Jorge Lizarbe Valiente

Este jueves 17 de abril, se cumple el centenario del nacimiento del insigne chalaco Profesor y Maestro don Teófilo Jorge Lizarbe Valiente (17.04.1914 – 12.12.1975), de quien tuve la inmensa suerte de ser alumno y discípulo en el Colegio Italiano, cuando estudié el primero y segundo de secundaria (1957-1958). A través de estas breves líneas quiero renovarle el infinito agradecimiento que le guardo.

El Profesor don Jorge Lizarbe Valiente fue hombre de estirpe de educadores ya que su madre fue también Maestra y Educadora chalaca. El Profesor don Jorge Lizarbe Valiente, como su progenitora, dejó profunda huella en el espíritu de quienes fueron sus alumnos así como en la docencia de la época de nuestra ciudad natal. Don Jorge Lizarbe fue, pues, fiel tanto al abolengo y legado familiar como a sí mismo: forjador de espíritus e intelectos libres, nutriolos con la savia de su sabiduría, de su dedicación por el conocimiento y la ciencia, y por su entrega sin medida en pro de la verdad y la decencia.

No hay pluma capaz de describir el regocijo y complacencia que causaban sus intervenciones. Sus clases eran esperadísimas, a las que jamás faltó él porque dentro de sus virtudes también estuvo la de la puntualidad. Debido al riquísimo bagaje de conocimientos y experiencias ganados en el decurso de su existencia ya desde muy niño, y a su natural capacidad expresiva, supo ponerse en contacto y llegar al corazón y al intelecto de quienes lo escuchaban. Las lecciones que impartía, como sus anécdotas, sin perder la rigurosidad y disciplina de sus asignaturas, fueron manifestación de la belleza de sus sentimientos, de lo que él guardaba con mucho cariño en el alma y cultivó con esmero para beneficio de la juventud chalaca.

El Callao será ingrato y olvidadizo, como hasta ahora lo ha sido con don Jorge Lizarbe Valiente y con otros prohombres de su talla, mientras una calle, plaza, escuela o biblioteca, o todo a la vez no lleven su nombre para ejemplo y reparación de las presentes y futuras generaciones de nuestra ciudad natal. Esta enmienda nos devolverá la confianza de que El Callao se chalaquiza y avanza.

El Profesor don Jorge Lizarbe Valiente se halla en el Reino de los Hombres Buenos, en el cariño e imborrable recuerdo de sus discípulos y en la memoria imperecedera de nuestro Callao.

Ricardo Elías Mateo Durand

Tartu

Estonia

Como homenaje, la página cultural EL CALLAO se complace en publicar nuevamente:

PAN DE FAMILIA

don Jorge Lizarbe Valiente

A mi inolvidable Maestro don Jorge Lizarbe  Valiente

chalaco ejemplar

17.04.1914 – 12.12.1975

In memóriam

Sí, decididamente he tenido suerte en la vida, también y especialmente con mis maestros de escuela en mis años de niñez y adolescencia, sobre quienes iré esbozando semblanzas acerca de su genio y figura. Una de las personalidades más atrayentes, que recuerdo envuelta en una aura mágica, fue Jorge Lizarbe Valiente. El profesor Lizarbe fue hombre de saber enciclopédico, de erudición y cultura profundas, amplias y elevadas. Sin esfuerzo, de manera natural y espontánea llegaba a su auditorio fuera éste de la condición y nivel que fuese. Siempre ecuánime, equilibrado, imparcial, respetuoso y objetivo, por decir lo menos acerca de su persona y de su condición de formador de espíritus e inteligencias.

Estando en primero y segundo de secundaria en el Colegio Italiano Santa Margarita (escuela por la que profeso mucho cariño habida cuenta que allí me inicié en jardín de la infancia en 1949), por el 1957 y 1958, respectivamente, lo tuvimos de maestro de gramática y literatura, disciplinas que, bajo su apostolado y docencia, catamos, paladeamos y degustamos con verdadera satisfacción.

Fachada del Colegio Santa Margarita ubicado en la Calle Alberto Secada Fuente: Internet
Fachada del Colegio Santa Margarita ubicado en la Calle  Alberto Secada Fuente: Internet

Nuestro salón de clase ubicábase en el segundo piso, subiendo las escaleras de madera, a la mano derecha. Quedaba justo encima de la capilla que por entonces disponía el colegio.

Estudiaba con nosotros un excelente muchacho de apellido Fiestas, un poco lento en reacciones quizás por su mayor estatura en comparación con los demás. Fiestas era flemático, calmoso, parsimonioso. Los compañeros, juguetones como son los jóvenes, e hirientes cuando quieren serlo, lo rebautizaron con el apodo de Burro con sueño. En cierta ocasión que el profesor Lizarbe le formuló una pregunta, como quiera que Fiestas tomase su tiempo en responderla, por lo bajo algunas voces, quedamente, asordinadamente, le soltaron el consabido mote de Burro con sueño, promoviendo risas, con el resultante nerviosismo de nuestro apreciado compañero, que quedó cohibido.

Cuerpo Docente del Colegio Santa Margarita (1957), con el Profesor Dr. Lizarbe en la tercera fila al centro. Fuente: revista del Colegio Italiano
Cuerpo Docente del Colegio Santa Margarita (1957), con el Profesor Dr. Lizarbe en la tercera fila al centro.                                                                                                                                                                         Fuente: revista del Colegio Italiano

– ¿Por qué te callaste? -le preguntó el profesor Lizarbe-;

Porque me están molestando

– ¿Te están molestando, dices?

Sí … Me están molestando.

No hagas caso. Si tú haces caso das a entender que te afecta lo que piensan y dicen de ti. Lo que los demás piensan y dicen de uno es sólo la opinión particular de ellos, no la tuya. Uno debe guiarse por el propio criterio … Jamás pierdas la ecuanimidad y compostura, y tampoco permitas que cambie la disposición de tus gestos, ni demude tu semblante … Te contaré un suceso de mi vida y tú mismo juzgarás las cosas.

Dicho esto, nuestro Maestro se tomó la barbilla con la mano derecha, guardó silencio unos segundos, como reflexionando, como escudriñando en el ámbito interno experiencias personales remotas, esperando el instante y lugar más idóneo para iniciar su narración, que abordó de esta manera:

Sabrás, amigo Fiestas, que desde joven hube de trabajar porque la situación así lo exigía … ¿En qué, me preguntarás?: En lo que fuera, porque del trabajo honrado nadie debe avergonzarse. Uno debe avergonzarse de la mendacidad, del pillaje, del doblez, de la falta de honradez. Yo empecé en  la panificación. Laboré en una panadería y, como los panes deben estar listos desde muy temprano, salidos de la tahona, anticipándose a la hora de ingreso al trabajo de la gente, pues hay que amasar la harina, leudarla, realizar las labores vinculadas a esta actividad y ponerla a punto, lista para el horno. Toda la faena panificadora es nocturna. Me lavaba cuando llegaba la mañana, me cambiaba de ropa y me iba temprano a tomar desayuno, y de allí pues a la escuela, para llegar a la hora y no tardarme. Habiéndome esforzado durante la noche lógico era que me durmiera en clase, que pareciera como distraído en las lecciones, y de hecho me dormía, por lo que a mí también los compañeros me pusieron el sobrenombre de Burro con sueño … ¿Crees tú que me amilané, que me apoqué o que me sentí desalentado u ofendido? … ¡Pues no! Yo seguí adelante, estudiando, bregando contra viento y marea, aprendiendo cosas nuevas, cultivando el espíritu y la inteligencia, porque allí no hay pierde, porque lo que uno lleva adentro -dijo señalándose con el índice derecho primero la cabeza y luego el corazón- es algo que nos pertenece, algo que nadie jamás podrá arrebatarnos, y nos acompañará siempre, mientras vivamos, con la ventaja que se enriquecerá con los años … ¡No lo olvides!

Pasó el tiempo, mi apreciado amigo Fiestas, y cada cual encontró su camino en este mundo. Pude ingresar en la universidad y alcanzar estudios superiores, porque para construir en esta vida lo normal y lógico es esforzarse y tomar las cosas con seriedad. Llegados a este punto, recuerdo que en cierta ocasión el gremio de panaderos, ante posible huelga reivindicativa para que fuesen reconocidos derechos laborales organizó un acto en uno de los cines teatro del Callao, y, conocedores de mi ascendencia en el oficio – nunca perdí relación con nadie –, me invitaron para que fuese orador de fondo.

– ¿Conoces el Cine Pacífico; el Cine Avenida, anteriormente llamado Alfonso Xlll; el Cine Porteño? … ¿Conoces los demás cines del Callao? … ¿Si?

Cine El Pacífico / Archivo Currarino - El Callao
Cine El Pacífico / Archivo Currarino – El Callao

Sí, profesor -dijo Fiestas-.

Bueno … La asamblea se llevó a cabo en el Cine Pacífico. Acudí como uno debe hacerlo, con actitud positiva, circunspecto, prudente, mesurado. Fui como uno debe estar siempre: presentable. Presentable en vestimenta y presentable en modales; respetuoso con uno mismo y respetuoso con los demás. Fui con mi terno, con mi camisa blanca, con mi corbata … Yo era así como me ves ahora, tal vez no alto (que nunca lo fui), pero sí grueso  y macizo, porque son características de mi cuerpo. Lo era menos que ahora, claro … Antes era más joven y ágil … Te agregaré que soy socio fundador del Sport Boys Association, y también fui jugador de su equipo … pero ésta es otra historia.

EQUIPO JUVENIL SBA 1930

Equipo Juvenil del Sport Boys que se impuso al Independiente Chosica, en 1930, lucirán por primera vez casaquillas rosadas. Parados Angulo, Ojeda, Mandriotti, Luna, Larrea, la mascota “Cajamarca”. Prisco Alcalde; hincados Lizarbe, Guillén, Romero, Alvarez, Lorenzo López, Enrique Aróstegui.
Equipo Juvenil del Sport Boys que se impuso al Independiente Chosica, en 1930, lucirán por primera vez casaquillas rosadas. Parados Angulo, Ojeda, Mandriotti, Luna, Larrea, la mascota “Cajamarca”. Prisco Alcalde; hincados Lizarbe, Guillén, Romero, Alvarez, Lorenzo López, Enrique Aróstegui.

EL EQUIPO JUVENIL CAMPEON SBA 1930

Aquí figura el equipo Campeón Juvenil del Sport Boys de la década del 30. Aparecen en la clásica formación Pardo, Mandriotti y Jorge Alcalde, Ojeda, Larrea y Luna; y en la delantera Lizarbe, Westres, Pajuelo y los hermanos Guillermo y Enrique Aróstegui
Aquí figura el equipo Campeón Juvenil del Sport Boys de la década del 30. Aparecen en la clásica formación Pardo, Mandriotti y Jorge Alcalde, Ojeda, Larrea y Luna; y en la delantera Lizarbe, Westres, Pajuelo y los hermanos Guillermo y Enrique Aróstegui

PRIMER TRIUNFO INTERNACIONAL DEL SBA 1931

El 29 de Setiembre de 1931 el Sport Boys logró su primer triunfo internacional al imponerse en el Estadio Nacional al Esparta de Tocopilla 3 – 0 . Figuran de pie Chapell, Lizarbe, Narciso León, Guillermo Aróstegui, Miguel Pacheco, Prisco Alcalde; hincados Mandriotti, Jorge Alcalde, Aquiles Westres, Guillermo Pardo.
El 29 de Setiembre de 1931 el Sport Boys logró su primer triunfo internacional al imponerse en el Estadio Nacional al Esparta de Tocopilla 3 – 0 . Figuran de pie Chapell, Lizarbe, Narciso León, Guillermo Aróstegui, Miguel Pacheco, Prisco Alcalde; hincados Mandriotti, Jorge Alcalde, Aquiles Westres, Guillermo Pardo.

Prosiguiendo mi relato, te cuento, pues, que hablaron todos los que debían precederme, y cuando me llegó el turno de hacer uso de la palabra, no bien hube empezado a pronunciar las primeras frases – todo era silencio, todo era expectación y expectativa -, instante en que uno de balcón, ¡sábelo Dios quién sería ese burlón y ordinario!, a voz en cuello gritó:

¡Cállate, pan de familia!

Por si tú no lo sabes, Fiestas, el pan de familia era uno de ésos de molde, no muy largos pero sí anchos, cuadrados, ¡excelente hogaza para satisfacer a todo un clan! … Indudablemente, ese chabacano balconero me encontró similitud con la famosa y popular barra familiar apropiada para el desayuno y liquidación de cualquier hambre.

¡Cállate, pan de familia!, retumbó su voz en toda la sala del cine, cortándome en medio de una oración, de una frase. Acto seguido, hubo tremenda explosión de risa, de estruendosas risotadas y alboroto … Un estallido de carcajadas duraderas … ¿Que qué hice yo? … ¿Me molesté y abandoné el proscenio?, ¿me fui del escenario cabizbajo, alicaído y consternado?, ¿me ofendí, me resentí?, ¿le respondí malamente? … ¡No! … ¡Nada de eso! … ¡Nada de eso, mi apreciado amigo Fiestas! … Sin alterar mi semblante, porque no había necesidad para transfigurarme, guardé silencio y esperé hasta que la gente agotara su risa, y, como si nada hubiera sucedido reanudé mi discurso una vez que la calma retornó a la sala. Al concluirlo fui ovacionado con mucho entusiasmo, largamente aplaudido por parte del público asistente.

En cuanto a qué ocurrió después, me parece que hubo una nueva ronda de conversaciones entre el gremio y los empresarios, y ambas partes llegaron a acuerdos beneficiosos. Nunca estará demás que repitamos que en esta vida nosotros siempre debemos proceder con rectitud, con deferencia, con consideración hacia los demás y hacia uno mismo. Igualmente, siempre y en cualquier momento habremos de defender el derecho, pero entre éste y la justicia, elegiremos la justicia.

El Profesor Dr. Jorge Lizarbe Valiente, condecorado con la Medalla de Oro por la Municipalidad del Callao. El Sr. don Alejandro Segura Gordillo en momento de imponerle la medalla al maestro y escritor chalaco, autor de:  El Maestro del Libertador; El Corazón de San Martín; Páginas para la Juventud; El Callao, Pueblo de Civismo y Tradición.
El Profesor Dr. Jorge Lizarbe Valiente, condecorado con la Medalla de Oro por la Municipalidad del Callao. El Sr. don Alejandro Segura Gordillo en momento de imponerle la medalla al maestro y escritor chalaco, autor de: El Maestro del Libertador; El Corazón de San Martín; Páginas para la Juventud; El Callao, Pueblo de Civismo y Tradición.

Todos nos quedamos pensativos luego que nuestro maestro hubo concluido su discurso. Las razones generosas poseen la doble virtud del efecto inmediato y del efecto retardado, diferido, ése que hace su labor y echa raíces a lo largo del tiempo, tanto como dura la propia vida y la de las generaciones que nos siguen, por ello nunca nadie olvida las enseñanzas aprendidas en los años mozos, lo edificante, lo provechoso. Tampoco el conocimiento será jamás demasiado ni excesivo: el saber no ocupa lugar. Posee la eficacia de germinar para convertirse en árbol frondoso, en exuberante arboleda, en ubérrima y hermosa floresta.

Nuestro Maestro don Jorge Lizarbe Valiente -Pan de Familia-, retomó el hilo de la clase discurriendo ésta con el encanto y seducción con que las dictaba, hasta que repiqueteó el timbre para el recreo.

Ricardo E. Mateo Durand

Tartu – Estonia

El Callao – Perú

Almas en Pena

¿Habrá escuchado alguien que penan en El Callao? Apariciones que nos hacen presumir que las benditas almas del purgatorio por unos minutos dejaran ese recinto de sufrimientos temporales hacia donde sus pecados las llevaron, antesala del paraíso, para visitar a sus conocidos vivientes, aquéllos que soportan resignados a alcaldes y políticos en nuestra tierra de quejumbres. Para quien no lo haya oído escribo la presente crónica.

El acontecimiento, ¡¿cuándo no?! nuevamente se refiere al Barrio de Paita-Libertad. Posiblemente, también allí en su día pasara inadvertido, salvo en el inmueble que tantas veces he mencionado, que no es otro que el de mi casa natal, pertenencia de mi abuela paterna y de mi familia desde el 25 de julio de 1922. Como otras veces, reitero, he registrado, ubícase justo al frente del portón de El Chino de las Tres Puertas, entrada lateral que da a la misma Calle Libertad. Para noticia del lector, esta edificación consta de dos pisos, altos y bajos, independientes ambos desde que yo recuerdo. Su primigenia y antigua numeración fue 116, pero en la época de mi nacimiento el segundo piso llevaba ya la de 672, y, la del primero, o sea la de la planta baja, la de 674. Ley natural que en la vida todo evolucione, por lo que hace años, sus actuales inquilinos cegaron la puerta correspondiente a los altos, la 672, y dejaron sólo en funciones la de los bajos, la 674, por la que se manejan. Por lo que sé -presten atención porque la acotación resulta de capital importancia-, doy fe que en la Escritura Pública de compra-venta, que lleva la fecha especificada más arriba (25.07.1922), la adquisición del inmueble no incluía fantasmas, espectros ni apariciones, como escuché que sí ocurría con la casa de un amigo mío de la Calle Paita. Hechas estas breves aclaraciones entremos ahora en materia.

Mis memorias se remontan, repito, a aquellos tiempos en que mi familia ocupaba la planta alta, la 672. En la baja, la 674, vivía una señora de nombre Ana, a quien le decíamos señora doña Anita, excelente dama, de trato suave y reposado, y también muy cálido, que por el 1953, ya septuagenaria y próxima para afiliarse al siguiente decenio, al octogenario, falleció de cáncer. Testifico bajo juramento si a ello se me obligara, que siempre vi risueña a la señora doña Anita.

La señora doña Anita era mujer de baja estatura, de contextura más que gruesa, redondeada, lo que se llama gordita; tez muy blanca y ojos azules. Hablaba sin alzar la voz. Usaba peinado a la antigua, con trenzas recogidas en moño, así como peinábanse y se retrataban las damas en el siglo XlX y principios del XX. La recuerdo con mucho cariño porque cuando me hablaba, siendo yo muy pequeño, siempre me decía mi cabecita de oro … ¿Cómo está mi cabecita de oro?, me saludaba cada mañana cuando yo desde la reja la veía lavando los platos en el lavadero del corredor del primer piso.

-¿Está lavando patos, señora Anita? -Por entonces yo no sabía pronunciar platos-.

Sí, mi Cabecita de Oro: estoy lavando platos -me respondía cariñosa y sonriente-.

Que yo sepa, ni la señora doña Anita ni su hijo Reynaldo se quejaron jamás de la existencia de ánimas en pena.

Reynaldo, el hijo de esta señora, muerta que hubo su madre, utilizó la casa de depósito o almacén de cachivaches, hasta que unos cuatro o cinco años después la desocupó y la devolvió a mi abuela. … ¿Sería aquel período de abandono cuando los fantasmas decidieron mudarse a la casa de la Calle Libertad? … Así como años después se hizo popular la invasión de terrenos, costumbre tan peruana que sigue en vigencia cada vez más activa, posiblemente, digo, en ese lapso fue que, adelantándose a épocas posteriores, los vivarachos del Purgatorio abandonaron las cámaras de suplicio de ultratumba que tan buen negocio dio a la Iglesia por luengos siglos, y se domiciliaron en el inmueble de mi abuela Lucha. Pasado un tiempo, por el 1957 o 1958 fue a residir la familia A. L., conocida en el Barrio como Los Rompeolas, sin duda por la complexión sólida y compacta, de peso super completo, superior a los cuatro quintales que lucía cada uno sus miembros. Aquellos no eran tiempos de colesterol ni dietas: continuaba en vigor el refrán italiano que, traducido al castellano aconseja lo que sigue:

Come fuerte

Caga fuerte

Y ríete de la muerte

El señor don Isaac y la señora doña Geraldina formaban un matrimonio armónico, muy bien avenido, y muy unido con su inmensa parentela compuesta por hermanos, primos hermanos, primos de varios grados, tíos y sobrinos carnales y tíos y sobrinos políticos; padrinos y ahijados de matrimonio; padrinos y ahijados de bautismo; padrinos y ahijados de confirmación y, padrinos y ahijados de corte de pelo; padrinos y ahijados de dentición; nietos, bisnietos, tataranietos y choznos; ascendientes y descendientes consanguíneos y por afinidad o colaterales que, por lo menos, sumaban unos cuatrocientos o quinientos individuos repartidos por todo el Perú. Era cosa de ver las fiestas de cumpleaños o matrimonio, o lo que fuere, que duraban dos o tres jornadas con sus respectivas noches -según costumbre añeja del Callao-, ya que resultaba imposible que todos cupieran a la vez en el inmueble.

Pareja circunstancial Fuente: Foto tomada de internet
Pareja circunstancial
       Fuente: Foto tomada de internet

La familia A. L. era, pues, espejo de solidaridad y unión no sólo entre su propia parentela sino con cualquiera que tocara la puerta de la casa en cualquier momento del día o de la noche, sobre todo a la hora del almuerzo o cena. El condumio se preparaba no en ollas sino en pailas y pailones, de tal manera que alcanzaba y sobraba en las circunstancias más inesperadas. Una sola caldera geraldiniana hubiera bastado para alimentar a la ciudad del Callao durante un mes de asedio. Para los refrigerios no servían platos sino fuentes, que alcanzaban dimensiones de batea de medio metro de diámetro. La multiplicación evangélica de panes y peces quedaba en insignificante milagro, en mero prodigio de aprendiz, cotejada con los grandiosos, opíparos y suculentos almuerzos de don Isaac y doña Geraldina. Definitivamente, la cocina rompeoleña era exponente de asombrosas maravillas. Característica a la hora pitancera era la conversación, y especialmente las risas,… ¿risas?: risotadas y carcajadas más impetuosas, estruendosas y atronadoras, con graves amenazas para la estabilidad de los edificios de la manzana, porque producían el efecto de terremoto de 9 grados de la Escala Sismológica de Giuseppe Mercalli, hilaridad y regocijo con que se amenizaba la manduca. Así, hasta los sordos hubieran perfectamente percibido a dos cables de distancia la trituración, molida y desmenuzamiento de alimentos producidas entre dentaduras naturales y postizas, y su consiguiente compañía de risas y más risas, esas que dejan sin aliento, que originábanse con súbitos estallidos, y que a los varios minutos decrecían sin perder su calidad de retumbante particularidad y sello familiares.

¿Y dónde están las almas en pena de ese dichosísimo hogar?, me preguntará el lector impaciente. A eso vamos en este mismo instante.

Fuente: Imagen tomada de internet
Fuente: Imagen tomada de internet

Aquél que discurra por la acera del frente de la referida casa verá que en la fachada, sobre la puerta y ventana de la planta baja, existen sendas aberturas redondas sin derrame, a modo de claraboyas o lucernas, por las que el recibidor y la sala de estar, respectivamente, reciben luz y ventilación. Los tragaluces tienen cada uno una cruz de madera torneada, que, seguramente, el arquitecto puso para ahuyentar a espíritus perversos o, con más seguridad, como garantía para dificultar y obstaculizar el escurrimiento hacia adentro de pericos y salteadores, que siempre abundaron en El Callao. Estas ventanas, aparte de las dos grandes del corredor, y del patio interior del primer piso junto a la cocina, patio interno cuadrado de unos tres metros de lado, servían de día para iluminar las habitaciones.

Mi casa natal Calle Libertad 672 (altos) y, 674 (bajos) Foto tomada en 1946 Fuente: Archivo particular del autor del artículo
Mi casa natal
Calle Libertad 672 (altos) y, 674 (bajos)
Foto tomada en 1946
Fuente: Archivo particular del autor del artículo

A la altura del dintel de la puerta, por la parte interior, la señora doña Geraldina había colgado una perenne mata de sábila o áloe, o de ruda, con el inequívoco propósito de espantar los maleficios y espectros perniciosos, fueran estos inmateriales, de tenue sustancia o de carne y hueso palpables y tangibles. Porque eso sí: la señora doña Geraldina y demás parientes, relacionados y amigos creían firmemente en la existencia de ánimas en pena o almas del otro mundo. Cualquier sabio hubiera podido demostrarles con 300 silogismos la imposibilidad de su realidad, pero no habrían logrado absolutamente nada. Fue este el elemento que me sugirió la travesura.

Tendría yo mis catorce años cuando reflexionando sobre las supersticiones y peculiares creencias de la señora doña Geraldina y su feliz clan, concebí una idea que en ese instante reputé de brillante, la misma que llevada a la práctica fue como sigue:

Tomé un trozo de madera de unos 30 centímetros de largo, por 5 de ancho y 2 de espesor. Con ayuda de una broca le practiqué hueco en uno de sus extremos, amarrándola con pita de varios metros. Así, de noche, colocado yo en una u otra ventana del segundo piso donde vivía, deslizaba la madera, y, columpiándola hacíala entrar por una de las dos averturas redondas a las que me he referido. Una vez adentro, sutil, ligera, delicadamente golpeaba el suelo de la casa del primer piso:

– … Tac … tac… tac… tac

hecho lo cual retiraba mi artefacto de ultratumba y esperaba a que encendieran la luz o abrieran la puerta de calle. Sucediendo tal cosa, rápidamente subía al techo y hacía la misma operación a través del patio interior, ése que dije que quedaba contiguo a la cocina:

-… Tac … tac … tac… tac

Así iban las cosas de bien hasta que en cierta oportunidad la señora doña Geraldina le dijo a mi mamá:

Señora Augustita … Señora Augustita … tengo que decirle algo muy, pero muy serio.

– ¿Algo muy serio?, … Usted dirá, señora doña Geraldinita de qué se trata.

Se trata, señora Augustita, que en la casa pasan cosas raras

– ¿Cosas raras? … ¿Qué cosas raras ocurren, señora?… La verdad es que yo no me he dado cuenta, no he notado qué de anormal puede pasar…

En la casa, señora Augustita,… en la casa … ¿cómo decirle? …: ¡penan!

– ¿Penan?

– Sí, señora Augustita: ¡penan!

Habiendo llegado a esta parte de la conversación, una luz empezó a brillar en el cerebro de mi mamá, quien continuó con sus preguntas:

Le ruego, señora doña Geraldinita, que me cuenté exactamente qué es lo que ocurre, qué sienten ustedes,…:.¡Cuénteme usted cómo es eso, señora Geraldinita!

Hay noches,… ¡¡¡Uyy, qué miedo, señora Augustita…!!!, … Mire, mire cómo se me pone la carne de gallina… Hay noches, señora Augustita, en que se sienten ruidos en casa. Se sienten pasos, pisadas; hay cierto movimiento… Sí, hay pisadas de alguien que se desliza cautelosa, furtivamente a lo largo de las habitaciones, sobre todo en el recibidor y en la sala, junto a la puerta de entrada y junto a la ventana de la sala que da a la calle … No hay nadie cuando nosotros vamos a ver. ¡Pero hay más …!

– ¿Más todavía?

Sí, señora doña AugustitaCuando estamos en estos sitios, revisándolos, examinando cada rincón por si no fuera alguna de esas ratas mucas que de vez en cuando se meten sin invitación, así, porque les da la gana, entonces los pasos vuelven a manifestarse, pero en el patio interior, junto a la cocina y al baño … Ésos del baño me dan qué pensar… ¿Y si alguien se me fue sin hacer sus necesidades, sin haber desatorado la cañería? … ¿Se moriría alguien de la familia por no haberle puesto enema?, … ¿Se iría de este mundo alguno de mis familiares, conocidos o relacionados por no haberle clavado su lavativazo en el momento oportuno? … La verdad es que estamos asustados, atemorizados, aterrados porque nunca antes habíamos tenido tan evidentes muestras de la presencia en nuestra casa de gentes del más allá … Podría también tratarse de algún muerto a quien vestí mal antes que se lo llevaran al Baquíjano …. ¿Quién de nuestros familiares o conocidos nos visitará para transmitirnos qué cosa?, y ¿ por qué precisamente acá, en esta casa? …… La verdad, señora Augustita, que estamos asustados … No sabemos qué hacer … ¡¿Qué nos aconseja usted?!

– Mire, señora Geraldinita: mejor tranquilícese usted y tranquilice a don Issac y a todos … Estemos a la expectativa de lo que ocurra los próximos días o semanas … ¡Yo me atrevería a decir que esas almas deben estar ya satisfechas de sus correrías y no volverán ya!

– ¿Que no volverán? … ¡Dios la escuche, señora doña Augustita! – dijo doña Geraldina con un suspiro de alivio a la vez que cerrando los párpados, cruzando ambas manos y poniéndoselas sobre el corazón –: ¡Que así sea, Virgen Santísima…!

Cementerio Baquíjano y Carrillo (El Callao-Perú) Fuente: Foto tomada de internet
Cementerio Baquíjano y Carrillo (El Callao-Perú)
Fuente: Foto tomada de internet

Luego que se hubieron despedido, entró mi mamá en la casa y no requirió de demasiado tiempo para llegar al fin del ovillo puesto que de sopetón me dijo:

Oye, carajo, ven acá so cojudo: ¡deja de asustar a la señora Geraldina!

¿Yo? … ¿qué he hecho yo?

No te me hagas el caído del níspero … Le estás haciendo creer que en la casa de abajo hay almas en pena … Mira Pupo, te advierto muy en serio: esa familia es de buenos inquilinos, y no queremos que se vayan … Ahora dime, ¿qué hacías para hacerles creer lo de los fantasmas?

Fuente: Imagen tomada de internet
Fuente: Imagen tomada de internet

Una vez que le hube contado reconoció que algo así se imaginó ella acerca de mis artimañas. Por mi parte, contra mi voluntad, hube también de prometerle que para lo sucesivo no volvería a invocar a los espíritus del más allá.

A partir de entonces, para felicidad de la señora doña Geraldina y de toda la estirpe de los Rompeolas, las almas en pena se desinteresaron por deambular en la casa de los bajos haciéndose humo y desapareciendo del Barrio Libertad.

Ricardo E. Mateo Durand

Tartu (Estonia)

El Callao (República del Perú)