castilla, San Martín, Bolívar, Constitución, Paraguay, México, Sucre, etc.; como si de niño hubiera jugado pelota sobre su adoquinado, roto vidrios de las ventanas vecinas, hecho travesuras, diabluras y mataperradas, y recibido también los insultos de la señora doña Cara e Cau-cau o de doña Lucinda o de la Cieguita.

Ya que menciono a tan conspícuas personalidades femeninas expondré que doña Cara e Cau-cau fue una dama que vivía casi llegando a la Calle Montezuma. Tenía el don, sin duda divino, consistente en atraer pelotas cuando pasaba por la Plazuela de Paita-Libertad, donde los muchachos jugaban. Inevitablemente ya fuese en trayectoria directa o parabólica, la redonda salía disparada a la nuca de tan venerable dueña, deshaciéndole el esmerado moño, que más parecía falso que natural, igual que la peluca. Desquitábase la ofendida humillando al culpable, recordándole presuntas procedencias prostibularias de la autora de sus días. Le decían la Cara e Cau-cau debido a que su rostro era tan rugoso, granuloso, agrietado, cuartelado, resquebrajado y desigual que resultaba fiel reproducción y copia del estómago de mamíferos rumiantes, similares a los que la madre de Darío preparaba en el brasero sus pancitas y choncholíes, de lo que alguna vez trataremos.

En cuanto a doña Lucinda, zamba de pura cepa, fue dama cuyo domicilio se hallaba en la Calle Bolivia, frente por frente del de mi amigo Néstor Bailly Narváez. De niños, Néstor y yo nos sentábamos en una de las dos escalinatas de ingreso a su casa, especie de cofa desde donde avistábamos las parejas que requerían lugar apropiado, retirado y autónomo de las miradas indiscretas para la ejecución del antediluviano y remotísimo acto amoroso, con lo que queda dicho que doña Lucinda alquilaba por horas, ¿o a destajo?, ¿o a tanto por cuanto?, ¿o a cuánto por tanto? o a cualquier otra modalidad de pago según conviniera, los dos o tres cuartos de su vivienda, donde su industria comercial y de sobrevivencia había instalado otros tantos catres chirriantes y crujientes, con somier de alambre y colchón de paja que si hubiesen hablado hubieran podido sin duda contar interesantísimas historias que consignaríamos en nuestras crónicas.

Solía ella salir a la calle calzando babuchas de fielto amarronado ya chancleteadas por su uso de decenios. Se desplazaba lentamente, como pidiéndole permiso a las piernas que, según ella, en sus tiempos mozos hizo la locura de no pocos varones a quienes hacíales peligrar la vida trenzándolos en asfixiantes llaves promovidas por arrebatos eróticos. Caminaba, pues, despacio y para mirar, fuese a la banda de estribor o a la de babor, debía plegar velas, sobrepararse y echar amarras a las bitas girando completamente el casco de la nave corporal: por entonces la flexibilidad de sus cuadernas y quilla era narración digna de figurar en crónicas veterotestamentarias:

– Aquí donde me ven ustedes –nos decía a Néstor y a mí-, en mi juventud he usado calzones, sostenes y vestidos que ninguna blanca chalaca de mis tiempos poseía y se hubiera muerto de deseos por ponérselos

… a lo que Néstor y yo asentíamos con la cabeza para dejar fehaciente ratificación que creíamos lo que nos afirmaba, hecho lo cual la dama enderezaba el cuerpo y reanudaba su derrotero a sotavento, que era a la tienda del japonés Koki o a la verdulería-frutería del señor don Mango, que quedaban a escasas diez brazas de distancia.

el puerto de callao

Vista del Malecón y Muelle Dársena del Callao tomada por el autor de esta narración el lunes 02 de mayo de 1966 desde la terraza de la antigua Capitanía, fecha del Primer Centenario del Combate del Dos de Mayo (1866).Paralela al Malecón iba la línea férrea que recorría el tren transportador de guano de las islas llevándolo a los depósitos de Chucuito.

Foto: Archivo personal

Aprovecharé igualmente la ocasión para hablar dos palabras de la Cieguita. Era ésta persona septuagenaria larga, pero de mucha vitalidad, lo que indicaba a gritos que era del Callao y que desde su nacimiento la habían alimentado de pescado preparado en cebiche, aguadito o escabeche. Le decían la Cieguita porque lo era. Vestía con faldón casi hasta los tobillos y con zapatos negros, de tacones, sujetos con pasadores, con lengua que sobresalía un par de centímetros sobre el empeine, como era moda de la época entre las respetables señoras de su edad. Al igual que doña Cara e Cau-cau, la Cieguita coronaba la coronilla de esmerado moño. A modo de faros jamás encendidos, llevaba anteojos redondos, de vidrios negros encuadrados en marco de metal. Vivía en la misma Calle Libertad, casi llegando a la de Putumayo, donde se alzaba un inmueble de tres pisos habitado más que enjambre de avispas, colmena que, como se entiende, era hervidero de gentes de todas las estaciones vitales, con mayoría absoluta de criaturas. Este bien raíz debió de ser modelo y prototipo de las futuras pajareras creadas por la civilización.

Yo la recuerdo cuando salía con su bastón, con el que iba tanteando las irregularidades y oquedades de las veredas de la Calle Libertad. Sucedió que a mediados de los años cincuenta, la Municipalidad o la Junta de Obras Públicas del Callao, o ambas a la vez, emprendieron el cambio y saneamiento de las tuberías de desagüe, para lo que empezaron retirando el empedrado y practicando zanjas de más de metro y medio de profundidad por uno de anchura, que quedaron por mucho tiempo abiertas, en previsión, seguramente, a la posibilidad de que en hipotético conflicto armado internacional fueran usadas a modo de trincheras. La apertura de tales surcos fue motivo de sorpresa para los roedores y mucas peludas del tamaño de gatos -que pululaban en el Barrio-, empezando los roedores a habituarse en el turismo de exteriores. Viéndose inesperadamente a cielo abierto aprovechaban para salir a tomar el Sol y respirar las brisas guaneras. Hago mención de esta importante circunstancia porque la Cieguita dejó de confiarse en su báculo, y sacó de no sé dónde un muchacho coetáneo nuestro que la llevaba de la mano a hacer las compras.

El joven timonel la conducía, pues, del brazo, cabreando y esquivando huecos y tratando que la buena señora no descendiera de golpe hasta las profundidades de ninguno de los zanjones. A pesar de la dedicación del imberbe, la vieja lo requintaba, lo insultaba, le jalaba las chiflas, le tiraba cocachos y pellizcaba por quítame esta paja colmando con ello la paciencia del muchacho, tanto que, seguramente, sobrepujó su capacidad de aguante. Cuando ocurrió el punto de inflexión, el mozo la hizo pasar sobre la superficie que había tenido adoquines, pero que ya no los tenía porque los habían retirado, precipitándose la bruja en el vacío y yendo a parar de moño contra el fondo de la concavidad. Varios obreros tuvieron que desclavarla y sacarla tirándola de las calancas chalonudas. Cuando lo lograron, la beata no pudo consumar venganza alguna porque su guía en el Señor se había hecho humo. Dejo constancia que no lo he vuelto a ver hasta el día de hoy. Dicho esto, nos vamos otra vez donde Cabezoncito.

Que Cabezoncito sostuviera relaciones de trabajo con la policía sí que las tenía ya que la Benemérita debió haber empleado constancia y destreza para enterarse de sus andanzas. Hubo, sin embargo, ocasión en que se dedicó a la política, como paso a referir.

Durante la campaña para las elecciones presidenciales de 1962, la misma que culminó en golpe de estado militar, Cabezoncito fue contratado por el Partido Acción Popular para que jugara papel de principal relevancia, que no era otro sino mezclarse con el pueblo y esperar a que apareciese el arquitecto don Fernando Belaunde Terry. Sólo dejándose ver tan simpático y joven candidato a la primera magistratura del Perú en las concentraciones populares donde se oía su verbo encendido y sus fervorosas arengas enfatizadas con el brazo y mano de ¡Adelante!, era la señal para que electrizado por encanto y seducción el gentío lo rodeara, toque clave e instante idóneo en que a modo de gesto espontáneo de la masa emergía Cabezoncito y lo cargaba poniéndoselo sobre hombros. Era el recorrido triunfal del adalid. El referido golpe de estado aguó la fiesta frustrando en los años sesenta las expectativas de Cabezoncito y de muchos otros, pero, en el caso de nuestro biografiado se convirtió en leyenda de su paso por la historia de la alta política nacional. Por decenios mantuvo encandilados a sus oyentes ilustrándolos cómo -palabras textuales- llegó a ser el aguantapedos del arquitecto Belaunde Terry.

Sin duda habrá quienes piensen que personajes como Cabezoncito fueron incorregibles pillos, redomados ladrones en toda eventualidad y coyuntura, sin Dios ni Patria ni bandera, lo que no es verdad. Para demostrarlo referiré lo que sigue:

Saliendo alguna vez mi madre de la Plaza Grande, como también se le dice al Mercado Central del Callao, cargando la canasta de compras se encontró con Cabezoncito, episodio que también ocurrió con Vaga, con el Cojo, con el Tuerto y con algunos otros prohombres del Callao de entonces. El Cabezoncito se ofreció para llevarle el canastón hasta la casa, a lo que mi mamá aceptó gustosa quedándose en las inmediaciones del mercado para atender otros asuntos y gestiones. El Cabezoncito cumplió su promesa a plenitud y cabalidad. Ocurrió que poco después mi mamá lo vió y le reiteró su agradecimiento, a lo que el encomiado le preguntó si no había tenido miedo que desapareciese con la canasta:

– ¡Cómo se te ocurre, hijito -le respondió mi mamá-, que voy a desconfiar de ti, si sé que eres un excelente muchacho! … Muchas gracias, otra vez, Cabezoncito, y que Dios te lo pague.

Más de cincuenta años han transcurrido y muchas cosas han cambiado en El Callao, algunas lamentablemente desaparecieron para siempre, pero perduran incólumes, intactas y nítidas en la evocación las figuras y el recuerdo de Cabezoncito, Vaga, el Cojo, el Tuerto, doña Cara e Cau-cau, doña Lucinda la zamba, la Cieguita, las hermanitas Chalona, el maestro Angulo, Jocobo el Leñador, el carpintero Taboada, don Humberto y su gallinero, y otros personajes de nuestro reputadísimo Barrio de Paita-Libertad.

Aquí acabo con Cabezoncito dejando caer la tapa del arcón, de nuestra auténtica veta y filón de tesoros, del achivo de nuestras gratas remembranzas, y será hasta la próxima.

Ricardo E. Mateo Durand

Tartu (Estonia) – Comunidad Europea

El Callao – Perú

JORGE LIZARBE EN UN TESTIMONIO

Gracias a una de esas gratas casualidades que nos depara esa costumbre de viajar por internet, me he encontrado con las precisas y emocionadas palabras con que Roberto Martínez Durand se refiere al profesor Jorge Lizarbe Valiente. Y después de compenetrarme en ellas, no he podido evitar permanecer un rato largo frente al teclado de la computadora, pensativo, embargado por muchos recuerdos.

Y es que una marejada de gratos sentimientos desataron en mí y revivieron en mis recuerdos  una historia que  deseo compartir y que tal vez tú, amable lector, sientas la curiosidad de acompañarme leyéndola. Digamos que más que una historia extensa y compleja, es una anécdota o un episodio en la vida de un adolescente típico de cualquier puerto de los tantos que hay en la costa peruana.

Sí. Y no exagero cuando empleo un término tan generalizante como decir “típico”. Será tal vez porque vivir en cualquier espacio de la costa peruana, nos perfila con un mismo estilo. Y es que todos nuestros pueblos anclados al pie del mar se parecen tanto, que podemos dormirnos en cualquiera de ellos y, al día siguiente, despertar en otro con la sensación de estar en el mismo lugar del universo: el mismo paisaje del mar frente a nosotros con su infinito sonido de olas, islas en el horizonte, aves marinas en el cielo, siempre un malecón, siempre un muelle, siempre chicos en la playa. Y gente que es la misma, por su manera de hablar, su trato, su idiosincrasia.

Pues, bien. Este adolescente había terminado a regañadientes el primero de secundaria en un colegio nacional. Consideraba que ya tenía la suficiente instrucción para desenvolverse en la vida: sabía leer, escribir y conocía las cuatro operaciones básicas de la aritmética. ¿Para qué más?  ¿Para qué torturarse con los libros, la asistencia a clases, las tareas, los cuadernos al día?

Como resultado de estas reflexiones, había decidido no estudiar más –“Total, no todos hemos nacido para el estudio”, alegaba-. Más práctico, productivo y sin torturas mentales, resultaría dedicarse a una ocupación manual. Por ejemplo, mecánico para ganarse la vida. Y cuando lo matricularon en el segundo de media, le anunció a su abuela –que lo criaba desde sus cinco años- que ya no estudiaría.

Con este propósito alimentando su ánimo y para no contrariar a la amada anciana, asistió al primer día de clases, sin imaginar que ese día conocería a un auténtico maestro que cambiaría el rumbo de su existencia: Jorge Lizarbe Valiente.

Don Jorge Lizarbe, en ese entonces, dictaba el curso de Historia del Perú, curso que sólo era un pretexto para estar en contacto con los jóvenes, pues lo que él enseñaba era ”estudiar para la vida” como solía decirlo. Cada pasaje o cada cita era una oportunidad para abrir puertas y ventanas -y hasta rendijas- en la curiosidad de sus alumnos. Y  extenderse, a través de ellas, en enseñanzas que no estaban en los sílabos ni en los temas oficiales.

Es así cómo, desde ese primer día, puso en juego su primera estrategia:

– Diez minutos antes de que termine la clase, vamos a dedicarlos a un tema de cultura general –anunció en medio del silencio expectante del 2º B, considerado por los otros profesores como el salón más indisciplinado del colegio-. Vamos a tratar de asuntos que no están en los textos escolares, pero que ustedes deben conocer porque se estudia para la vida y no solo para el examen.

Desde esa primera charla de cultura general –y con las demás-, “Manzanita” Lizarbe –como le pusieron por su rostro de permanente rubor encendido- encandiló a sus alumnos. Al punto de que, cuando sonaba la campana del colegio anunciando el recreo, los mismos alumnos le pedían que continuase. Y cerraban las puertas para que no estorbara el bullicio que alborotaba los pasillos y los patios con los alumnos de otros salones en recreo.

La explicación estaba en el interés que los temas planteados despertaba en los los alumnos –todos varones- y en el cautivante estilo en que el profesor Lizarbe los exponía.

En una ocasión, por ejemplo, había dicho:

– Hoy vamos a tratar sobre educación sexual. Algunos de ustedes ya pasan de los veinte años y, de repente, se casan antes de terminar la media –en efecto, en ese tiempo y en provincias, había jóvenes de esa edad desde el inicio de secundaria-.

Pero, la charla que él daba sobre este tema no era una charla informativa sobre la fisiología humana. Era un enfoque diferente, más bien sobre la actitud de una ética sexual que todo hombre debía asumir:

– Ustedes no son bestias, no son animales, no son puro instinto. Ustedes son seres humanos y deben tratar con amor a una mujer desde la noche de bodas, con la consideración que ella merece –empezaba diciendo. Y continuaba con sabios consejos sobre lo que era una conducta moral y de respeto en el sexo, derrumbando mitos, complejos, inseguridades, y transmitiendo conocimientos.

O desarrollaba los episodios de la Revolución Francesa, cual si fuera una novela por entregas de Alejandro Dumas o Víctor Hugo con el desfile de un deslumbrante casting de roles heroicos, como: Voltaire, Rousseau, Robespierre, Dantón, Marat. Montesquieu, Luis XVI, María Antonieta:

– ¿Saben quién era el más bello de la corte?-preguntaba-. Saint Just –respondía –y al instante, José Villafán se ganaba el mote de Saint Just-. ¿Y saben cómo el poeta Rouget D’Lisle creó el himno La Marsellesa?

Las puertas a la hora del recreo seguían cerradas, mientras los principios de libertad, igualdad, fraternidad (…¡o la muerte!), la toma de la Bastilla,  el reinado del terror con más de 10,000 guillotinados en un año y entre los que estaban muchos de los revolucionarios, poblaban la imaginación de los alumnos por obra del maestro en charlas  que se convertían en clases de iniciación política, de cultura y de valores morales.

En medio de todo esto, el adolescente de nuestra historia fue descubriendo que los estudios atesoraban un infinito horizonte de conocimientos que sobrepasaban las limitadas metas de únicamente saber leer y escribir y conocer las cuatro operaciones elementales de la aritmética.

Por su parte, el profesor Lizarbe por las intervenciones que propiciaba en clase y los trabajos escritos que pedía, creyó encontrar en ese alumno potencialidades que valían la pena desarrollar.

– Tienes cualidades de escritor –le dijo un día, sosteniendo entre las manos una asignación escrita que le había pedido-. Si tú quieres, podrías ser un buen  poeta o un escritor. Esta noche voy a dar una conferencia en el Club Social y necesito que alguien me acompañe, recitando unos poemas míos que van con mi presentación.  Sé que tú podrías hacerlo muy bien, ¿me acompañas?

El alumno aceptó y fue el inicio de otras presentaciones al lado del profesor y poeta Jorge Lizarbe. Esto lo motivó para escribir poesía y ese año ganó los Juegos Florales del Colegio.

Las motivaciones que Lizarbe prodigaba en este joven estudiante fueron continuas, encontrando respuestas satisfactorias. En una oportunidad, con motivo de un concurso de periódicos murales en el plantel, hizo que lo nombraran director de El Palomilla, emblemático nombre elegido por él para el periódico del más “movido” de los salones.

En su calidad de director, el joven periodista escribió originales editoriales y notas. Y cuando al puerto llagaron Los Panchos –corría el año 50- el estudiantil reportero se las ingenió para ingresar sin pagar al teatro, llegar al camerino del famoso trío y entrevistarlo, llevándose una foto de los boleristas con una dedicatoria de ellos para los lectores de El Palomilla y la firma de los tres.

Además, la fecunda actividad de Lizarbe trascendía las aulas. Reorganizó la biblioteca municipal, hizo que atendiera por las noches para facilitar que los estudiantes la visitaran y comprometió al adolescente de nuestra anécdota en la tarea de atraer lectores. Así como también lo comprometió para animar –como locutor y cantante, con su conjunto musical que tenía en el puerto- desde la “radio” que Lizarbe creó para transmitir cultura y que se propalaba desde los altos de la municipalidad, con sólo parlantes en los postes de la plaza de armas.

Lamentablemente la presencia del profesor Jorge Lizarbe Valiente en el Colegio Nacional “San Martín” de Pisco duró sólo ese año 1950. Su vocación de auténtico maestro la volcó en su Callao Querido y sus alumnos pisqueños tuvieron que continuar sin él.

Pero, con positivas enseñanzas que transformaron destinos, como el del adolescente de esta historia, que siguió ganando todos los Juegos Florales del colegio y la provincia hasta que terminó la secundaria. Y dejó de lado sus planes de ser mecánico: ingresó a la primera universidad del Perú, se hizo periodista, ganó premios literarios a nivel nacional e internacional, publicó libros, sin olvidar nunca al maestro que cambió su vida.

Y con este testimonio y con gratitud, pongo el punto de cierre a esta nota.

José Hidalgo

Premio Íberoamericano “Cristóbal Colón” de Novela

Jorge Lizarbe Valiente

Este jueves 17 de abril, se cumple el centenario del nacimiento del insigne chalaco Profesor y Maestro don Teófilo Jorge Lizarbe Valiente (17.04.1914 – 12.12.1975), de quien tuve la inmensa suerte de ser alumno y discípulo en el Colegio Italiano, cuando estudié el primero y segundo de secundaria (1957-1958). A través de estas breves líneas quiero renovarle el infinito agradecimiento que le guardo.

El Profesor don Jorge Lizarbe Valiente fue hombre de estirpe de educadores ya que su madre fue también Maestra y Educadora chalaca. El Profesor don Jorge Lizarbe Valiente, como su progenitora, dejó profunda huella en el espíritu de quienes fueron sus alumnos así como en la docencia de la época de nuestra ciudad natal. Don Jorge Lizarbe fue, pues, fiel tanto al abolengo y legado familiar como a sí mismo: forjador de espíritus e intelectos libres, nutriolos con la savia de su sabiduría, de su dedicación por el conocimiento y la ciencia, y por su entrega sin medida en pro de la verdad y la decencia.

No hay pluma capaz de describir el regocijo y complacencia que causaban sus intervenciones. Sus clases eran esperadísimas, a las que jamás faltó él porque dentro de sus virtudes también estuvo la de la puntualidad. Debido al riquísimo bagaje de conocimientos y experiencias ganados en el decurso de su existencia ya desde muy niño, y a su natural capacidad expresiva, supo ponerse en contacto y llegar al corazón y al intelecto de quienes lo escuchaban. Las lecciones que impartía, como sus anécdotas, sin perder la rigurosidad y disciplina de sus asignaturas, fueron manifestación de la belleza de sus sentimientos, de lo que él guardaba con mucho cariño en el alma y cultivó con esmero para beneficio de la juventud chalaca.

El Callao será ingrato y olvidadizo, como hasta ahora lo ha sido con don Jorge Lizarbe Valiente y con otros prohombres de su talla, mientras una calle, plaza, escuela o biblioteca, o todo a la vez no lleven su nombre para ejemplo y reparación de las presentes y futuras generaciones de nuestra ciudad natal. Esta enmienda nos devolverá la confianza de que El Callao se chalaquiza y avanza.

El Profesor don Jorge Lizarbe Valiente se halla en el Reino de los Hombres Buenos, en el cariño e imborrable recuerdo de sus discípulos y en la memoria imperecedera de nuestro Callao.

Ricardo Elías Mateo Durand

Tartu

Estonia

Como homenaje, la página cultural EL CALLAO se complace en publicar nuevamente:

PAN DE FAMILIA

don Jorge Lizarbe Valiente

A mi inolvidable Maestro don Jorge Lizarbe  Valiente

chalaco ejemplar

17.04.1914 – 12.12.1975

In memóriam

Sí, decididamente he tenido suerte en la vida, también y especialmente con mis maestros de escuela en mis años de niñez y adolescencia, sobre quienes iré esbozando semblanzas acerca de su genio y figura. Una de las personalidades más atrayentes, que recuerdo envuelta en una aura mágica, fue Jorge Lizarbe Valiente. El profesor Lizarbe fue hombre de saber enciclopédico, de erudición y cultura profundas, amplias y elevadas. Sin esfuerzo, de manera natural y espontánea llegaba a su auditorio fuera éste de la condición y nivel que fuese. Siempre ecuánime, equilibrado, imparcial, respetuoso y objetivo, por decir lo menos acerca de su persona y de su condición de formador de espíritus e inteligencias.

Estando en primero y segundo de secundaria en el Colegio Italiano Santa Margarita (escuela por la que profeso mucho cariño habida cuenta que allí me inicié en jardín de la infancia en 1949), por el 1957 y 1958, respectivamente, lo tuvimos de maestro de gramática y literatura, disciplinas que, bajo su apostolado y docencia, catamos, paladeamos y degustamos con verdadera satisfacción.

Fachada del Colegio Santa Margarita ubicado en la Calle Alberto Secada Fuente: Internet
Fachada del Colegio Santa Margarita ubicado en la Calle  Alberto Secada Fuente: Internet

Nuestro salón de clase ubicábase en el segundo piso, subiendo las escaleras de madera, a la mano derecha. Quedaba justo encima de la capilla que por entonces disponía el colegio.

Estudiaba con nosotros un excelente muchacho de apellido Fiestas, un poco lento en reacciones quizás por su mayor estatura en comparación con los demás. Fiestas era flemático, calmoso, parsimonioso. Los compañeros, juguetones como son los jóvenes, e hirientes cuando quieren serlo, lo rebautizaron con el apodo de Burro con sueño. En cierta ocasión que el profesor Lizarbe le formuló una pregunta, como quiera que Fiestas tomase su tiempo en responderla, por lo bajo algunas voces, quedamente, asordinadamente, le soltaron el consabido mote de Burro con sueño, promoviendo risas, con el resultante nerviosismo de nuestro apreciado compañero, que quedó cohibido.

Cuerpo Docente del Colegio Santa Margarita (1957), con el Profesor Dr. Lizarbe en la tercera fila al centro. Fuente: revista del Colegio Italiano
Cuerpo Docente del Colegio Santa Margarita (1957), con el Profesor Dr. Lizarbe en la tercera fila al centro.                                                                                                                                                                         Fuente: revista del Colegio Italiano

– ¿Por qué te callaste? -le preguntó el profesor Lizarbe-;

Porque me están molestando

– ¿Te están molestando, dices?

Sí … Me están molestando.

No hagas caso. Si tú haces caso das a entender que te afecta lo que piensan y dicen de ti. Lo que los demás piensan y dicen de uno es sólo la opinión particular de ellos, no la tuya. Uno debe guiarse por el propio criterio … Jamás pierdas la ecuanimidad y compostura, y tampoco permitas que cambie la disposición de tus gestos, ni demude tu semblante … Te contaré un suceso de mi vida y tú mismo juzgarás las cosas.

Dicho esto, nuestro Maestro se tomó la barbilla con la mano derecha, guardó silencio unos segundos, como reflexionando, como escudriñando en el ámbito interno experiencias personales remotas, esperando el instante y lugar más idóneo para iniciar su narración, que abordó de esta manera:

Sabrás, amigo Fiestas, que desde joven hube de trabajar porque la situación así lo exigía … ¿En qué, me preguntarás?: En lo que fuera, porque del trabajo honrado nadie debe avergonzarse. Uno debe avergonzarse de la mendacidad, del pillaje, del doblez, de la falta de honradez. Yo empecé en  la panificación. Laboré en una panadería y, como los panes deben estar listos desde muy temprano, salidos de la tahona, anticipándose a la hora de ingreso al trabajo de la gente, pues hay que amasar la harina, leudarla, realizar las labores vinculadas a esta actividad y ponerla a punto, lista para el horno. Toda la faena panificadora es nocturna. Me lavaba cuando llegaba la mañana, me cambiaba de ropa y me iba temprano a tomar desayuno, y de allí pues a la escuela, para llegar a la hora y no tardarme. Habiéndome esforzado durante la noche lógico era que me durmiera en clase, que pareciera como distraído en las lecciones, y de hecho me dormía, por lo que a mí también los compañeros me pusieron el sobrenombre de Burro con sueño … ¿Crees tú que me amilané, que me apoqué o que me sentí desalentado u ofendido? … ¡Pues no! Yo seguí adelante, estudiando, bregando contra viento y marea, aprendiendo cosas nuevas, cultivando el espíritu y la inteligencia, porque allí no hay pierde, porque lo que uno lleva adentro -dijo señalándose con el índice derecho primero la cabeza y luego el corazón- es algo que nos pertenece, algo que nadie jamás podrá arrebatarnos, y nos acompañará siempre, mientras vivamos, con la ventaja que se enriquecerá con los años … ¡No lo olvides!

Pasó el tiempo, mi apreciado amigo Fiestas, y cada cual encontró su camino en este mundo. Pude ingresar en la universidad y alcanzar estudios superiores, porque para construir en esta vida lo normal y lógico es esforzarse y tomar las cosas con seriedad. Llegados a este punto, recuerdo que en cierta ocasión el gremio de panaderos, ante posible huelga reivindicativa para que fuesen reconocidos derechos laborales organizó un acto en uno de los cines teatro del Callao, y, conocedores de mi ascendencia en el oficio – nunca perdí relación con nadie –, me invitaron para que fuese orador de fondo.

– ¿Conoces el Cine Pacífico; el Cine Avenida, anteriormente llamado Alfonso Xlll; el Cine Porteño? … ¿Conoces los demás cines del Callao? … ¿Si?

Cine El Pacífico / Archivo Currarino - El Callao
Cine El Pacífico / Archivo Currarino – El Callao

Sí, profesor -dijo Fiestas-.

Bueno … La asamblea se llevó a cabo en el Cine Pacífico. Acudí como uno debe hacerlo, con actitud positiva, circunspecto, prudente, mesurado. Fui como uno debe estar siempre: presentable. Presentable en vestimenta y presentable en modales; respetuoso con uno mismo y respetuoso con los demás. Fui con mi terno, con mi camisa blanca, con mi corbata … Yo era así como me ves ahora, tal vez no alto (que nunca lo fui), pero sí grueso  y macizo, porque son características de mi cuerpo. Lo era menos que ahora, claro … Antes era más joven y ágil … Te agregaré que soy socio fundador del Sport Boys Association, y también fui jugador de su equipo … pero ésta es otra historia.

EQUIPO JUVENIL SBA 1930

Equipo Juvenil del Sport Boys que se impuso al Independiente Chosica, en 1930, lucirán por primera vez casaquillas rosadas. Parados Angulo, Ojeda, Mandriotti, Luna, Larrea, la mascota “Cajamarca”. Prisco Alcalde; hincados Lizarbe, Guillén, Romero, Alvarez, Lorenzo López, Enrique Aróstegui.
Equipo Juvenil del Sport Boys que se impuso al Independiente Chosica, en 1930, lucirán por primera vez casaquillas rosadas. Parados Angulo, Ojeda, Mandriotti, Luna, Larrea, la mascota “Cajamarca”. Prisco Alcalde; hincados Lizarbe, Guillén, Romero, Alvarez, Lorenzo López, Enrique Aróstegui.

EL EQUIPO JUVENIL CAMPEON SBA 1930

Aquí figura el equipo Campeón Juvenil del Sport Boys de la década del 30. Aparecen en la clásica formación Pardo, Mandriotti y Jorge Alcalde, Ojeda, Larrea y Luna; y en la delantera Lizarbe, Westres, Pajuelo y los hermanos Guillermo y Enrique Aróstegui
Aquí figura el equipo Campeón Juvenil del Sport Boys de la década del 30. Aparecen en la clásica formación Pardo, Mandriotti y Jorge Alcalde, Ojeda, Larrea y Luna; y en la delantera Lizarbe, Westres, Pajuelo y los hermanos Guillermo y Enrique Aróstegui

PRIMER TRIUNFO INTERNACIONAL DEL SBA 1931

El 29 de Setiembre de 1931 el Sport Boys logró su primer triunfo internacional al imponerse en el Estadio Nacional al Esparta de Tocopilla 3 – 0 . Figuran de pie Chapell, Lizarbe, Narciso León, Guillermo Aróstegui, Miguel Pacheco, Prisco Alcalde; hincados Mandriotti, Jorge Alcalde, Aquiles Westres, Guillermo Pardo.
El 29 de Setiembre de 1931 el Sport Boys logró su primer triunfo internacional al imponerse en el Estadio Nacional al Esparta de Tocopilla 3 – 0 . Figuran de pie Chapell, Lizarbe, Narciso León, Guillermo Aróstegui, Miguel Pacheco, Prisco Alcalde; hincados Mandriotti, Jorge Alcalde, Aquiles Westres, Guillermo Pardo.

Prosiguiendo mi relato, te cuento, pues, que hablaron todos los que debían precederme, y cuando me llegó el turno de hacer uso de la palabra, no bien hube empezado a pronunciar las primeras frases – todo era silencio, todo era expectación y expectativa -, instante en que uno de balcón, ¡sábelo Dios quién sería ese burlón y ordinario!, a voz en cuello gritó:

¡Cállate, pan de familia!

Por si tú no lo sabes, Fiestas, el pan de familia era uno de ésos de molde, no muy largos pero sí anchos, cuadrados, ¡excelente hogaza para satisfacer a todo un clan! … Indudablemente, ese chabacano balconero me encontró similitud con la famosa y popular barra familiar apropiada para el desayuno y liquidación de cualquier hambre.

¡Cállate, pan de familia!, retumbó su voz en toda la sala del cine, cortándome en medio de una oración, de una frase. Acto seguido, hubo tremenda explosión de risa, de estruendosas risotadas y alboroto … Un estallido de carcajadas duraderas … ¿Que qué hice yo? … ¿Me molesté y abandoné el proscenio?, ¿me fui del escenario cabizbajo, alicaído y consternado?, ¿me ofendí, me resentí?, ¿le respondí malamente? … ¡No! … ¡Nada de eso! … ¡Nada de eso, mi apreciado amigo Fiestas! … Sin alterar mi semblante, porque no había necesidad para transfigurarme, guardé silencio y esperé hasta que la gente agotara su risa, y, como si nada hubiera sucedido reanudé mi discurso una vez que la calma retornó a la sala. Al concluirlo fui ovacionado con mucho entusiasmo, largamente aplaudido por parte del público asistente.

En cuanto a qué ocurrió después, me parece que hubo una nueva ronda de conversaciones entre el gremio y los empresarios, y ambas partes llegaron a acuerdos beneficiosos. Nunca estará demás que repitamos que en esta vida nosotros siempre debemos proceder con rectitud, con deferencia, con consideración hacia los demás y hacia uno mismo. Igualmente, siempre y en cualquier momento habremos de defender el derecho, pero entre éste y la justicia, elegiremos la justicia.

El Profesor Dr. Jorge Lizarbe Valiente, condecorado con la Medalla de Oro por la Municipalidad del Callao. El Sr. don Alejandro Segura Gordillo en momento de imponerle la medalla al maestro y escritor chalaco, autor de:  El Maestro del Libertador; El Corazón de San Martín; Páginas para la Juventud; El Callao, Pueblo de Civismo y Tradición.
El Profesor Dr. Jorge Lizarbe Valiente, condecorado con la Medalla de Oro por la Municipalidad del Callao. El Sr. don Alejandro Segura Gordillo en momento de imponerle la medalla al maestro y escritor chalaco, autor de: El Maestro del Libertador; El Corazón de San Martín; Páginas para la Juventud; El Callao, Pueblo de Civismo y Tradición.

Todos nos quedamos pensativos luego que nuestro maestro hubo concluido su discurso. Las razones generosas poseen la doble virtud del efecto inmediato y del efecto retardado, diferido, ése que hace su labor y echa raíces a lo largo del tiempo, tanto como dura la propia vida y la de las generaciones que nos siguen, por ello nunca nadie olvida las enseñanzas aprendidas en los años mozos, lo edificante, lo provechoso. Tampoco el conocimiento será jamás demasiado ni excesivo: el saber no ocupa lugar. Posee la eficacia de germinar para convertirse en árbol frondoso, en exuberante arboleda, en ubérrima y hermosa floresta.

Nuestro Maestro don Jorge Lizarbe Valiente -Pan de Familia-, retomó el hilo de la clase discurriendo ésta con el encanto y seducción con que las dictaba, hasta que repiqueteó el timbre para el recreo.

Ricardo E. Mateo Durand

Tartu – Estonia

El Callao – Perú

Almas en Pena

¿Habrá escuchado alguien que penan en El Callao? Apariciones que nos hacen presumir que las benditas almas del purgatorio por unos minutos dejaran ese recinto de sufrimientos temporales hacia donde sus pecados las llevaron, antesala del paraíso, para visitar a sus conocidos vivientes, aquéllos que soportan resignados a alcaldes y políticos en nuestra tierra de quejumbres. Para quien no lo haya oído escribo la presente crónica.

El acontecimiento, ¡¿cuándo no?! nuevamente se refiere al Barrio de Paita-Libertad. Posiblemente, también allí en su día pasara inadvertido, salvo en el inmueble que tantas veces he mencionado, que no es otro que el de mi casa natal, pertenencia de mi abuela paterna y de mi familia desde el 25 de julio de 1922. Como otras veces, reitero, he registrado, ubícase justo al frente del portón de El Chino de las Tres Puertas, entrada lateral que da a la misma Calle Libertad. Para noticia del lector, esta edificación consta de dos pisos, altos y bajos, independientes ambos desde que yo recuerdo. Su primigenia y antigua numeración fue 116, pero en la época de mi nacimiento el segundo piso llevaba ya la de 672, y, la del primero, o sea la de la planta baja, la de 674. Ley natural que en la vida todo evolucione, por lo que hace años, sus actuales inquilinos cegaron la puerta correspondiente a los altos, la 672, y dejaron sólo en funciones la de los bajos, la 674, por la que se manejan. Por lo que sé -presten atención porque la acotación resulta de capital importancia-, doy fe que en la Escritura Pública de compra-venta, que lleva la fecha especificada más arriba (25.07.1922), la adquisición del inmueble no incluía fantasmas, espectros ni apariciones, como escuché que sí ocurría con la casa de un amigo mío de la Calle Paita. Hechas estas breves aclaraciones entremos ahora en materia.

Mis memorias se remontan, repito, a aquellos tiempos en que mi familia ocupaba la planta alta, la 672. En la baja, la 674, vivía una señora de nombre Ana, a quien le decíamos señora doña Anita, excelente dama, de trato suave y reposado, y también muy cálido, que por el 1953, ya septuagenaria y próxima para afiliarse al siguiente decenio, al octogenario, falleció de cáncer. Testifico bajo juramento si a ello se me obligara, que siempre vi risueña a la señora doña Anita.

La señora doña Anita era mujer de baja estatura, de contextura más que gruesa, redondeada, lo que se llama gordita; tez muy blanca y ojos azules. Hablaba sin alzar la voz. Usaba peinado a la antigua, con trenzas recogidas en moño, así como peinábanse y se retrataban las damas en el siglo XlX y principios del XX. La recuerdo con mucho cariño porque cuando me hablaba, siendo yo muy pequeño, siempre me decía mi cabecita de oro … ¿Cómo está mi cabecita de oro?, me saludaba cada mañana cuando yo desde la reja la veía lavando los platos en el lavadero del corredor del primer piso.

-¿Está lavando patos, señora Anita? -Por entonces yo no sabía pronunciar platos-.

Sí, mi Cabecita de Oro: estoy lavando platos -me respondía cariñosa y sonriente-.

Que yo sepa, ni la señora doña Anita ni su hijo Reynaldo se quejaron jamás de la existencia de ánimas en pena.

Reynaldo, el hijo de esta señora, muerta que hubo su madre, utilizó la casa de depósito o almacén de cachivaches, hasta que unos cuatro o cinco años después la desocupó y la devolvió a mi abuela. … ¿Sería aquel período de abandono cuando los fantasmas decidieron mudarse a la casa de la Calle Libertad? … Así como años después se hizo popular la invasión de terrenos, costumbre tan peruana que sigue en vigencia cada vez más activa, posiblemente, digo, en ese lapso fue que, adelantándose a épocas posteriores, los vivarachos del Purgatorio abandonaron las cámaras de suplicio de ultratumba que tan buen negocio dio a la Iglesia por luengos siglos, y se domiciliaron en el inmueble de mi abuela Lucha. Pasado un tiempo, por el 1957 o 1958 fue a residir la familia A. L., conocida en el Barrio como Los Rompeolas, sin duda por la complexión sólida y compacta, de peso super completo, superior a los cuatro quintales que lucía cada uno sus miembros. Aquellos no eran tiempos de colesterol ni dietas: continuaba en vigor el refrán italiano que, traducido al castellano aconseja lo que sigue:

Come fuerte

Caga fuerte

Y ríete de la muerte

El señor don Isaac y la señora doña Geraldina formaban un matrimonio armónico, muy bien avenido, y muy unido con su inmensa parentela compuesta por hermanos, primos hermanos, primos de varios grados, tíos y sobrinos carnales y tíos y sobrinos políticos; padrinos y ahijados de matrimonio; padrinos y ahijados de bautismo; padrinos y ahijados de confirmación y, padrinos y ahijados de corte de pelo; padrinos y ahijados de dentición; nietos, bisnietos, tataranietos y choznos; ascendientes y descendientes consanguíneos y por afinidad o colaterales que, por lo menos, sumaban unos cuatrocientos o quinientos individuos repartidos por todo el Perú. Era cosa de ver las fiestas de cumpleaños o matrimonio, o lo que fuere, que duraban dos o tres jornadas con sus respectivas noches -según costumbre añeja del Callao-, ya que resultaba imposible que todos cupieran a la vez en el inmueble.

Pareja circunstancial Fuente: Foto tomada de internet
Pareja circunstancial
       Fuente: Foto tomada de internet

La familia A. L. era, pues, espejo de solidaridad y unión no sólo entre su propia parentela sino con cualquiera que tocara la puerta de la casa en cualquier momento del día o de la noche, sobre todo a la hora del almuerzo o cena. El condumio se preparaba no en ollas sino en pailas y pailones, de tal manera que alcanzaba y sobraba en las circunstancias más inesperadas. Una sola caldera geraldiniana hubiera bastado para alimentar a la ciudad del Callao durante un mes de asedio. Para los refrigerios no servían platos sino fuentes, que alcanzaban dimensiones de batea de medio metro de diámetro. La multiplicación evangélica de panes y peces quedaba en insignificante milagro, en mero prodigio de aprendiz, cotejada con los grandiosos, opíparos y suculentos almuerzos de don Isaac y doña Geraldina. Definitivamente, la cocina rompeoleña era exponente de asombrosas maravillas. Característica a la hora pitancera era la conversación, y especialmente las risas,… ¿risas?: risotadas y carcajadas más impetuosas, estruendosas y atronadoras, con graves amenazas para la estabilidad de los edificios de la manzana, porque producían el efecto de terremoto de 9 grados de la Escala Sismológica de Giuseppe Mercalli, hilaridad y regocijo con que se amenizaba la manduca. Así, hasta los sordos hubieran perfectamente percibido a dos cables de distancia la trituración, molida y desmenuzamiento de alimentos producidas entre dentaduras naturales y postizas, y su consiguiente compañía de risas y más risas, esas que dejan sin aliento, que originábanse con súbitos estallidos, y que a los varios minutos decrecían sin perder su calidad de retumbante particularidad y sello familiares.

¿Y dónde están las almas en pena de ese dichosísimo hogar?, me preguntará el lector impaciente. A eso vamos en este mismo instante.

Fuente: Imagen tomada de internet
Fuente: Imagen tomada de internet

Aquél que discurra por la acera del frente de la referida casa verá que en la fachada, sobre la puerta y ventana de la planta baja, existen sendas aberturas redondas sin derrame, a modo de claraboyas o lucernas, por las que el recibidor y la sala de estar, respectivamente, reciben luz y ventilación. Los tragaluces tienen cada uno una cruz de madera torneada, que, seguramente, el arquitecto puso para ahuyentar a espíritus perversos o, con más seguridad, como garantía para dificultar y obstaculizar el escurrimiento hacia adentro de pericos y salteadores, que siempre abundaron en El Callao. Estas ventanas, aparte de las dos grandes del corredor, y del patio interior del primer piso junto a la cocina, patio interno cuadrado de unos tres metros de lado, servían de día para iluminar las habitaciones.

Mi casa natal Calle Libertad 672 (altos) y, 674 (bajos) Foto tomada en 1946 Fuente: Archivo particular del autor del artículo
Mi casa natal
Calle Libertad 672 (altos) y, 674 (bajos)
Foto tomada en 1946
Fuente: Archivo particular del autor del artículo

A la altura del dintel de la puerta, por la parte interior, la señora doña Geraldina había colgado una perenne mata de sábila o áloe, o de ruda, con el inequívoco propósito de espantar los maleficios y espectros perniciosos, fueran estos inmateriales, de tenue sustancia o de carne y hueso palpables y tangibles. Porque eso sí: la señora doña Geraldina y demás parientes, relacionados y amigos creían firmemente en la existencia de ánimas en pena o almas del otro mundo. Cualquier sabio hubiera podido demostrarles con 300 silogismos la imposibilidad de su realidad, pero no habrían logrado absolutamente nada. Fue este el elemento que me sugirió la travesura.

Tendría yo mis catorce años cuando reflexionando sobre las supersticiones y peculiares creencias de la señora doña Geraldina y su feliz clan, concebí una idea que en ese instante reputé de brillante, la misma que llevada a la práctica fue como sigue:

Tomé un trozo de madera de unos 30 centímetros de largo, por 5 de ancho y 2 de espesor. Con ayuda de una broca le practiqué hueco en uno de sus extremos, amarrándola con pita de varios metros. Así, de noche, colocado yo en una u otra ventana del segundo piso donde vivía, deslizaba la madera, y, columpiándola hacíala entrar por una de las dos averturas redondas a las que me he referido. Una vez adentro, sutil, ligera, delicadamente golpeaba el suelo de la casa del primer piso:

– … Tac … tac… tac… tac

hecho lo cual retiraba mi artefacto de ultratumba y esperaba a que encendieran la luz o abrieran la puerta de calle. Sucediendo tal cosa, rápidamente subía al techo y hacía la misma operación a través del patio interior, ése que dije que quedaba contiguo a la cocina:

-… Tac … tac … tac… tac

Así iban las cosas de bien hasta que en cierta oportunidad la señora doña Geraldina le dijo a mi mamá:

Señora Augustita … Señora Augustita … tengo que decirle algo muy, pero muy serio.

– ¿Algo muy serio?, … Usted dirá, señora doña Geraldinita de qué se trata.

Se trata, señora Augustita, que en la casa pasan cosas raras

– ¿Cosas raras? … ¿Qué cosas raras ocurren, señora?… La verdad es que yo no me he dado cuenta, no he notado qué de anormal puede pasar…

En la casa, señora Augustita,… en la casa … ¿cómo decirle? …: ¡penan!

– ¿Penan?

– Sí, señora Augustita: ¡penan!

Habiendo llegado a esta parte de la conversación, una luz empezó a brillar en el cerebro de mi mamá, quien continuó con sus preguntas:

Le ruego, señora doña Geraldinita, que me cuenté exactamente qué es lo que ocurre, qué sienten ustedes,…:.¡Cuénteme usted cómo es eso, señora Geraldinita!

Hay noches,… ¡¡¡Uyy, qué miedo, señora Augustita…!!!, … Mire, mire cómo se me pone la carne de gallina… Hay noches, señora Augustita, en que se sienten ruidos en casa. Se sienten pasos, pisadas; hay cierto movimiento… Sí, hay pisadas de alguien que se desliza cautelosa, furtivamente a lo largo de las habitaciones, sobre todo en el recibidor y en la sala, junto a la puerta de entrada y junto a la ventana de la sala que da a la calle … No hay nadie cuando nosotros vamos a ver. ¡Pero hay más …!

– ¿Más todavía?

Sí, señora doña AugustitaCuando estamos en estos sitios, revisándolos, examinando cada rincón por si no fuera alguna de esas ratas mucas que de vez en cuando se meten sin invitación, así, porque les da la gana, entonces los pasos vuelven a manifestarse, pero en el patio interior, junto a la cocina y al baño … Ésos del baño me dan qué pensar… ¿Y si alguien se me fue sin hacer sus necesidades, sin haber desatorado la cañería? … ¿Se moriría alguien de la familia por no haberle puesto enema?, … ¿Se iría de este mundo alguno de mis familiares, conocidos o relacionados por no haberle clavado su lavativazo en el momento oportuno? … La verdad es que estamos asustados, atemorizados, aterrados porque nunca antes habíamos tenido tan evidentes muestras de la presencia en nuestra casa de gentes del más allá … Podría también tratarse de algún muerto a quien vestí mal antes que se lo llevaran al Baquíjano …. ¿Quién de nuestros familiares o conocidos nos visitará para transmitirnos qué cosa?, y ¿ por qué precisamente acá, en esta casa? …… La verdad, señora Augustita, que estamos asustados … No sabemos qué hacer … ¡¿Qué nos aconseja usted?!

– Mire, señora Geraldinita: mejor tranquilícese usted y tranquilice a don Issac y a todos … Estemos a la expectativa de lo que ocurra los próximos días o semanas … ¡Yo me atrevería a decir que esas almas deben estar ya satisfechas de sus correrías y no volverán ya!

– ¿Que no volverán? … ¡Dios la escuche, señora doña Augustita! – dijo doña Geraldina con un suspiro de alivio a la vez que cerrando los párpados, cruzando ambas manos y poniéndoselas sobre el corazón –: ¡Que así sea, Virgen Santísima…!

Cementerio Baquíjano y Carrillo (El Callao-Perú) Fuente: Foto tomada de internet
Cementerio Baquíjano y Carrillo (El Callao-Perú)
Fuente: Foto tomada de internet

Luego que se hubieron despedido, entró mi mamá en la casa y no requirió de demasiado tiempo para llegar al fin del ovillo puesto que de sopetón me dijo:

Oye, carajo, ven acá so cojudo: ¡deja de asustar a la señora Geraldina!

¿Yo? … ¿qué he hecho yo?

No te me hagas el caído del níspero … Le estás haciendo creer que en la casa de abajo hay almas en pena … Mira Pupo, te advierto muy en serio: esa familia es de buenos inquilinos, y no queremos que se vayan … Ahora dime, ¿qué hacías para hacerles creer lo de los fantasmas?

Fuente: Imagen tomada de internet
Fuente: Imagen tomada de internet

Una vez que le hube contado reconoció que algo así se imaginó ella acerca de mis artimañas. Por mi parte, contra mi voluntad, hube también de prometerle que para lo sucesivo no volvería a invocar a los espíritus del más allá.

A partir de entonces, para felicidad de la señora doña Geraldina y de toda la estirpe de los Rompeolas, las almas en pena se desinteresaron por deambular en la casa de los bajos haciéndose humo y desapareciendo del Barrio Libertad.

Ricardo E. Mateo Durand

Tartu (Estonia)

El Callao (República del Perú)

Fernando Belaunde Terry “TODOS ESTÁN DESTITUIDOS”

Fuente: Diario La Crónica (Lima-Perú. Octubre 04, 1968)
Fuente: Diario La Crónica (Lima-Perú. Octubre 04, 1968)
Fernando Belaunde Terry y Juan Velasco Alvarado Fuente: Foto de la revista CARETAS
Fernando Belaunde Terry y Juan Velasco Alvarado Fuente: Foto de la revista CARETAS

“La política es tener una idea clara de lo que debe hacerse desde el Estado en una Nación”
 J. Ortega y Gasset

En Lima, capital del Perú, en la madrugada del 3 de octubre de 1968 un contingente militar depuso al presidente Fernando Belaunde Terry; lo sacó del Palacio de Gobierno y lo embarcó en un avión rumbo a la Argentina.

Horas después, el entonces jefe del Comando Conjunto de la Fuerza Armada, Gral. EP don Juan Velasco Alvarado llegó a Palacio de Gobierno para liderar la Junta Militar que dirigió el llamado “Gobierno de la Revolución Peruana”. En un régimen militar que se extendió por los siguientes 12 años.

La Policía de Investigaciones del Perú, conocida como la PIP (hoy integrante de la Policía Nacional, eran los Detectives de Investigación Criminal: Cuerpo de Investigación, Vigilancia e Identificación-CIVIL),  tenía como misión la investigación de los delitos, la seguridad de los funcionarios y el apoyo a las labores de justicia.

Si esa era nuestra función, ¿que hacía yo en el avión de AEROLINEAS PERUANAS que llevaba al destituido Presidente del Perú en el año de 1968? … En este relato me referiré a ello de manera breve.

Por entonces yo era Oficial Segundo PIP (Teniente en mi cuarto año de antigüedad) destacado en la Ayudantía de la DG PIP a órdenes directas del Director PIP el Inspector General Superior PIP Hércules Marthans Garro.

Haciendo recuerdos, me veo que iba sentado al lado del Arquitecto en una fila de tres asientos en el lado izquierdo de la nave casi frente al baño y tuve, aparte del honor de compartir su asiento y su cercanía, aunque defenestrado, de un Presidente, me dieron la tarea de proteger su integridad física y evitar accidentes contra su salud hasta que llegáramos al destino previsto. En ese vuelo, al Arquitecto se le veía como ser humano delirante y apesadumbrado.

– ¿QUÉ VA A PASAR CON MI PATRIA? … ¿CUÁNTA MUERTE Y SANGRE CORRERÁ?

Atestiguo estas y otras expresiones del Arquitecto porque, reitero, estuve con él todo el tiempo de duración del vuelo entre El Callao y Buenos Aíres.
De cómo llegué a esa situación y lo qué pasó antes, durante y después de la travesía es la integridad de este artículo. Trato de respetar la imagen y memoria de todos los que mencionaré, pero evitando nombres o cargos. Debe, sin embargo, quedar escrito para que sirva como elemento de juicio en determinar el quehacer de la policía del Perú en nuestra Patria, estableciendo a la vez paralelos con tiempos actuales en donde a veces pienso que antes que la seguridad interior del país están y van por delante los intereses políticos y personales egoistas de los gobernantes de turno. Los más pobres y humildes están desencantados porque se hallan desamparados. No uso estadísticas, que suelen ser engañosas, más cuando se emplean capciosamente: sólo observo, miro y veo a mi alrededor.

EGURIDAD DEL ESTADO

El policía es el ciudadano encargado de proteger a la comunidad nacional. Su función es prevenir la comisión de delitos y esclarecer actos ilícitos. Las tareas que lleva adelante se orientan a resguardar la legalidad y, por ello, es crucial que su conducta se rija estrictamente por las normas vigentes. Si las fuerzas policiales cumplen con sus obligaciones obtienen reconocimiento y credibilidad sociales. En cambio, cada vez que un  policía transgrede la ley origina fundadas razones preocupantes. Y si se multiplican las conductas abusivas y reprensibles, de manera simultánea se deteriora su crédito social y se socavan las condiciones de seguridad.

Las combinaciones asociadas con los conceptos y aplicaciones de los términos de seguridad y defensa son muchos, tanto en los ámbitos nacionales como internacionales. No sería una exageración decir que es fascinante ver cómo estos dos términos son aplicados, invocados, manipulados, acomodados a las ideologías, retorcidos, a veces hasta ignorados según las conveniencias e intereses abiertos o encubiertos.

Mientras la seguridad es una condición, la defensa es una acción; ambas se enlazan con el desarrollo. Para poder desarrollarnos necesitamos una condición de seguridad y una acción de defensa, pertinente a la Fuerza Armada si fuera necesario. Ninguna debe tener atención preferente y si ese es el caso, la seguridad interior es la mandante, la básica, la primordial. La Policía es encargada de la seguridad interior de un país; de garantizar el orden en la casa y, por ende, la seguridad del Estado.

Así, en el mundo hispano hablante al decir “ahí está la madre del cordero”, uno realmente se refiere a las causas de algo, cualquiera que sea.

El jueves 03 de octubre de 1968 en el Perú un contingente militar mayormente del ejército peruano, desaloja al obligatorio Presidente, toma el control y destino de la nación y ordena a la Policía de Investigaciones a través de la Dirección de Seguridad del Estado que lo lleve a un destino en otro país garantizando durante el viaje su integridad física y asegurándose su incólume llegada y no retorno.

¿Quién no observa la ley? … ¿Quién rompe el orden constitucional?

¿Ambos o todos? … ¿La Fuerza Armada, el Ejército Peruano, la Policía de Investigaciones? … ¿Quién manda y da la orden y quién cumple y ejecuta? … ¿Hay lugar para desobediencia? O ¿hubo un acuerdo previo?

ANTES

Remontémonos al miércoles 02 de octubre de 1968. Concluyo por el momento mis labores del día a la hora de cenar, quizás 6.00 pm o 7.00 pm. El detective peruano en muchos casos no tiene un horario fijo, digamos de 8 a 4 o de 9 a 5; nunca, ni se lo espera, ni se lo sueña. Nuestra labor es 24 horas al día. Cualquier hecho criminal debe ser intervenido. Se come cuando se puede. Se duerme como se puede, y el motor se halla encendido día y noche en la investigación constante de hechos delictivos para dar con los culpables.
Ya en mi casa, en El Callao, llega una llamada telefónica. Se trata de un colega de la oficina, Roberto  Alcantara:

Fico, estamos con orden de inamovilidad, debes regresar a la oficina y llegar acá en el término de la distancia, así lo ha remarcado el Sr. Marthans. No se pregunta más.

Fuente: Album familiar Roberto Alcántara Marín (a mi izquierda) Compañeros de Promoción PIP 1962
                                                       Fuente: Album familiar
                                     Roberto Alcántara Marín (a mi izquierda)
                                          Compañeros de Promoción PIP 1962

Ni idea de la razón o causa, estamos acostumbrados a ello. Si el Jefe llama es más que suficiente: tiene que ser algo bueno en el sentido detectivesco; siempre hay sorpresas, no interesa si son agradables o desagradables; gustamos las sorpresas,… nos ayuda a descubrirnos.

La antesala de la oficina del Director y los alrededores en el edificio de La Prefectura en la Av. España tenían mucha gente, más de lo usual.

Llamados a la oficina del Sr. Marthans. Observo a Jefes PIP de alta graduación. Había algunos en uniforme militar, y distingo un par de caras conocidas, Coroneles EP. Un total aproximado de 20 personas. Estaban el Director de Seguridad del Estado, el Jefe de la Criminal, el Jefe de Informaciones, el Subdirector, los Jefes de Divisiones, etc., etc.

El Sr. Marthans no en su tono usual, sino con un tartajeo que denotaba urgencia, seriedad, solemnidad, y esa ansiedad ante acontecimientos venideros llenos quizás de acción, algo importante y significativo en donde el riesgo es extremo. En cuanto a mí, estaba yo tranquilo; siempre he preferido las sorpresas porque traen la oportunidad de recurrir a lo aprendido y recoger algo de los detectives añejos y trajinados, de esos sabuesos de verdad.

– Va haber un movimiento revolucionario y estamos con el Gobierno Revolucionario, … ¿Alguna pregunta?  …

Así se expresó el Sr. Marthans. Luego de ciertos intercambios con los Jefes y Directores, pidió quedarse a solas con el Sr. Cesar Livia Alva, Inspector General PIP; el Sr. Guillermo Peña Salcedo, Sub Inspector PIP y el que escribe estos hechos: Fico Arrarte, Oficial  Segundo PIP.

– Cesar, Guillermo: vayan a la División Blindada en el Rímac y preséntense al General. … Arrarte va con ustedes. … Pónganse a órdenes del General, … Los está esperando, … Allí recibirán instrucciones precisas. Confío en ustedes y sé que harán un buen papel … ¿Aguna pregunta?

“La madrugada del jueves 03 de octubre de 1968 al aproximarse las 03.00, llegaron tanques del ejército a la Plaza de Armas de Lima, al Palacio de Gobierno. Fernando Belaúnde Terry llamó a los ministros Roberto Dianderas, de Guerra; Jorge Luna Ferreccio, de Marina, y José Gagliardi, de Aeronáutica, y les pidió que se tomaran las medidas más drásticas. El ejército rompió las puertas de entrada e ingresó a Palacio de Gobierno; luego un grupo de militares al mando del comandante Enrique Gallegos llegó a las habitaciones y condujeron a Belaúnde hacia una camioneta que lo llevó al cuartel División Blindada. Otros tanques tomaron el local del Congreso, la Prefectura de Lima, los locales de Acción Popular y del APRA, Radio Nacional, el Ministerio del Interior y las estaciones de Televisión.

A las 5 a.m. los ministros de estado logran reunirse en el Palacio de la Cancillería; faltaban el ministro de Guerra, Dianderas, y de Marina, Jorge Luna Ferreccio. Se acordó que el 2° vice-presidente Mario Polar asumiera la presidencia y se planteó destituir a todos los oficiales golpistas. A la 06.00 a.m. gran cantidad de oficiales de la Policía de Investigaciones rodearon el Palacio de la Cancillería y después irrumpieron violentamente en él. Los ministros salieron del local cantando el Himno Nacional. Mientras tanto en el aeropuerto estaba listo para partir un avión APSA que los militares rebeldes habían preparado para huir en el en caso de que el golpe fracasara, o deportar en él al presidente Belaúnde, si triunfaban.

A las 08.00 a.m. llegó el presidente Belaúnde custodiado por 3 oficiales y 20 investigadores, quienes lo obligaron a subir al avión. El depuesto mandatario fue conducido al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, Argentina.”

Fuente: Extracto tomado de WIKIPEDIA — Juan Velasco Alvarado.

Revisando mis recuerdos sobre este capítulo, no cabía en mi memoria ni en mi imaginación, y estoy seguro que tampoco en las de los Jefes acompañantes, qué sucedería llegando al cuartel de la División Blindada, ni qué detalles habría sobre nuestra misión y participación en este Movimiento Revolucionario. Yo les aseguro que en mi mente no albergaba ni temor ni ansiedad, ni, repito, tenía la más remota idea de cuál sería nuestro actuar hasta llegar a la División Blindada. La persona del Arquitecto Fernando Belaunde Terry no figuraba en mis cálculos.

Al llegar a la División Blindada luego de pasar las inspecciones y revisiones del caso, indicamos que íbamos a ponernos a disposición del General Comandante de la Blindada.

Al llegar nos refirieron al Comandante EP De la Torre Di tolla. En su despacho encontramos a otros oficiales del Ejército en uniformes camuflados y en medio estaba el Presidente del Perú Arquitecto Fernando Belaunde Terry, quien en alta voz y totalmente descompuesto vociferaba:

¡TODOS ESTAN DESTITUIDOS!

Vestía una camisa blanca y un pantalón negro, se le acercaban otros JJ y OO de la unidad y al parecer le ofrecían, bebidas y hasta fue necesario que se cambiara totalmente de ropa.

El Sr. Livia fue llamada a un aparte e instruido sobre nuestra misión y razón de nuestra presencia en este capítulo del movimiento revolucionario.

Fui informado que éramos responsables del traslado del Arquitecto hasta el Aeropuerto, su embarque en una nave, haciendo hincapié en que su integridad física no podía ser vulnerada, y tenía que abordar el avión y que luego, el destino sería de nuestro conocimiento una vez en el interior de la nave.

DURANTE

Transportados en un vehículo militar desde la Blindada hasta el Aeropuerto se hizo un gran rodeo y la ruta elegida fue para minimizar la atención del público en general. Íbamos detrás del vehículo que llevaba al Arquitecto, en donde todos los pasajeros eran oficiales superiores del ejército.

Ingresamos por una puerta de rejas hacia la pista de aterrizaje en donde al final de la misma estaba la nave de APSA. Al descender unidos, ya con el vehículo del arquitecto, nos fue entregado éste mientras el seguía vociferando:

– ¡Todos ustedes están destituidos! … ¡Quiero a los responsables!

Por órdenes del Sr. Livia me adelanté e ingresé al avión y observé que ya había 4 o 5 oficiales del ejército sentados en la parte posterior del avión quienes me indicaron que no deseaban ser vistos por el Presidente. Verifiqué el asiento delantero donde ocuparía su lugar el arquitecto, ingresé al baño del avión y comprobé que no hubiera instrumentos como hojas de afeitar o punzo cortantes o cualquier instrumento que pudiera ser utilizado por el Arquitecto en caso que cruzara por su mente defenderse, atacar o atentar contra su vida. Bajé los escalones y ya el Sr. Livia con el Sr. Peña tenían al Arquitecto al pie de la escalinata observando que a lo lejos venían varios vehículos con gente, al parecer periodistas colgados a los lados de los vehículos, que avanzaban raudamente hacia nosotros. En ese momento el Arquitecto gritando y en un arranque de desesperación se aferró fuertemente a las barandas de la escalinata y se negó y resistió a  subir. Aparece entonces la experiencia del trajinar policial, y el Sr. Livia le indica al Sr. Peña que nuestra orden es subir al avión con el arquitecto, y tenía que cumplirse. Utilizando métodos conocidos para estas circunstancias, el arquitecto es levantado en vilo por ambos detectives, y casi en el aire es subido al avión y ubicado en el asiento delantero cerca a la puerta de la nave. Allí es donde yo me acerco y le ajusto el cinturón al arquitecto, que forcejeaba en forma desmedida, cuando aparece el piloto del avión vistiendo el uniforme de reglamento, y que evidentemente era extranjero norteamericano, y pide instrucciones:

– ¿A DÓNDE VAMOS?

Volteo mi cabeza hacia mis jefes y ellos a su vez hacia la fila posterior donde se encontraban los militares,

– ¡ BUENOS AÍRES, ARGENTINA! – llega el susurro.

¡- A BUENOS AIRES! … le indico al piloto mientras que el Arquitecto trataba de advertirle lo ilegal del vuelo. El piloto ingresa a su cabina y cierra su puerta.

Al estar en el aire ya y sentado al lado del Arquitecto me abundaba en preguntas como:

– ¿QUIÉN HA HECHO TODO ESTO? … ¡DIGAME USTED!, ¡¿QUIÉNES SON LOS RESPONSABLES?! … ¿ESTÁ LA MARINA COMPROMETIDA EN ESTO?

Yo estaba con terno negro ya que mi abuelita no hacía mucho que había fallecido, y el terno fue obsequio de Nelson Valdez Navarro, músico cubano más conocido como Nelson Navarro (autor de Quémame los Ojos y otras conocidísimas composiciones), quien me lo regaló por haber sido el único policía que le dijo la verdad sobre su situación cuando estuvo recluido en la Clínica Maison de Sante investigado por su posible conexión con un capo del narcotráfico de ese entonces, un tal Taramona. Nelson sólo tenía una relación amorosa con la hija de Taramona. Nelson fue expulsado del país hacia su Cuba natal, y yo se lo anuncie evitándole mayores gastos económicos buscando ayuda legal.

Definitivamente el Arquitecto al verme vestido de negro y joven en mi aspecto, con modales corteses y atenciones propias a su investidura, creía que yo era miembro de la tripulación.

No insistió más en sus preguntas, pero pensando en voz alta se lamentaba de su confianza en gente que lo rodeaba y se preguntaba cómo ninguno le había advertido de este asalto a su persona y su investidura. Se lamentaba de las promesas incumplidas con los campesinos del país y su vano esfuerzo de integración de los pueblos andinos con el resto de la nación, su patria.

El Arquitecto, perdida su mirada por la ventanilla de su lado, movía su cabeza y seguía hablando para sí.

En un momento me pidió el uso del baño, me precipité a revisarlo nuevamente y dejé toallas y servilletas a la mano además de otros objetos de higiene personal. Aproveché el momento y pedí consultando con mis jefes, qué responder a las preguntas del Arquitecto:

Nada, sólo trata de recordar lo más importante” , me aconsejaron … Asegúrate que no haga algo indebido o que ponga en riesgo su persona o la de la nave, su tripulación y pasajeros.

El avión era una caverna vacía, no se veía a nadie.

Al retornar a su asiento le ofrecí una taza de café, asintió con la cabeza y le preparé una usando hasta donde veía productos en la cantina del avión; inclusive hice hervir agua, no recuerdo cómo pero lo hice manteniendo también mi atención sobre él y sus movimientos.

No recuerdo cuánto tiempo pasaría hasta que el Arquitecto cayó en un sueño profundo, un letargo pesado, con rostro que denotaba profundo cansancio, y es así que se abre la puerta de la cabina del piloto, y sacando éste la cabeza me llama y me dice:

– Es la Fuerza Aérea de Chile, … Piden que el avión regrese a su origen de partida o que descienda a suelo chileno, el vuelo no está autorizado y está sobrevolando territorio chileno ilegalmente.

Pasé la pregunta a mis jefes y ellos a su vez consultaron con los militares en los asientos posteriores de la nave. La respuesta fue:

– Este vuelo no para hasta Buenos Aires, nuestro destino final … Son órdenes del Gobierno Revolucionario del Perú”

El mensaje lo transmití al piloto de la nave.

Note la preocupación en su rostro así como duda en su accionar, y me confirmo su envío a la FACH.

Yo sólo me preocupaba del Arquitecto y de su bienestar dentro de las circunstancias vivientes, esa era mi misión. Lo arropé con un par de frazadas que encontré en los compartimientos de la nave, así como acomodé su cabeza para su mejor descanso. Seguía durmiendo y de vez en cuando noté que se sobresaltaba en su sueño.

No sé cuánto tiempo transcurrió, no tenía noción del tiempo, sólo velaba por el Arquitecto. Nuevamente sale el piloto de su cabina y sacando su cabeza me dice:

Ezeiza no quiere autorizar nuestro aterrizaje … La respuesta fue igual:

Ordenes del Gobierno Revolucionario del Perú … ¡Consulte a su Administración en Ezeiza!

El Arquitecto felizmente no se enteraba de estos hechos y seguía durmiendo; no se trataba de un sueño pacífico, como era de esperar, sino agitado y tortuoso, así lo denotaba el movimiento de su cuerpo. No estaba reposando, estaba aletargado, amodorrado y aturdido por fuertes emociones; yo lo veía así. Esperábamos no tener que recurrir a alguna clase de asistencia médica. Sin embargo el final del vuelo ya se acercaba y la inquietud preocupante era imaginarse ver la reacción de las autoridades argentinas en el Aeropuerto de Ezeiza.

– ¿EN DÓNDE ESTAMOS?,  fue la primera pregunta del Arquitecto …

– EN BUENOS AIRES, SR. PRESIDENTE …  le contesté.

Aterriza la nave. Abro la puerta y alguien me alcanzó un paraguas. Ya detrás mío estaban los Sres. Livia y Peña. Intenté bajar primero y el Arquitecto me dijo:

NO YO PRIMERO, … ¿ES USTED DE LA TRIPULACIÓN?  …

– NO -le respondí-, SOY OFICIAL PIP …

–  ¡QUÉ LASTIMA!: … ¡USTED TAMBIEN ESTÁ DESTITUIDO! -me sentenció-.
Bajamos la escalinata y al pisar tierra el Arquitecto fue virtualmente arrancado de nosotros por Agentes de la Policía Federal Argentina, hombres grandes y fuertes. En ese instante reconocí el uniforme de la Fuerza Aérea del Perú … Se acerca y nos pregunta:

– ¿QUÉ HA PASADO? …

– UN GOLPE MILITAR  -le contestamos-.

– ¿QUIÉN LO ENCABEZA? … ¿QUIÉNES ESTÁN DETRÁS DE ESTO?  -fue su pregunta-.

– ES TODO LO QUE PODEMOS DECIRLE -fue nuestra respuesta-.

Era el Agregado Aéreo del Perú ante Argentina. Luego se acercaron otras personas con las mismas preguntas. De allí intentamos caminar hacia el interior de la sala del aeropuerto y vimos al Presidente Belaunde rodeado de gente, hombres de la prensa al parecer, además de un gran tumulto de individuos lanzando preguntas e interrogantes.

Se acercaron agentes de la Policía Federal Argentina y nos advierten que no podíamos salir del Aeropuerto porque nuestra situación era ilegal. No teníamos pasaportes, sólo nuestra placa insignia. No recuerdo cuánto tiempo pasaría hasta que retornamos al avión. Ya adentro hubo una serie de preguntas de los militares acompañantes, sin mayores comentarios de nuestra parte.

Entregamos al Arquitecto sano y salvo a las autoridades argentinas. Esa fue nuestra misión. La cumplimos.

En el vuelo de regreso dormitamos un tanto hasta cuando los militares acercándonos a nosotros, con rostros de preocupación. nos pedían si sabíamos algo de cómo iba el movimiento en el suelo patrio. Traté de preguntar al piloto y al navegante en el avión pero… ¡nada de nada! Recién me percaté de que efectivamente era de preguntarse cómo estaban saliendo las cosas, cómo se estaban desarrollando … ¿Cuál iba a ser nuestro recibimiento?

Recordé las palabras del Arquitecto:

– ¡CUÁNTA SANGRE SE VA A DERRAMAR EN NUESTRA PATRIA!

Aterrizamos en El Callao luego de haber recibido de la FACH la misma advertencia cuando cruzábamos cielos chilenos:

– Vuelo no autorizado.

De retorno a Lima, fuimos llevados a la División Blindada y mis jefes dieron cuenta de la misión y su resultado a los Jefes Militares responsables. Al regresar a la Dirección PIP encontramos al Sr. Marthans  echado en un sofá, al parecer no había salido de su oficina desde el inicio de los hechos. Nos dijo:

– YA ME INFORMARON QUE LA MISIÓN FUE UN ÉXITO … CUMPLIMOS CON NUESTRA PARTE,  ¡BIEN HECHO! …TODAVÍA SIGUE LA INAMOVILIDAD -significaba que teníamos que buscar un sitio en las oficinas adyacentes donde descansar y esperar órdenes-.

Al regresa a mi casa, no acierto ahora a precisar luego de cuánto tiempo, y al hablar por teléfono con mi novia sobre mi prolongada ausencia sin hacerle saber sobre mi paradero, frente a los acontecimientos del golpe militar, su preocupación era grande … Mi respuesta sólo fue de estar con orden de inamovilidad, y la de ella, inmediatamente:

– SIEMPRE HAY UN TELEFONO DE DONDE LLAMAR, … ¿NO?
DESPUÉS

Siempre existirá un después, si se utilizan las experiencias para repasar, reorganizar y mejorar acciones y, por ende, establecimientos.

Por el momento no necesito invocar el pasado respecto al nacimiento de la Policía de Investigaciones, la Guardia Civil y la Guardia Republicana del Perú. Existieron y cada cual desempeñó una función muy profesional para mantener y garantizar la paz interior del país.
Existió un celo profesional, cada cual con una genuina intención de mejorar y ser más eficiente para servir a la Sociedad. Los métodos varían de acuerdo a las oportunidades presentadas y/o encontradas.

Pero, cuando un gobierno vigente utiliza una o todas esas fuerzas profesionales para fines ajenos a sus obligaciones legalmente establecidas invocando una necesaria jalada de los cabellos, se resquebraja la institucionalidad de ellas y se rompe el estatuto constitucional del país.

Las órdenes del gobierno son derecho inherente a la política de ese gobierno.

La identificación de las personas, la investigación criminal y la seguridad del Estado fue el esqueleto de la PIP.

EL mantenimiento del orden público, el control del tránsito y el control de las multitudes fue tarea de la Guardia Civil.

El control de los establecimientos penales, el control de los puestos fronterizos y establecimientos gubernamentales fueron responsabilidad de la Guardia Republicana.
Palabra más palabra menos, esas fueron sus funciones. Mejorar éstas es consecuencia de una preparación especializada, constante educación, entrenamiento y aprendizaje, ayudados por equipos modernos y actualizados.

Todo esto fue borrado por un Gobierno bajo el concepto y justificación o pretexto de mejorar los esfuerzos, mejor manejo presupuestario y minimizar o eliminar una competencia egoísta y vana.

Justo o no, el resultado es que con una Policía Nacional (una olla cociendo sancochado) cuya sola cabeza (Director General) dependiente de un otro solo hombre (Ministro del Interior), democráticamente asignado por el Gobierno vigente (usualmente un civil ajeno a los quehaceres de la paz interior, pero sí de la confianza del que lo señala y nombra, el Presidente de turno), es fácil de manejar, mangonear o responsabilizar cuando las papas queman, no por necesidad de mejorar el servicio policial sino simplemente para encubrir desenlaces inesperados o sorpresivos del mal uso del servicio policial.

Los gobernantes no respetan la ley pero esperan que los gobernados sí. Un Presidente puso a sus búfalos para su protección inmediata, otro rentó a un judío y sus sistemas; otro, a licenciados del ejercito; todos ellos ignoran la legalidad de la obligación policial y la responsabilidad de recibir protección constitucionalmente establecida, ¿me equivoco? … Quizás en la forma pero no en la intención.

El policía que camina su calle asfaltada o no, el que investiga crímenes y se infiltra en el mundo delictivo organizado, el que bastonea a manifestantes o mantiene un tránsito y trafico seguro y fluido no pueden vestir un mismo uniforme. No es ni rentable ni efectivamente conveniente.

Por pequeña o grande sea la falta de uno de ellos (siempre las habrá, el policía trabaja con y para la gente, no se acuartela), ésta deteriora la imagen de todos; esto es arriesgar demasiado simplemente por un capricho revanchista o temor a la competencia del mandatario de turno.

Peor escenario será si el Estado mantiene y arma a aproximadamente 135 mil individuos dando cabida a riesgos difíciles de manejar ante la presencia de conflictos.
Más factible y real será si cada región, ciudad, villa, mantiene su seguridad interior o ciudadana utilizando sus propios recursos y el Estado mantenga una fuerza profesional que con su solo nacimiento e imagen resuelva desafíos en el ámbito nacional, supervisando las fuerzas del orden.

La policía siempre recibirá quejas, su actividad es parte de eso; solo me pregunto cómo en nuestro país,  llenan los titulares los hechos policiales; hay otros organismos que al parecer no tienen problemas, ¿o se la llevan fácil?

¿No los tienen? … La Marina, la Fuerza Aérea, la Procuraduría, los que administran justicia, los organismos de infraestructura que manejan dinero por millones, los registrados e ilegales que explotan nuestra minería y recursos naturales; me imagino que son muy efectivos y responsables; o es que la policía es carne de cañón o chivo expiatorio.

De ser así en nuestro Perú existen todavía las jerarquías tradicionales de nobles y señores que les permiten tener una consideración utilitarista de la policía o todo lo que sea consumible.

Quizás el Arquitecto tenía razón: era visionario o clarividente cuando me dijo:

– ¿QUÉ VA A PASAR CON MI PATRIA?  … ¿CUÁNTA MUERTE Y SANGRE CORRERÁ?

Federico Arrarte Rodríguez
Federico Arrarte Rodríguez
Ontario, Canadá
Enero del 2014
Diploma de LA PROMOCIÓN DE OFICIALES PIP 1962 MARTIR JOSÉ OLAYA BALANDRA Fuente: Archivo personal
Diploma de LA PROMOCIÓN DE OFICIALES PIP 1962
MARTIR JOSÉ OLAYA BALANDRA
Fuente: Archivo personal

Un Cuento de Navidad

Me llamo Dipo y soy un pájaro fragata tipo tijereta. Tengo las plumas negras en el lomo y rojas en el pecho, y mi estómago se infla  cuando  soy  feliz.   Vivo   en   la   Isla  Galápagos, República del Ecuador, allí estaba conversando con Juanita, una tortuga grande y vieja que conoció al Libertador cuando éste  visitó las islas y mientras la pisaba confundiéndola con una piedra grande. Juanita se movió educadamente para saludar y el Libertador entonces dijo con acento caribe ¡Carajo un tortugón!.

pajaro
                         Pájaro Fragata,.
          Fuente: Archivo Wikipendia

Le consultaba a Juanita a mi preocupación pues hacía un tiempo respetable que mi estomago no se inflaba, y una araña patas largas medio psicóloga me había dicho que me faltaba felicidad. Juanita, dijo que había escuchado que en el norte había un país al que todos  querían  ir y debería  ser  porque  habría  mucha  felicidad  y  era tal la demanda que habían tenido  que  poner un muro en la frontera para evitar la entrada de tantos buscadores de felicidad.

Un día llegó a las islas un yate con la bandera del País de la Felicidad, y me escondí en sus bodegas para así poder entrar en él. Cuando llegué al País de la Felicidad un bird watcher, que trabajaba para su gobierno, me confundió con una especie nativa. Me clasificaron como Avis Rarus Maimi, me dieron mucho de comer, y mi descubridor escribió un  extenso paper el cual seguía mi árbol genealógico remontándose hasta el pájaro Dodo (Raphus cucullatus)  de las antiguas leyendas.

Pero mi estómago no crecía y un día encontré en el downtown de Boca Ratón a un perrito pequinés que había venido con un general paraguayo al que le falló una revolución por sólo hacer una siesta con sus tanques cuando todavía no había terminado de tomar el poder. Al consultarle mi problema dijo que más allá de Rio Grande, en el sur, seguro que estaba la felicidad. Me lo dijo con tanto sentimiento que le creí.

Comencé a volar en tramos cortos y largos, llegando a Santa Marta, allá en la República de Colombia, donde en un bar llamado Panamerican, sobre el malecón, en cuyo techo de calamina había aterrizado, conocí a Jojo, un mulato cumbiambero que se ganaba la vida bailando para los turistas por algunos pesos. Cuando entramos en confianza compartiendo una cerveza Águila helada, me atreví a preguntarle: ¿dónde estaba la felicidad en este lugar?

Playa de Santa Marta al atardecer. Fuente: Archivo Google
                                            Playa de Santa Marta al atardecer.
                                                  Fuente: Archivo Google

Jojo me respondió que estaba en la playa cercana, en las noches  de Luna llena. Justo como esa noche era una de ellas, me escondí en un cocotero y cerca de la medianoche bajaron  a  la playa carretas jaladas por bueyes blancos, cargadas  de  hermosas mujeres de piel capulí y cabellos color del oro viejo, que se bañaron desnudas en el Mar Caribe para luego tenderse sobre la arena en profundo silencio, a tomar baños de Luna, para no envejecer, según sus antiguas tradiciones. Entonces comprendí  que su felicidad era primitiva, natural y silenciosa como una pintura naif. Pero no era la mía pues mi estomago no creció.

Seguí volando y crucé un Continente llegando a Rio de Janeiro en carnaval, donde me paré a descansar en el techo del sambódromo, en la Avenida Getulio Vargas, y vi  pasar a la escuela de samba Vheja Flor representando a Neptuno y sus nereidas, las cuales eran sus mulatas que ellos denominan Garotas, las que se habían fabricado escamas de colores en papel mache, y un mulato gigantesco se había cubierto de algas marinas y transformado una escoba en un tridente representando a Neptuno. Su felicidad era el ritmo la fiesta, y el erotismo colectivo no era lo mío, pues mi estómago no creció.

Carnaval de Rio; al fondo el Sambódromo. Fuente: Archivo Google
                                      Carnaval de Rio; al fondo el Sambódromo.
                                                      Fuente: Archivo Google

Luego  hice un vuelo corto y llegué a una playa muy hermosa. Nuevamente recalé en un bar, que se llama Saudades, que quiere decir recuerdos, y bajo el techo de palmas conocí a Tonino, que trabajaba de barman. Compartimos una cerveza Brahma. Le pregunté por la felicidad, y en silencio puso una canción: La Chica de Ipanema, y luego me contó cómo en una servilleta Vinicio de Moraes la escribió y Antonio Carlos Jobim, le puso música; la escribieron para una garota de esa playa, que llevaba el carnaval en su caminar:

Vinha cansado de tudo, de tantos caminhos

Tão sem poesía, tão sem passarinhos

Com medo da vida, com medo de amar.

Quando na tarde vazia, tão linda no espaço

Eu vi a menina que vinha num passo

Cheio de balanço caminho do mar.

………………….. etc.

http://www.youtube.com/watch?v=z4_i4l2htXk

http://www.youtube.com/watch?v=_kt_dcNUW0c

Playa de Ipanema-Brasil. Fuente: Archivo Wikipedia
                                             Playa de Ipanema-Brasil.
                                            Fuente: Archivo Wikipedia

La canción inmortalizó a la playa y se convirtió en el himno del carnaval, y Vinicio regresaba todos los domingos de mañana de su casa en Barra de Tijuca a llevar  flores a la diosa del mar en agradecimiento por haber recibido para siempre su recuerdo en forma musical.

Seguí volando y atravesé los Andes y me posé sobre el helipuerto del  Haytt Regency en Santiago de Chile. Desde allí vi pasar hermosas mujeres con sacos de cuero, perfumes de marca que ellos llaman Pololas. Luego, volé hasta Viña en festival, y me posé en la gaviota de concreto de la Quinta Vergara escuchando cantar al hijo de Julio Iglesias, el del lunar, y miles de pololas destilaban alegría. Pero mi estomago no se infló, por lo que seguí volando, esta vez hacia el norte, casi sin esperanzas, en ruta a casa.

Festival de Viña del Mar, Quinta Vergara. Fuente: Archivo Google

Comencé a cruzar un mundo de arenales salpicados de valles verdes, hasta llegar a Lima, lo que ocurrió en la Navidad del 2006. En el cruce de la Avenida Javier Prado con otra, llamada Arequipa, unos vendedores de baratijas me persiguieron intentando convertirme en materia prima para un plumero. Medio desconcertado y despavorido volé hacia El Callao, donde en una barriada llamada Acapulco una mujer gorda en sayonaras me persiguió con una mirada asesina gritando: Mi pollo, San Fernando, ¡gracias Señor!

Plaza Mayor de Lima en Navidad. Fuente: Achivo Google

Perdí el rumbo y fui a parar en un distrito más civilizado, llamado Bellavista, a la salida de un colegio de niños con chompas verdes y sonrisas fáciles. En un parque cercano me topé con un chiquillo triste salido de ese colegio, muchacho que tenía los ojos color verde mar y llevaba una hoja de cuaderno en la mano, y caminaba hacia su casa muy solo.

Parque Central del distrito de Bellavista (El Callao). Fuente: Archivo Wikipendia

Me detuve a dialogar con él y me contó que andaba triste porque su mama se había ido muy lejos para trabajar duro, para con sus afanes poder pagarle su felicidad allá donde flamea la bandera de las barritas y las estrellitas. Se fue por la frontera con Méjico, cruzó el Rio Grande de mojada; caminó por el Desierto de Arizona guiada por los coyotes, y luego, tras muchas aventuras había llegado a New York, donde trabajaba de housekeeper, es decir limpiando casa de ricos en Long Island, y desde allí, religiosamente, corriéndose de la migra, enviaba su cariño y los dólares salvadores de fin de mes.

Inmigrantes ilegales camino a Arizona después de haber pasado la frontera. Fuente: www.animal político.com

Y por eso él quería mostrarle ese veinte en matemáticas para alegrarla y compensar sus fatigas. Entonces me ofrecí a llevar la nota a su madre. El niño sonrió de corazón y escribió en mi pico una dirección en New York, y comencé a volar hacia la madre ausente, y mi estomago creció … ¡Había encontrado la felicidad en ayudar a construir una ilusión para un  niño triste tras buscarla por caminos equivocados en un Continente alegre!

Miguel Arroyo Rizo Patrón
San Borja Noviembre 2013

Chalacos Nacidos y Chalacos Adoptivos – Fr. William Morris S.M.

En memoria de mi querido Maestro
el padre William Morris

Los doctores más grandes en la Iglesia se glorían de su Maestro Divino, como un Tomás de Kempis (1380-1471),  que en su libro de “La Imitación de Cristo” se dirige a Jesús con estas palabras:
¡Que se callen ya todos los doctores, que me aturden! Háblame sólo Tú, Maestro mío.

En el mundo tenemos maestros beneméritos en todas las ramas del saber, que merecen el respeto y la gratitud de todos, porque son grandes bienhechores de la Humanidad.
Para mí y muchos san antonianos, mi Maestro fue y seguirá siendo el Marianista  Padre William Morris Christy S.M. (1910 St. Louis Missouri EEUU – 1999 Arequipa, Perú).


Padre Morris y el autor de esta nota.
En la Universidad Católica de Santa María (Arequipa-Perú, 1963)
Fuente: Álbum familiar

Dejó profundas huellas en nuestras vidas.

Año de 1956, último como director del Colegio San Antonio en Bellavista-El Callao.
Chalaco adoptivo que fundó el Colegio San Antonio de Varones del Callao.
Primer edificio del Colegio San Antonio – Av. Guardia Chalaca (Bellavista- El Callao)
Fuente: Internet

Desde 1928 funcionaba en el Callao el Saint Anthony Catholic  School a cargo  de la Parroquia Matriz. En 1944 llegó al Callao el Padre William Morris acompañado del  Hno. Theodore Noll para enseñar inglés y, a partir de 1945, para hacerse cargo de la sección de varones de dicho Colegio.  La sección de mujeres quedó bajo  responsabilidad  de las religiosas Siervas del Inmaculado Corazón de María.

En el Colegio San Antonio de Mujeres estudiaron mis hermanas: Imelda (Promoción 1956) y, Lillian (Promoción 1967). Lillian cursó sus dos últimos años en el nuevo local de la Calle Lima.

Mi hermana Imelda Guillermina y yo.
 Fuente: Álbum familiar

Mi hermana menor, Lillian Arrarte Rodríguez, en uniforme del Colegio San Antonio.
Promoción 1967.
Foto tomada en la calle Zepita 365 (El Callao)
Fuente: Álbum familiar

En 1948 el padre William Morris se dedicó íntegramente al Colegio San Antonio del Jr. Ayacucho. Ese mismo año procuró donaciones y compró el terreno para construir el nuevo local, el mismo ubicado en la Av. Guardia Chalaca (Bellavista – El Callao).

La primera piedra para la construcción del  local del Colegio en la Avenida Guardia Chalaca se puso en 1949. El Padre Morris participó activamente en su edificación: trabajó  nivelando el  terreno con maquinaria pesada y llevando a todos nosotros, alumnos del local del Jr. Ayacucho, a limpiar y despejar la extensa área, que abarcaba una superficie de cincuenta mil metros cuadrados. Caminábamos en fila desde la calle Ayacucho hasta la Calle Lima, y luego torcíamos en la Av. Guardia Chalaca.

Él mismo laboró  en la cimentación y erección de la escuela como un obrero más. (Testimonio de Sabino Trinidad Álvarez: el más antiguo servidor del Colegio, desde el año 1944)

Casi a fines de 1949, aún inconcluso el pabellón central, los  alumnos de quinto de media, que estudiaban en el local del Jr. Ayacucho, se trasladaron al nuevo Colegio. En 1951 egresaron como  integrantes de la Primera Promoción.

Por mi parte, diré que egresé en 1956: Promoción “Martín Manyari”. El Padre Morris realizó la ceremonia de graduación en el Cine Bellavista y el valedictorian fue Ricardo Ruiz Chávez. Se me grabó la oración de despedida del Padre Morris, quien textualmente manifestó: “Nos lo entregaron niños, se los devolvemos hombres de bien”.

Tengo por siempre en mi memoria a algunos de mis compañeros de aula desde la infancia:

Alberto Ginocchio Giraldo, Augusto Crúzate La Torre, Ricardo García Pacheco, Ricardo Ruiz Chávez, Fernando Casos Romarioni, José Badaracco, Atilio Useglio, Víctor Battifora Senespleda, Raúl Pendergast Zapata, Guillermo Salazar Apestegui, Dante Pizzali, Sayán, los hermanos Arévalo, los hermanos Valverde, “Fito” Arévalo, Butrón, Chuchuca, Lizárraga, Mario Borgo Utor, Alor, Albarracín, Alcayaga, Abril, Beltrán, Panizo Poutrat, Zapata, Gálvez, Gamba Malarin, Menacho, Puelles, Beteta, Viña, Valverde, Ulloa, Jorge Reyes Valencia, Guillermo “Willy” Salcedo Ferretti, José Salcedo Moncada, Víctor Ñique Núñez, Martínez, Pedro Pérez Silva y su hermano Carlos, Pedro Pérez Cama, Molinari, Allain, Parra, Quiñonez, Del Carpio Rubio, los Olaya, Rafael Macías Fernández, José Medina Caycho, Montes de Oca, Sakuma, Shimabukuru, Shion, el “chileno” Prieto, Cristóbal Cangahuala Jucalpoma, Yaña, Parra (luego sacerdote franciscano),  etc., etc., … Que me perdonen por no citar a todos y por no completar los nombres, sin duda cosas propias de la tercera edad o de la edad de oro.

Paralelamente, recuerdo a los Hermanos Marianistas que fueron parte de mi educación: Paul O. Zeis, John Corcoran, Tomas Helm, Mathias Newell, Allen Portell, Robert Knop, Theodore Noll, Francis Dames, John Sheaan, Williams,  Roy Meyer, y el Padre Richard Brand.
“Ya no están y sin embargo vivirán para siempre” en “Peonia” de Pearl Buck
En 1938 el comité del Premio Nobel al concederle el galardón dijo:
Otorgando el premio de este año a Pearl Buck por sus obras notables que allanan el camino a una simpatía humana pasando por encima de las ampliamente separadas fronteras raciales y por el estudio de los ideales humanos, gran obra de arte y retrato de la vida, la Academia sueca se siente que actúa en armonía y acuerdo con el fin de los sueños de Alfred Nobel, para el futuro.

El Hno. Thomas Helm, el autor, mi esposa Hilda y el Hno. Paul O. Zeis, en nuestro matrimonio religioso. Noviembre 27 de 1970. Casino de Policía, Av. Wilson (Lima-Perú).
Fuente: Álbum familiar

Penado 14
“Penado 14” en alusión a una canción conocida por mi santa madrecita, y comentario que utilizaba al leer mi libreta de notas durante mi época escolar en primaria. La explicación clara y directa era de que mi promedio rara vez sobrepasaba el 14 sobre 20. En una ocasión escondí la libreta porque tenía un par de rojos, evidencia de desaprobar igual número de asignaturas; una de ellas fue Iniciación Técnica. Motivo: no presentar un modelo de banco de carpintero requerido por el profesor de esa materia. El Sr. Therpin -o uno de los Therpin-, ex alumno del Colegio, así como otros ex alumnos que el Padre Morris colocaba como profesores mientras estudiaban cursos universitarios. Hubo otros ex alumnos que también se desempeñaron de maestros, como luego sucedió con el Dr. Quiñonez, el Ingeniero Herrera, el ingeniero químico Guillermo ‘Willy” Salcedo Ferretti, etc., etc.
Volviendo al capítulo de esconder la libreta … Fue estando ya en el nuevo colegio, en Guardia Chalaca, en donde solo había un pabellón construido. Llegó el día. Fue una mañana. Al ser llamado por el Padre Morris al pasadizo me encontré con mis padres, con no muy buenas caras, y siendo interrogado por el Padre Morris sobre el paradero de la libreta de notas, que yo decía no haber sido entregada todavía, ello con el fin último de no mostrar los rojos números. EL padre me dijo algo que se quedó en mi mente por siempre: “Chico, siempre viva con la verdad, chico”.
Padre Morris, sus enseñanzas.
Cuando ocurría la ausencia de un profesor era el Padre Morris quien lo sustituía no importaba la materia. El Padre sabía de física, química, matemáticas, y era él quien también entrenaba a la selección del colegio en béisbol, fútbol y basquetbol. Cogía el bate en una mano y en la otra lanzaba la pelota al aire y la zumbaba lejos hasta conseguir perfección en los caches. Luego, lo veía hacer entrenar a los basquetbolistas. Su frase preferida era: “Use el board chico,…¡El board!” … En cuanto a la selección de fútbol, transportaba a los jugadores hasta donde cupieran en su carrito Nash negro, vehículo que también servía para capturar a los vaqueros que estaban en el balcón del Cine Sáenz Peña deleitándose con películas de Brigitte Bardot. Para llevar a feliz término su actividad moralizadora, el padre Morris cuadraba su carro en la puerta del ingreso a balcón, y dejándolo con las puertas abiertas subía hasta la sala misma. Luego de unos cuantos gritos y cierto barullo, salían los faltosos directamente al carro Nash. Similares métodos como éste, que ya no existen, nos ayudaron a establecer responsabilidades entre nosotros. Ahora que me refiero a estos capítulos escolares, a mí nunca me cogieron en quehaceres tales quizás porque no me hice nunca la vaca ni solía tampoco soñar con Brigitte Bardot.
En otra ocasión vi también la sabiduría y rectitud del Padre Morris. Estaba en mi clase uno de mis mejores amigos de la infancia: Ricardo Ruiz Chávez, joven quien al tener a su padre técnico de la FAP enviado a Inglaterra a especializarse en los motores de aviones Hawker Hunter y  Camberra, comentaba sobre el oxígeno líquido que se utilizaba en esos aviones de combate. La reacción a sus comentarios en una ocasión dio lugar  a que los más grandes del salón, que dicho sea de paso eran bogas o remeros del Regatas en La Punta, cogieron a Ricardo y por sabihondo (tenía toda la razón  y estaba en lo correcto), en broma lo lanzaron por una de las ventanas del salón hacia el césped y arbustos que todavía rodeaban el pabellón.
Al ser el incidente reportado al Padre Morris éste cogió a los culpables, entre los que recuerdo a “Mipo” Puelles, a uno de los Usegglio -creo que fue Atilio-, a uno de los Casos Romarioni, al grandazo de Beteta y a otros culpables, todos grandes y fuertes … Como castigo los hizo llevar una silla hacia la cancha de basquetbol y allí en medio y a la vista de todos los hizo levantar la silla por una de las patas y con uno sólo de sus brazos … La sanción fue mantener la silla en lo alto por encima de sus cabezas hasta el límite del esfuerzo. Naturalmente que medida tan efectiva curó a los responsables.
Recuerdo que los bogas al venir al colegio a modo de entrenamiento lo hacían corriendo desde el local del Regatas en La Punta hasta nuestro Colegio de Bellavista. Yo  era de los pequeños en cuerpo y también en viveza criolla. Menciono esto porque siempre tanto en el Colegio como en mi barrio de la calle Zepita me ponían de arquero.
Mi deporte cambiaría cuando el Sr. Torres (nuestro profesor de Educación Física, hermano de Gilberto Torres, jugador del Universitario de Deportes), estando yo ya en 4to o 5to de media, al hacernos las pruebas físicas y deportivas resulté saltando más alto y más largo que el resto. Fue allí donde nació el atletismo para mí, por lo que con posterioridad sólo muy de vez en cuando actuaba de arquero.
Tengo en mi memoria al Padre Morris, caminando en su negra sotana rasgada en los filos por las roturas causadas por los alambres de púas que adornaban nuestro colegio; caminaba mientras leía su Biblia, mordiéndose las uñas de su mano derecha, mientras sostenía en la izquierda las sagradas escrituras.
También recuerdo que para Semana Santa o Navidad, él confesaba a todo el alumnado,  sin  faltar el comentario de algunos alumnos:
– ¿Te recordó la pensión? … ¡Sí!, contaban algunos.
Se decía que en el confesionario (que no era más que el Padre sentado en una silla en medio del jardín principal, un tanto alejado de la larga línea de alumnos esperando su turno), al confesarse con el Padre Morris éste les decía:
– Chico, no olvide la pensión … Chico: dígale a sus padres, Chico.
Ese fue el Padre Morris, hombre que hizo de nosotros ciudadanos responsables allí donde haya llegado su presencia y sus enseñanzas como en El Callao y en Arequipa. El padre Morris fue un bienhechor de la humanidad. Puedo decir que entre las pocas cosas que estoy seguro de responder brilla con solidez el orgullo de haber sido y seguir siendo alumno de un gran Maestro, el Padre Morris, sin ignorar a esos otros hombres Hermanos Marianistas que nos hicieron pensar y actuar sobre el motivo de nuestra existencia y el porqué de nuestras vidas mortales en esta Tierra del Señor. La esencia de sus consejos siempre fue hacer el bien.
El Padre Morris no está ya físicamente, pero ello no significa que murió, como no mueren todos aquéllos cuya sabiduría traspasa el tiempo y sigue guiando a los hombres que fuimos tocados por su rectitud, por sus enseñanzas y por su ejemplo. El padre Morris fue paradigma de hombre bueno e incansable  trabajador.
CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR
No es nostalgia lo que me lleva a poner en palabras algo de la historia de mi Maestro, sino el reconocimiento a mi fortuna de haber sido alumno suyo. Mi madrecita lo sabía e hizo todo lo que pudo para matricularnos a mis hermanas y a mí en el San Antonio del Callao.
Mi mensaje: aceptar lo que nos rodea ahora, estando siempre preparados para desafiar las circunstancias que aparezcan frente a nosotros, y navegar como un buen skipper con las nuevas generaciones, hacia el fin último de una vida terrena cristiana, culta, razonando ante las dificultades.
¿Qué pasaría si no existiera un Dios? Respondo: no habría temor ni respeto entre los semejantes. ¿Qué pasaría si no hubiera hombres como el Padre Morris? … El padre Morris, repito, fue un extranjero que llegó a tierras para él desconocidas y sembró enseñanzas de manera cristiana y humilde.
Así como en nuestros tiempos quienes nos veían, aquéllos más experimentados, maduros y adultos que nosotros, quizás pensaran lo mismo: que había una degeneración que los sucederían. Aceptar que algo es diferente a lo nuestro. Si. Tiene que serlo, así está escrito.
No  proviene de la conocida Elegía del poeta Jorge Manrique (1440-1478) a la muerte de su padre, el maestro de Santiago D. Rodrigo Manrique:
“Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, contemplando, cómo pasa la vida, cómo se viene la muerte, tan callando. Cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor, y cómo, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor”.
El poeta lo tomó de un libro  muchísimo más antiguo: la Santa Biblia.
No digas: “¿Por qué ha sucedido que los días anteriores resultaron ser mejores que estos?”, porque no se debe a sabiduría el que hayas preguntado acerca de esto. Buena es la sabiduría junto con una herencia, y es ventajosa para los que ven el Sol. Porque la sabiduría es para una protección [lo mismo que] el dinero es para una protección; pero la ventaja del conocimiento es que la sabiduría misma conserva vivos a sus dueños.
Eclesiastés, Capitulo 7, versículo 10, 11 y 12. La Biblia de las Américas (LBLA)
Para concluir este homenaje a mi Maestro, quiero acotar que según el libro “R.P. William Morris, S.M. El Insigne Marianista”, de la auditoría del Señor Víctor M. Olguín Salazar, se relata el triste episodio en la vida de nuestro Maestro en la ciudad de Arequipa cuando luego de fundar la Universidad Católica de Santa María y desempeñarse como Rector fue desalojado de la Universidad en el año de 1970, difamado por un grupo de estudiantes y catedráticos, aprovechando una disposición del gobierno militar de esa entonces que, argumentando un afán nacionalista, prohibió plazas dirigenciales a todo extranjero. Por entonces -como lo fue y sintiose desde el principio-, el Padre Morris hacía mucho que ya era peruano y chalaco de corazón.
Fue bajo esas circunstancias adversas  que  Padre Morris confirmó su apego a la virtud y su grandeza espiritual. Él padeció iniquidades y excesos con serenidad, firmeza, en silencio y sin alimentar rencores. El pueblo  arequipeño fue testigo de cargo  de  su nobleza, humildad y preocupación por los pobres.
En 1981 la Universidad reivindicó a su fundador. El Padre Morris volvió  como director del programa de Teología. El inicuo capítulo pasado había servido para confirmar su fidelidad a la virtud.

CONCLUSION
Vivimos a la altura de cada época donde confluyen otros tiempos. De ahí que los sistemas surgen y luego se extinguen, pero dejan huella en el pensamiento dentro del naufragio de los tiempos.
El tiempo que pasó tal vez no fue mejor, pero sí fue diferente. Pensar que todo tiempo pasado fue mejor es pensar que no hacemos más que ir de mal en peor y es por lo tanto un pensamiento pesimista; significa tanto como no creer en la evolución de la humanidad. Fuerza: cuando el mal momento pase, seremos más fuertes y más sabios, recordemos que los únicos hombres derrotados son los que dejan de luchar.

María Luisa Noria Freyre -Marilú-, egresada de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Santa María, resume la grandeza del maestro, así:
“Del Padre Morris te puedo contar que le gustaban mucho los autos; tenía dos muy viejos, pero incluso hasta muy poco antes de fallecer los manejaba los fines de semana y en la semana regresaban al taller… ¡muy gracioso!”
“Siempre fue una persona  muy dada a los niños. Gustaba mucho de hacer labor social y sobre todo hacer colegios para educar a niños de muy bajos recursos”.
“En la Universidad todos lo querían, era un tipo sumamente sencillo”.

Federico P. Arrarte Rodríguez
Canadá

 

 

 

 

Diario El Callao

La página cultural EL CALLAO tiene la satisfacción de reproducir el primer editorial que, con fecha 02 de noviembre de 1883, apareció en el DIARIO EL CALLAO, periódico fundado por el egregio cuencano-chalaco señor don M. Darío Arrús, gaceta que ese
mismo día inició su existencia y, durante el período transcurrido desde entonces, ha enriquecido el periodismo nacional:

Editorial El Callao
Editorial de El Callao
M. Darío Arrús
M. Darío Arrús

(25.12.1855-25.04.1929)

EL CALLAO, una de las más importantes ciudades del  Perú, no puede carecer por más tiempo de un periódico que sirve de órgano a sus intereses y sea eco fiel de sus opiniones.

Desde que el bloqueo de nuestro puerto dispersó a sus moradores y obligó a la prensa periódica a suspendes sus tareas, los diarios que aquí estableció la ocupación chilena, apenas pudieron hacer algo en protección de sus conveniencias. Esas publicaciones no podían mirar sino con el carácter de secundarios los intereses de la localidad, y su palabra más de una vez fue para nosotros amarga, porque necesariamente tenía que armonizar con algo que se hallaba en puga con nuestras aspiraciones.

Evacuada las plaza por las fuerzas de la ocupación y constituida en ella las autoridades nacionales, era preciso que todos los elementos de esta sociedad entrasen en su movimiento regular, que este organismo recobrase sus funciones ordinarias, y con ella, el uso de la palabra después de tan prolongado silencio.

Satisfacer esta necesidad en cuanto lo permitan nuestras fuerzas, es el fin que nos mueve a poner al servicio del público el diario que hoy le ofrecemos.

En la situación actual del país, deber de todo ciudadano es llevar un granito de arena a la obra de la reconstitución de este edificio; que la presión y las malas pasiones redujeron a escombros; y con la buena fe del patriotismo honrado, queremos hacer a nuestro contingente, por pequeño que sea, a esa obra grande y difícil, pero que es preciso terminar.

Creemos que no hay ideas inútiles; por equivocadas que sean las nuestras, servirá, por lo menos para estimular a los hombres pensadores de recio criterio a combatirlas y de allí brotará la verdad, que siempre luce cuando se discute con sincera intención de descubrirla primero.

Afortunadamente entramos en la arena sin pretensiones, sin vínculos políticos, sin afecciones de partido y hallamos en nosotros la fuerza de voluntad  necesaria para decir
siempre nuestra opinión sin rodeos, inspirándola en la opinión del público, que nos esforzaremos por conocer en su plenitud.

Sin la necia pretensión de dirigir a los que ejerzan la autoridad , sin tomar el carácter de protectores de los vicios inoculados del pueblo por una educación descuidad y
perniciosa, expondremos con franqueza nuestro parecer, para que se le tome en cuenta si fuera acertado; pero jamás propenderemos al desprestigio del poder constituido,
porque creemos que entre las causas de nuestros males
figuran, y no como de escasa monta, el completo olvido de la conveniencia a este respecto y el abuso de las libertades concedidas por la ley.

La realidad y muy cruda ha sido la prueba a que nos ha sometido la providencia que vela por los destinos de las naciones; dura y terrible la enseñanza que hemos recibido,
y poco sordos seríamos si nos dejásemos llevar por el mismo camino que ha conducido al Perú al lamentable estado de postración y ruina en que se encuentra. El buen
sentido aconseja echar a un lado las malas costumbres de otros tiempos, y buscar el resarcimiento de nuestras pérdidas, no como busca el jugador el desquite sobre el
tapete; sino el agricultor laborioso que se indemniza de los que llevaron los ladrones o destruyó el mal tiempo, con el trabajo honrado y perseverante.

Por demás escabroso es el terreno de lo político; no se puede caminar por él sin dar frecuentes caídas, y desgraciadamente ha sido en ese campo donde nuestra
sociedad ha querido siempre evolucionar y buscar los elementos de su bienestar y progreso.

¡Error lamentable! No a todos es dado ser político, ni a nadie puede convenir el olvido de sus tareas provechosas para entregarse a formar sistemas de administración y luchar a brazo partido para hacerlos prevalecer. Sin embargo, en esto hemos pasado casi el tiempo que hemos llevado de vida independiente; y de allí han nacido las constantes revueltas con las que hemos ensangrentado nuestro suelo escandalizando al mundo; y de allí la paralización de las industria, el atraso de las artes,  el desvío de la educación doméstica, el desarreglo de la educación pública; y de allí, en fin, la destrucción de tantos
elementos de vida y de grandeza, cuya falta hemos venido a sentir cuando ya no era permitido improvisarles; en los instantes de la suprema necesidad y de mortal angustia.

El Callao
El Callao

Fachada del Diario El Callao
Calle Pedro Ruiz Gallo
(Antigua Calle Teatro)

El 2 de noviembre de 1883 Darío Arrús funda el Diario El Callao. Darío fue un periodista nacido en Cuenca, Ecuador pero que llegó al Perú con sus padres a temprana edad viviendo desde su infancia en El Callao.

El diario, a través de su historia, fue víctima de varias clausuras de parte del Gobierno de turno.

La primera a finales del Siglo 19 durante la lucha entre las fuerzas de Andrés Avelino Cáceres y Nicolás de Piérola, que terminó con el encarcelamiento de Darío Arrús tras negarse a divulgar la fuente de un reporte sobre el fracaso de una expedición del gobierno.

Su segunda clausura fue en el gobierno de Sánchez Cerro tras un incendio que destrozó la Beneficiencia Pública, el diario publicó un reporte sobre la negativa de la Compañía aseguradora a pagar la indemnización. El presidente de dicha aseguradora era también parte del Congreso y solicitó el cierre del diario.

La tercera clausura ocurrió al iniciar la presidencia de don Manuel Odría, quien había destituido a José Luis Bustamante y Rivero, tras lo cual el diario publicó comentarios en favor de la democracia, que hicieron que el general nombre nuevos administradores.

Recién en los últimos años del gobierno de Manuel Prado el diario fue devuelto a sus propietarios legítimos siendo Mario Arrús Grillo, uno de los hijos del fundador quien empieza la recuperación del diario. En la década de los 80, tres nietos del fundador, Oscar Arrús Olivera, Mario Arrús Raschio y Javier Gutiérrez Arrús fundan la empresa ARGU S.A. que es la actual editora del diario

Fuente: http://www.gacetaleonciopradina.com/index.php/component/k2/item/1613

Breve poema al Callao

Atardecer en Cantolao
                                                                  Atardecer en Cantolao

El mar, en esta plácida playa

del Callao, con sus barcas y

sus aves, con su cielo y

con su sol, me hace recordar

un ayer que fue feliz y

me anuncia un mañana que será

mucho mejor.

Cuántas veces me arrullaste con la

música de tus ondas.

Cuántas veces refrescaste mi piel y

dejaste en mis labios ese

sabor a sal que aún perdura,

a pesar del paso de los años.

Mar inmenso, mar alegre, mar soberbio,

mar terrible, mar amable y cadencioso.

Que tus brisas te conserven por

siempre en mi memoria y que

en tus profundidades, hasta el fin

de los tiempos, descansen mis cenizas.

Juan Luis Herrera Miranda

(Arequipa 1942)

 

CHALACOS NACIDOS Y CHALACOS ADOPTIVOS

Semblanza de un chalaco adoptivo

Ricardo Arturo Pajuelo García

(1939-2012)

Fuente: Revista “Bodas de Oro Profesionales, Promocion de Oficiales PIP Mártir José Olaya Balandra”

“Felices son los misericordiosos, puesto que a ellos se les mostrara misericordia” El Sermón del Monte. Mateo 5, versículo 7. Traducción del Nuevo Testamento de las Santas Escrituras.

Muchos fueron tocados por la generosidad de Choco Pajuelo; hombre dispuesto a ayudar a los necesitados, especialmente misericordioso fue cuando laboró en la Dirección de Personal.

Su madrecita, la señora doña Pilar era chalaca, por eso su apego al Callao, y más aún cuando lo conocí en abril de 1958. Compartíamos la cama camarote asignada en nuestro dormitorio (cuadra) al ingresar a la EO de la ENIP, sucesivamente: # 22 Ricardo A. Pajuelo García, # 23 Federico P. Arrarte Rodríguez, # 24 Edgard Rendón Rivadeneyra y #25 David Llanos Rodríguez. Recuerdo que fuimos 100 postulantes los que aprobamos los exámenes de ingreso.

Luego de cuatro años de estudios egresamos como Oficiales PIP en este orden de mérito: # 6 Edgard Rendón Rivadeneyra, # 9 David Llanos Rodríguez, # 12 Ricardo Pajuelo García y # 15 Federico P. Arrarte Rodríguez. Nos graduamos 89 de los mencionados 100 ingresantes.

En las olimpiadas internas de 1958, siendo cadetes del Primer Año ganamos la posta 4×100 … Corrimos así: Victor Paz Lagos (4); Ricardo Pajuelo García (9); y yo, quien estas líneas escribe, con el número cinco (5); remataba los últimos 100 metros Roberto Puente Ortega (11), que también ganó la distancia de 100 metros planos individuales. De allí su apodo de “campeón”. En la foto nuestros primeros instructores: Julio Pacheco y Demetrio Recalde Oropeza.

Fuente: Revista“Bodas de Oro Profesionales, Promoción de Oficiales PIP Mártir José Olaya Balandra”

Ricardo, Víctor y yo seguimos con el atletismo, de tal manera que llegado el momento representamos a la ENIP en las Olimpiadas de 1960; en la Posta 4×100 quedamos delante de la Guardia Civil (GC) y de la Guardia Republicana (GR). En otro torneo la ENIP representó al Distrito de La Victoria, y ganamos la Interdistrital de Lima.

El atletismo, correr y correr, desafiándose a uno mismo era una satisfacción y placer a tal punto que algunos sábados, antes que se instalara las Marchas de Campaña con el Capitán EP Hernán Astete Ugarte, dependiendo éstas del Oficial de Día, salía el Batallón de Cadetes a las 06.00 horas o nuestra Compañía a ejercitarse saliendo de la Av. México para pronto arribar a la Carretera Central, a trote alineados y en formación con buen ritmo. Recuerdo muy bien al Comisario 1ero (equivalente a Capitán PNP), don Juan Valer Pancorvo, hombre alto, fornido y de buen carácter; muy motivador y definitivamente orgulloso de ser Instructor y guía de nosotros, incentivándonos constantemente en buenos términos.

En una ocasión encontramos al lado de la carretera un caballo moribundo posiblemente atropellado por un vehículo. Ante tan lastimoso suceso, y no habiendo ya ningún otro trámite para aliviarle el dolor, el señor Valer terminó con el sufrimiento de esa noble bestia desenfundando su arma de reglamento y disparándole dos tiros a la cabeza. Nunca se me borró tan patética escena.

Estando yo en la ciudad de Puno como Comisario Superior PIP (Mayor PNP), en uno de nuestros viajes de regreso de la cercana Juliaca, nos encontramos con una bestia mal herida y moribunda en medio de la carretera, a cuyo alrededor la gente discutía. Naturalmente que presente se hallaban el chofer del taxi, que había atropellado al animal, y el dueño del mismo, determinando responsabilidades. Recordando la experiencia antes referida, les hice notar que la noble bestia estaba sufriendo, y que lo mejor era terminar con tan grave e irreversible padecimiento. Acto seguido saqué mi revolver S&W 38, y deposite dos plomos en la cabeza del animal. Dejé al grupo en llanto y discusiones cuidándome bien en arrastrar fuera de la carretera antes, entre todos, al animal, a fin de evitar cualquier futuro accidente. Era noche.

El señor don Juan Valer Pancorvo fue nuestro Jefe de Compañía. Su hijo, el Coronel EP don Juan Valer Sandoval fue el Jefe de la misión que rescató a los rehenes de la residencia del Embajador del Japón en Lima, en aquellos luctuosos sucesos que se remontan al 22 de abril de 1997. Habiendo conocido las dotes profesionales del Señor Valer, puedo imaginarme el sentido del deber que habría inculcado, y sin duda infundió en sus hijos.

Ricardo y yo, siendo cadetes del cuarto año (Técnicos), hicimos nuestras prácticas policiales en la Comisaria del Rímac. Allí también tuvimos un par de intervenciones exitosas que daban ya una pauta de nuestras dotes de investigadores criminales. En una de ellas hubimos de visitar las precarias viviendas a las orillas del Río Rímac, donde habitaban renombradas brujas y hechiceras, embaucadoras todas, quienes recibían visitas de clientes en busca de pociones para diferentes fines. Una de ellas, entre muchas pócimas prescribía medicinas para malestares consecuencias de hechizos. Fue algo siniestra y sobrecogedora, pero llena de sorpresas, aquella investigación… A la luz de una vela o velas prendidas, aquellas magas, como en espeluznante cuento de brujas, mal y precariamente vestidas, malolientes en toda su vivienda y alrededores, nos recibieron con mucha tranquilidad. En realidad tanto ellas como nosotros sabíamos que no había mucho que hacer a no ser detenerlas, arrestarlas, y documentarlas por si las cosas iban para mayor, posiblemente para atestado de proceso investigatorio e incoación de causa judicial, como era preciso actuar en casos de atentados contra la vida, el cuerpo y la salud.

Era verdaderamente invalorable la experiencia de ver todo eso y mucho más. En cierta ocasión, por ejemplo, recuerdo que encontramos la fotografía de un conocido por ambos, por Ricardo y por mí, penetrada con agujas y alfileres, foto parada delate de una vela encendida y rodeada de pequeñas ramas, imagen que estaba tornándose amarilla y pálida. El susodicho fue advertido de nuestro hallazgo más no del lugar de la casucha de la vidente. Muy posiblemente conocía él quién fue la fatal que encargó tal encantamiento o hechizo.

Choco y yo trabajamos juntos en la Escuela del CINPIP; él en calidad de secretario del Sr. don Carlos Colfer Sánchez, Director; yo, como Oficial Instructor. Mi compadre Choco (así nos tratábamos), me escribió desde Cerro de Pasco y me pidió sacarlo de allí justo cuando llegaba el Sr. don Carlos Colfer Sánchez. El Sr. Purichini, Jefe del Batallón de Cadetes, fue encomendado con la tarea de buscar y traer un buen secretario para la Dirección. Choco era la persona idónea y, por lo tanto, fue llamado y asignado a ese puesto de responsabilidad.

Fuente: Archivo Personal

De izquierda a derecha: Fico Arrarte, el Sr. Purichini y Choco Pajuelo

Ricardo estuvo clasificado en el campo de investigación criminal y laboró como encubierto durante cuatro meses en EEUU (Arizona y New México), frontera con Méjico, en el trabajo de campo de una beca auspiciada por la DEA.

Choco y yo, junto con David y otros compañeros muy apegados a nuestro núcleo, frecuentábamos nuestras casas. La casa de Choco quedaba en la calle Ilo, transversal a la Av. Tacna. Allí siempre con mucho cariño nos esperaba su santa madrecita, que fue eximia y maravillosa cocinera, esmerándose en platos como caucau, carapulca, y otros de los más sabrosos que siempre estuvieron a la orden.

También conocí a su padre, el señor don Arturo, que era Inspector en la Compañía de Tranvías, en la línea del recorrido de Lima al Callao. Esto me trae recuerdos de mi niñez cuando mi propio padre terminaba argumentando, y muy cerca de irse a los puños como buen trabajador del muelle, con los inspectores en los tranvías exigiendo que pague pasaje por mí. Mi padre argumentaba con entera razón que yo era menor de edad, lo que significaba suficiente motivo para que se armara la trifulca. Usualmente tomábamos el tranvía para ir al viejo Estadio Nacional, el de madera, a ver al Tabaco, al Sucre, al Ciclista o al Alianza Lima y, naturalmente, cuando jugaba el Boys o el Atlético Chalaco, equipo este último que era el nuestro. Felizmente que el papá de Choco nunca se cruzó con mi papá en esas ni en otras circunstancias.

Choco y yo frecuentábamos las casas de David, quien por entonces vivía en Chacra Ríos; la de Jorge Nieburh, la de Roberto Alcántara, en cada una de ellas nuestras madrecitas siempre nos recibieron con el corazón abierto y las ollas bien llenas.

Nuestra casa en Zepita 365, allá en El Callao, era frecuentada también. Mi santa madrecita nunca se olvidaba de los nombres de mis compañeros y amigos: el “Flaco” Llanos o Pichuchanga (hasta ahora no sé porque David repetía ese nombre); “Choco” Pajuelo; “Zapatón” Nieburh; “Cholo” Alcántara; “Loco” Paz Lagos; “Coco” Ortega, y otros tantos etcéteras.

Ricardo Arturo Pajuelo García exalumno guadalupano al igual que otro compañero mío, Juan Carneiro Rodríguez, fueron también Hermanos de la cuadrilla 18 del Señor de los Milagros en Lima, Perú, cuadrilla que desde su fundación en 1960 albergaba entre sus hermanos a personal de la PIP. Agrego que D. Víctor Werner Escajadillo, Inspector General PIP, con quien trabaje en la División de Extranjería, fue Capataz durante 10 años de esta misma agrupación, funciones que se extendieron desde 1976 hasta 1986.

Fuente: Internet, Blog “18 Cuadrilla de la Hermandad del Señor de los Milagros, Lima-Perú”

Ricardo es el tercero contando de izquierda a derecha.

Choco Pajuelo debió ser General PNP pero se lo impidieron mezquindades propias de grandes organizaciones, donde existen y obstruyen intereses de toda naturaleza. Fue, pues, invitado a retirarse de Coronel PNP. En su retiro fundó una Compañía de Seguridad -San Antonio de Padua-, en la que dedicó conocimientos, entusiasmo y vida hasta que otro mezquino personaje, al parecer su contador, lo desfalcó y fugándose a la Argentina llevose todo su capital. Choco nunca se recuperó de estas pérdidas, de estos tristes sucesos ocurridos en su vida.

Sé de muchos compañeros a los que he conversado para que pasen por alto hechos que ya no podrían cambiarse. Recordémoslo siempre con la misma intensidad como estudiaba y corría, actuando como atleta y futbolista, con esa misma intensidad buscó y prodigó justicia para sí y para los demás. Ahora mis oraciones siempre llevan su nombre y el nombre de David también. Permítanme, por lo tanto, rendirle a Ricardo Arturo este homenaje a un chalaco adoptivo que fue mi amigo. Su esposa Norma, compañera de toda su vida sabe de esto.

Y a ti, apreciado lector, gracias por leer mis recuerdos y homenajes a seres humanos que tuve la dicha de hacerlos parte de mi vida. Nacimos en la ENIP en abril de 1958 y serán por siempre mis compañeros, camaradas de quienes he estado y estaré orgulloso mientras yo exista en este mundo.

Federico P. Arrarte Rodríguez

Canadá