Las Ratas del Pantano

Esta es la última, dijo, casi entre sollozos. Cerraron la maletera del coche y se sentó en la parte de atrás, cogiendo tiernamente la mano de su adorada hija. Entrecruzaron sus dedos, como signo de una triste despedida, sin dirigirse palabra alguna, se encaminaban al Aeropuerto Internacional de Miami. El viaje, que les parecía una eternidad, era un suplicio para todos y ninguno profería una palabra, sólo se sentía el aliento de cada cual. El silencio pesado les estaba jugando una mala pasada, aún más nerviosos y tristes: era una despedida real, no sólo un hasta luego. Era un adiós sin retorno, la negra, como cariñosamente le llamaban sus amigos; No comprendía aún lo que había sucedido. En su mente sin malicia no atinaba a darse cuenta del gran daño que algunos habían cometido y el porqué de esta mala acción. Jamás hizo daño alguno, e, inocentemente, pensaba quizás que todas las personas eran como ella.

Llegaron al aeropuerto, tomó sus pocas pertenencias, se dirigieron al interior del mismo, a punto de desfallecer, sentía cómo las piernas le temblaban; no quería hacerlo, pero estaba obligada. Como si una injusta condena la hubiera sentenciado por algo que nunca cometió, tuvo que tomar la decisión, alejarse para siempre del país al que había emigrado hacía casi diez años, país en el que se había desarrollado no como hubiese ella querido. Pero las circunstancias de la vida le habían otorgado cierta comodidad y sosiego. Tuvo que renunciar a todo aquello por lo que había luchado tanto.

Alta, su tez morena color “miel de picarón”, como su esposo le recalcó alguna vez, y sus impresionantes ojos verdes hacían resaltar su agradable apariencia. Poseía una exótica belleza, como alguien alguna vez le mencionó. Vino de su país natal a tentar fortuna, y ¡vaya que lo logró!: vivía cómodamente en los suburbios de la ciudad, tranquila, gustaba de la lectura, de la música, y sobre todo del canto. Poseía una voz privilegiada, lo que permitía a sus amigos pedirle que les regalara unas canciones cada vez que asistían a una reunión familiar, donde era especialmente invitada para hacer lo que más le gustaba: cantar.

Nerviosa, muy nerviosa, presentó su “ticket” de viaje a la agente de la Cía. Aérea. En ese momento se escuchaba: Primera llamada para los pasajeros del vuelo # tal con destino a la ciudad de Lima, Perú…

Envuelta en su propia angustia, quería gritar, vociferar, granputear como algunas veces lo hizo en momentos de desahogo. No podía. Su mente era un torbellino de sentimientos, desagrado, molestia, ira, pero jamás venganza, en su persona nunca existiría algún sentimiento innoble…

Tomando fuerzas de flaqueza y a punto de quebrarse, atinó a abrazar fuertemente a su hija querida, como si fuese la última vez. No era el caso, pero sí era quizás el comienzo de una separación forzada que nadie quiso, no obstante que estaba obligada a cumplir, en contra de su voluntad. Rodaron algunas lágrimas por su bello rostro. Paradójicamente, sus ojos brillaban más hermosos que nunca. Sólo atinó a coger su bolso de mano y dirigirse a la salida correspondiente para tomar el avión que la llevaría a su destino. En el corto trayecto acertó a voltear y dar un último vistazo: estaban allí, con el corazón en la mano, sus seres más queridos, sin comprender aún la magnitud del hecho, se despedían con una tristísima mirada y con el deseo ferviente de un pronto reencuentro, que no estaba ya en sus manos.

Sentada en el avión pasaron por su mente los momentos más bellos de su estancia en el país. Aturdida por las rápidas imágenes que discurrieron en ese instante por su mente, sólo consiguió dirigirse al Creador con gran devoción, pidiéndole a Él lo mejor para los suyos. Con un “Padre Nuestro” quiso mitigar su pena, consiguiéndolo a medias.

Mientras despegaban, y al cabo de unos instantes miró por la ventanilla, y alcanzó a ver Los Everglades, que es la zona pantanosa del Sur de la Florida. Quizás sería la última vez que los vería. Debajo, pululaban cientos, miles de animales, alimañas de todo tipo, pero sobre todo, muchas ratas del pantano.

En algún momento, presa de una gran tristeza, Lucas recordó un “huaynito” que acostumbraba tocarle:

   “Negra del alma … negra de mi vida …

Cúrame la herida que has abierto dentro de mi pecho….

Ay negra … Ay zamba….

Quién será tu dueño mañana …

Cuando yo me muera mañana …”

————————————–

¿Estas llamando?”,

”Sí -contestó ella-…¡estoy llamando!

Después de haber logrado comunicación, y mientras esperaba respuesta en español, él le preguntaba:

¿Ya sabes lo que vas a decir?,

-fue la inmediata respuesta-.

En el otro lado de la línea contestaba una operadora:

Servicio de inmigración, operadora nro. Tal…, ¿En qué puedo servirla ? :

– Buenos días, estoy llamando para hacer una denuncia…

– ¿Qué tipo de denuncia..? -Insistió la operadora-,

– Estancia ilegal en el país –precisó ella-

Un momento por favor: voy a pasar la comunicación al departamento respectivo…

A los pocos segundos, contestó otra voz, esta oportunidad era voz masculina:

– Servicio de Inmigración: ¿En qué puedo servirla?

– Es una denuncia señor, a personas indocumentadas… –replicó-.

– Bien, ¿podría precisar por favor?

– Muy bien, mi nombre es…, de tal, y estoy llamando para denunciar a una persona por estancia ilegal en el país…

– ¿Es Usted ciudadana o residente?

– Soy residente…replicó sin importarle la manera fraudulenta en que ellos habían conseguido dicho beneficio

– ¿Podría confirmarme sus datos?

– ¿Es confidencial…? -preguntó ella-.

– Sí, es confidencial…

– Bueno, mis datos son…

– ¿Podría proporcionarme los datos y dirección de la persona denunciada?

– Sí, son los siguientes: ………

Luego de dar los datos mencionados, y sin ningún signo de arrepentimiento por la delación que acababa de efectuar, se miraron, los dos asintieron mutuamente con esa sonrisa malévola que los caracterizaba, propiedad innata de los envidiosos, hipócritas y traidores…

Lucas recordó los largos años de “amistad” con estos personajillos. Vinieron a su mente los innumerables actos despreciables en que éstos se vieron envueltos, motivo por el cual cortó dicha relación, y recordó un pensamiento:

“El que traiciona una vez, traiciona mil
el que traiciona en su casa, a su esposa e hijos,
traiciona en la calle a su socio o amigo…
El que traiciona al amigo, traiciona a todo el mundo.

La traición no es un acto, es una condición del ser humano,

No se comete una traición, SE ES UN TRAIDOR.”

Sentado y absorto en sus pensamientos, Lucas cavilaba:

“Alguna vez pensamos que Dios se encargará de castigar a este tipo de miserables, podría decir que no es así, puesto que Dios no castiga… ¡La vida da tantas vueltas!, y todo se paga en este mundo…: Quizás con una enfermedad terminal, una embolia o una simple hemorroide en el culo… Por nuestra parte, no le deseamos ningún mal a nadie, y es la propia vida quien le dará a cada quien lo que se merece.”

Asociando a este tipo de despreciables personajes, recordó un pasaje de la Biblia que nos dice:

“Pero les ha acontecido lo del proverbio verdadero: El perro vuelve a su propio vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el fango”…

(2 Pedro 2:22)

Recostado, descansando ya en casa , Lucas recordaba los momentos angustiosos de su llegada , 15 años, 15 largos años de ausencia, se recordó oteando por la ventanilla del avión mientras este descendía, vio su tierra querida desde el aire, hermosa, bella , incomparable, su Patria querida.., Lima, la que alguna obra calificó de La horrible, allí estaba, con sus luces, sus gentes, sus tradiciones…, al costado, su Callao querido. Sudaba nerviosamente, mientras caminaba hacia la salida después de pasar por Inmigración, allí estaban, sus seres más queridos, solo atinó a abrazarlos fuertemente, a la vez, miró alrededor , se percató de su ausencia…No está; no está…dijo para sí mismo… Que se va a hacer…que se va a hacer

Había disfrutado de algunos momentos de jolgorio en casa de Ursus , gran amigo de antaño; al que jocosamente se referían como Cacique de Chucuito, La Punta, San Lorenzo, El Frontón , El Camotal e islas aledañas, observaba desde el “depa” la hermosa vista, si, al frente y desde el edificio “Dos de Mayo”, se divisaban las figuras hermosas de las Islas “San Lorenzo” y “El Frontón” (de triste recordación porque fue un presidio que alguna vez fue mudo y trágico testigo de hechos deleznables), estaban los amigos de siempre, ya entrados en años, pero al fin y al cabo sus más entrañables amigos, la guitarra, el cajón, un brindis por aquí, otro brindis por allá, con el consabido Te estimo como la putamadre hermano de todos los borrachos, noche de tertulia, de música, de tragos, de amistad sincera…

Aun adormitado debido al gran recibimiento en el barrio querido, disfrutando del sonido del mar y por supuesto de la agradable brisa marina con su olor característico, en un momento se quebraron sus pensamientos con el sonido particular del teléfono…

  • ¡Hijito, te llaman ¡ escuchó..
  • ¿Quién es? preguntó…
  • Una señora… fue la respuesta
  • ¡Hola ¡ replicó Lucas…
  • ¿Como estas? se escuchó en el auricular, era su voz, si, era ella, inconfundible…

Algo turbado, solo atinó a preguntar ¿Cómo estas, como estas?

  • ¿Llegaste anoche? No, respondió, – llegue hace dos días
  • Me avisaste que llegabas anoche, ¿qué pasó?

Lucas no supo que contestar, tal vez el error de siempre de confundir los números al escribirlos, pensó…

  • Voy a ver algunas cosas y te llamo, dame tu teléfono y dirección…, a duras penas pudo coger un lápiz y escribir temblorosamente…

Se despidió de mamá, y pasó el día de aquí para allá, yendo y viniendo, inició su recorrido visitando el barrio de Chacaritas; su lugar de nacimiento, recordó la plazuela del Barrio fiscal # 3, que antaño le parecía inmensa, ahora se veía minúscula, había pasado por su querida calle Colón, escenario de tantas anécdotas y travesuras de niño, pasó por la sede del club Sport Boys, aguerrido equipo de antaño y hoy venido a menos; que conjuntamente con el Atlético Chalaco constituían la garra y el fervor deportivo de los chalacos, siguió por la antigua calle Libertad, Salaverry, Constitución; pertenecientes al Callo antiguo y de grata recordación, para recalar finalmente en la playa Cantolao del distrito de “La Punta”, escenario de tantos momentos felices de su vida.

Mirando constantemente el reloj, a la hora prevista la llamó y quedaron en reunirse en cierto lugar…

  • A las tal en punto, al costado de tal sitio…, en el barrio de San Isidro…

Para movilizarse a través de la ciudad, no tuvo mejor idea que hacerlo a través de lo que significaba ya una tradición en la ciudad, el uso de microbús, con sus asientos destartalados, sus bocinas bullangeras, viajando como sardinas en un minúsculo vehículo, que le parecía de alguna manera muy simpático, por lo folclórico , imagen representativa del la urbe.

Le fascinaba la ruta, el microbús atestado de gente de toda raza , color , credo, las luces y el bullicio de la ciudad, parado en un rincón del pequeño bus, con capacidad para 20 o 25 personas, pero a calculo ligero podrían ser unos 40…”Avance al fondo”..”Al fondo hay sitio” gritaba el cobrador, la gente alborotada respondía de mal humor, de pronto un atrevido vociferó: “Oe conchetumare, a dónde vas a meter más gente uón”…

Lucas solo sonreía, se apeó en el paradero convenido, caminó algunas cuadras, confundido, nervioso…de pronto divisó la camioneta que ella le había descrito, sí; era ella sin lugar a dudas…

El vehículo se estacionó al borde de la vereda, no atino a moverse, solo la miró, se acercó , escuchó que lo llamaba por su apellido, como algunas veces y bromeando, ella lo hacía…le tomó las manos, la besó suavemente en los labios y atinó a decirle…Hola mi amor, tenía un nudo en la garganta, 5 años de ausencia, 5 largos años que habían pasado como si fueran solo ayer, ella ; con los ojos enrojecidos reía nerviosamente, reía, solo reía, Lucas tomó su cabecita y la acurrucó en su pecho, se abrazaron con fuerza, como si quisieran recuperar esos largos años de forzada separación, se tomaron de las manos, y caminaron, solo caminaron, sin importar donde, disfrutando de la felicidad de estar juntos…como antes…

Hugo Pazos