SULKY

Gradual e ininterrumpidamente nuestro mundo se ha tornado tan inestable, violento y peligroso que la vida humana y la vida en general pierde importancia con cada día que transcurre. Ello no significa que antes fuera más seguro, cierto, pero en los tiempos actuales se ha hecho corriente que los crímenes se perpetren masivamente y se realicen con reiterada impunidad. No sólo la muerte de un individuo sino de decenas o centenas de seres humanos, o quizás de más, devino hace tiempo en simple noticia y en simple estadística que se agrega a mamotretos y archivos que luego quedarán perdidos en rincones de periódicos o de organismos internacionales, suceso que a las pocas horas lo reemplaza otra similar primicia todavía más tremebunda, como si se esperara mayores estímulos con dosis superiores de adrenalina, para emplear palabra de mucha vigencia. En los fueros internacionales se suceden los discursos bien logrados, impecables, elegantes, cuya maestría diplomática gana muchos aplausos del auditorio, pero en definitiva sin resultados concretos ni tangibles porque nadie les hace caso. En las circunstancias brevemente bosquejadas, ¿qué puede valer la vida de un animalito, la existencia de un perro? Porque del que a continuación hablaré no sólo era perro sino chusco por añadidura, tanto menos de tomar en cuenta en este mundo de pedigríes. Independientemente y haciendo caso omiso a cualquier consideración en contra, en las líneas que siguen intentaré bosquejar apretada biografía de quien para mí fue ser especialmente cercano y querido.

Empezaré diciendo que nuestro pariente Karel quedó solo luego del deceso de su mujer -Leonore, mi suegra-, y de mi cuñado Einar, quien falleció tres años después que su madre. En la soledad del campo Karel necesitaba urgente compañía, y ella se logró con la de Tiberio, que fue un gato de pelaje y rayas rojizos, nacido en el sótano de mi edificio, vástago de gata trashumante que eligió la mencionada bóveda para parir a sus cachorros. Así, los siguientes cuatro o cinco años con la camaradería de Tiberio fueron de tranquilidad y alegría para Karel, hasta que una peste gatuna cargó con Tiberio dejando a su dueño sumido en abisal tristeza, melancolía agudizada en los meses otoñales, ésos de niebla y opacidad en el ambiente y barro en el suelo, de falta de Sol y de Luna, que son los más oscuros y tétricos del ciclo anual hiperbóreo. La situación creada por la partida de Tiberio puso sobre el tapete la búsqueda de apremiante solución, que, como milagro caído del cielo por esas fechas se logró con el nacimiento de una camada de perritos en Annelinn, urbanización de nuestra residencia tartuense.

Enterándose Sirje de la manera más casual del dichoso alumbramiento, fue a verlos y encariñose con un par. El uno era de color amarronado, castaño claro; el otro, negro, negro a secas. El negro, cachorrito muy simpático y muy dado a la relación y a la amistad, fue para mi hija Elica. Decidimos que el amarronado, de trato más reservado y discreto –según se vio entonces y se comprobó simultáneamente a su crecimiento- sería para Karel. Cada ser viviente, trátese de hombre o de perro, como individualidad es único, distinto, singular, diferente, peculiar y exclusivo de personalidad. Hubo aún necesidad de esperar que la madre los amamantara y que los pequeños se fortalecieran, como ocurrió en las siguientes semanas. Así las cosas, luego de respetar prudencial período, Karel vino a Tartu para ver y conocer a quien sería su nuevo compañero, quien a la sazón hallábase ya en casa de mi hija. Violo y preguntó que cómo se llamaba, y le respondieron que Suslik.

A modo de información para el lector, suslik es un roedor propio del desierto del Asia Central, nombre que a Karel no le agradó. Arrugó el entrecejo y dijo:

– ¿Suslik…? No, Suslik no es nombre para perro… Este no tiene cara de rata.

– Si no te gusta Suslik -le dijeron- entonces pongámosle el de Suli, que tiene cercanía fonética con Suslik.

Tampoco quedó conforme Karel porque suli (con una sola ele) en estonio significa pillo, granuja, pícaro.

– No, no está bien que perrito tan agraciado se llame así, por lo tanto desechemos el llamarlo Suli … ¡pero sí Sulli…!

Sulli, con dos eles (ll), se pronuncia como si fuera una sola ele (l) larga, fonética que en estonio cambia el significado de la palabra. Sulli no significa nada salvo apelativo que se reserva para nombre de perro.

Cumplidas estas formalidades y con casi cuatro meses de vida, Sulli realizó el recorrido de 150 kilómetros hacia el norte, hacia Rakvere, e hizo su triunfal arribo e ingreso en la casa de la villa de Uhtna.

Consignamos el hecho histórico objetivo y básico: el parto de la madre de Sulli, o sea el alumbramiento de Sulky y sus hermanos tuvo lugar el sábado 28 de diciembre de 1996, y su entrada en Uhtna fue a mediados de abril de 1997.

La elección de Sulky no pudo ser más acertada. Todo fue que Sulky y Karel se vieran por vez primera para comprender inmediatamente que su convivencia bajo el mismo techo sería feliz y fructífera. Sosiego y equilibrio retornaron al alma de Karel para quien Sulky pasó a ser lo más importante del mundo. Karel dejó atrás su decaimiento y volvió a la jovialidad y a ver el mundo color de rosa. Karel reía, celebraba y comentaba las gracias sulkynas. Si había que salir a caminar, Sulky estaba ya listo para el paseo. Que si de ir a algún lugar en automovil se trataba, Sulky sentado el primero en el asiento delantero junto al chofer aguardaba el instante de la partida. Decir que Sulky durmiera en la alfombra o en el suelo de alguna de las habitaciones era tanto como insultarlo ya que su lugar era el diván o la cama misma de Karel.

¿Sabremos alguna vez qué talento maravilloso y qué misterio oculto le dio la Creación al alma de los perros para comprender los designios de sus dueños?

Ambos compartían mesa y cama. ¿Dónde está Sulky?, y lo buscábamos por toda la vivienda, mas de pronto en el dormitorio de Karel una cabeza con hociquito de húmeda nariz aceitunada y dos orejitas paradas emergían de entre sábanas, frazadas y almohadones, y un par de ojos penetrantes e inteligentes interrogaban a quien lo buscaba.

Llegado a este punto merece que también aclaremos la procedencia del nombre Sulky de nuestro biografiado, que era el que yo empleaba. Para ello permítaseme realizar breve reseña histórica.

Sulky en una de sus poses habituales

Sala de estar de nuestro departamento en Annelinn (Tartu)

Fuente: Álbum familiar

Allá en los cada vez más lejanos años de mi niñez, cuando todavía los de mi generación no habíamos ingresado en la pubertad, en nuestro Callao apareció revista infantil que ostentaba el título de Avanzada, en una de cuyas secciones de número en número seguíamos las aventuras de Coco, Vicuñín y Tacachito, niños que representaban a la Costa, Sierra y Selva, respectivamente, del Perú. Compañero inseparable de cada episodio era Sulky, perrito lúcido y avispado que en no pocas ocasiones ayudaba a sus compañeritos humanos a superar situaciones comprometedoras. Sin la participación del Sulky peruano, Coco, Vicuñín y Tacachito habrían estado incompletos. Para mí, la estampa del Sulky de Avanzada y del Sulli o Sulky estonio se parecían tanto como pueden parecerse una gota de agua a otra gota de agua, razón por la que después de más de cincuenta años el congénere nórdico tomó la posta del nombre del can peruano. Retorno a la Villa de Uhtna.

La vida de ambos, de Karel y de Sulli se prolongó a lo largo de 13 dichosos años de armonía y absoluto entendimiento, hasta que Karel, ya enfermo y achacoso arribó al momento de su partida, suceso acaecido en abril de 2010.

¿Podría alguien imaginarse cuál fue la preocupación de Karel poco antes y en los umbrales de su paso a la Eternidad? ¿Se preocuparía por el destino final de su alma? … ¿Lo asaltaría algún desasosiego o inquietud por cuestiones de ultratumba? … No, nada de eso fue motivo de angustia. Su alarma se refería a que qué pasaría con su Sulli cuando él -Karel- partiera, conversación que sostuvo con mi hijo Melitón. Melitón le aseguró que el porvenir de Sulli quedaba garantizado, promesa de la que nos enteramos mucho, muchísimo tiempo después de la desaparición física de Karel ya que no bien se produjo su defunción de manera natural había quedado decidido que Sulky retornaría a Tartu y viviría con nosotros.

Casa de la Villa de Uhtna en la que Karel y Sulky vivieron casi 14 años (1997-2010), hasta la muerte del primero.

Fuente: Álbum familiar

Sulky notó la ausencia de Karel, a quien esperaba con persistencia detrás de la ventana del comedor, sentado en el alféizar de la misma. Allí pasaba las horas observando, aguardando. Esperó varias semanas, pero Karel jamás volvió. Fue en estas circunstancias que habiendo avanzado el verano de 2010 Sulky retornó a la ciudad y urbanización de su nacimiento, residencia que se extendió por un lustro más, hasta que faltándole apenas un mes y días para las celebraciones de su décimo noveno cumpleaños, sumiéndonos en la tristeza nuestro querido Sulky murió el martes 24 de noviembre de 2015. Pero aún hablaremos un poco más de él.

Recuerdo el día que lo trajeron hace un lustro. Un poco que no las tenía todas consigo cuando le hicimos subir las siete gradas del edificio. Ingresó en nuestro departamento y miró indagador hacia todo lado. A modo de reconocimiento, lentamente diose una vuelta por la habitaciones explorándolas, investigándolas, haciéndoles un examen ocular. … ¿Lo aquietaría y tranquilizaría el olor de algunos de los objetos uhtneños de su pertenencia que habíamos traído con él? Al poco rato lo sacamos al parque para que fuese conociendo los alrededores de la casa y se habituara a su nueva morada. El segundo ingreso fue más fácil puesto que comprendió que éste en lo sucesivo sería su hogar.

Muchos humanos piensan y se hallan convencidos que sólo nuestra especie experimenta alegrías o sufre de tristezas, y padece angustias y tensiones sin reflexionar y menos aceptar que también los animales están sujetos a estos estados anímicos y a las contingencias de la vida. Viendo las actitudes y los gestos faciales y corporales de Sulky era imposible quedar indiferente y -por si no lo hubiéramos estado ya- dejar de persuadirnos que en ese ser de cuatro patas, hocico y rabo había algo más, mucho más que sólo y simple elemental instinto o impulsos primarios e irracionales. Sin temor a equivocarme ni a incurrir en exageración yo aseguraría que ellos, los animales, se hacen cargo del estado de las cosas, se dan perfecta cuenta y comprenden las situaciones en las que se encuentran y confrontan.

Sulky paseando por los alrededores de la Villa de Uhtna

Fuente: Álbum familiar

Estando ya Sulky en nuestra casa de Tartu varió la rutina familiar. Hubimos de tomar en cuenta al nuevo habitante, introducir modificaciones y adaptarnos en consecuencia. En lo referente a Sulky, ya no le era factible correr a la libre allá por el patio de la casa ni por el bosque que se halla al frente de la misma, como lo hacía en Uhtna, sino que, de acuerdo a las ordenanzas municipales de Tartu, sus salidas debían ser en pareja y acompañamiento con el dueño, y sujeto a collar y tiro. Sulky se adaptó sin protestar. También se acostumbró a que le quedaran vedados el uso del sofá y las camas.

Fue de esta manera como entramos en contacto con toda la perrería de los alrededores que se juntaba detrás de nuestro edificio puesto que cerca había y sigue habiendo una manzana agreste, con mucha hierba y pocos árboles, a la que le di el nombre de Koerte väljak (Plaza de los Perros). Es justo en este punto donde perros y dueños con frecuencia coincidíamos y donde aprendimos los nombres de los animales antes que los de sus amos. Así, se nos hicieron consabidos y familiares los de Britta, Amy, Luuna, Gary, Kristiina, Kessa, Pepe, Patrik, Flirt, Sedrik, Pontu, Ricky, Brahms, etc., etc. Sulky olisqueaba entusiasmado a las hembras, sobre todo a Britta y a Luuna -que eran sus favoritas-, pero desde el principio dejó en claro que no deseaba relación alguna con los machos, salvo leve tolerancia ante la cercanía de Patrik, por el que sentía cierta amistad o cierta tolerancia.

Cuando advertía rastros de Brahms, que vive en el último piso de nuestro edificio -cuyo paso dejaba cierto tufillo que nuestro perro diferenciaba inexorablemente-, Sulky enseñaba los colmillos y demostraba fehacientemente que ése de ninguna manera era de su preferencia.

A los pocos días de residencia tartuense Sulky se había acostumbrado a ejercer su guardianía. Podía estar profundamente dormido, pero apenas alguien tocaba la puerta o hacía sonar el timbre, inmediatamente se ponía en pie e iba a la entrada ladrando y avisando que esa casa, la suya, no estaba sola ni desamparada. Quien ingresaba tenía que someterse a su marcación estricta. Viniera quien viniese y fuera quien fuese Sulky lo seguía y se sentaba a su lado sin perderlo de vista. No gruñía ni intimidaba, pero no lo perdía de vista, tanto que en algunas ocasiones el objeto de tan exhaustivo examen nos pedía que retirásemos a Sulky.

Una de las características heredadas de la madre (al padre sólo lo conocimos de referencias), fue la voz potente, enérgica y eficaz que Sulky conservó prácticamente hasta dos días antes que entrara en agonía y muriera. Del suelo al lomo Sulky tenía una altura de unos 40 centímetros -nos llegaba casi casi hasta la rodilla-, a los que hay que agregar la parte del cuello y cabeza. Cuello robusto y cabeza proporcional a su cuerpo, testa que finalizaba en dos orejas paradas un tanto negruzcas, atentísimas a cualquier murmullo, al rumor más inesperado e imperceptible y al más mínimo susurro, como oscuras eran parte de la frente y de su hermoso hocico. El rabo, no inferior a los 35 centímetros, era esponjoso y lanudo. Si alguien hubiese deseado saber su aspecto imagínese la cola de un zorro o de un lobo, que seguro lejana consanguinidad debió de tener nuestro Sulky con estas especies. El pelaje de Sulky era amarronado claro, terso y suave.

Al principio nuestros paseos se extendieron por varias cuadras a la redonda. Sulky salía unas seis o siete veces al día, beneficio que no disponían otros perros, y que sí le daba mi condición de jubilado con harto deseo de movimiento. La primera razzia era entre 06.00 y 07.00 de la mañana y, la última, a medianoche. Libre de presiones fisiológicas, Sulky dormía y dejaba dormir. Ocasiones hubo que de madrugada le daba por deambular por la casa. Por la vehemencia y rapidez de sus pasos conjeturaba yo que Sulky, por hallarse en apuros somáticos pedía salir al patio con urgencia. Entonces, sin importarme la hora que fuese ni la estación del año, me vestía en escasos segundos y lo sacaba. Rarísimas veces lo vencía la necesidad y realizaba en casa lo que debía hacer afuera, circunstancia en que ponía cara, ojos, orejas y rabo apesadumbrados y de culpabilidad. Nosotros nos limitábamos a limpiar y a demostrarle con palabras que todos somos proclives a la debilidad, que todos somos frágiles y endebles, que así nos hizo la Madre Naturaleza a los de dos y a los de cuatro patas. Entonces Sulky se tranquilizaba y la vida volvía a sonreírle.

Las horas formaron días y éstos, semanas; las semanas se convirtieron en meses, meses que luego fueron constituyéndose en años. La salud de Sulky, extraordinaria a toda prueba como perro mestizo que era, llegó a su cúspide desde la que lentamente en el último medio año fue declinando a ojos vista. Sulky dejó de emprender caminatas extensas para ir acortando sus rutas.

Circuito final de los paseos de Sulky.

Fuente: Álbum familiar.

Así pues, repito, después de haber sido en un principio nuestros paseos largos y extensos, y que alcanzaran varias cuadras a la redonda hubimos de acortarlos de manera sistemática. Sulky, que había aprendido a la perfección los lugares y sabía más de calles, plazas, plazuelas, explanadas y recovecos que taxista en ejercicio de la profesión, era quien nos dirigía, unas veces en una dirección y en un circuito, y otras, por otras rutas e itinerarios.

Con el decurso de las semanas su paso se hizo lento hasta que hubimos de limitarnos a breve paseo por los alrededores inmediatos a nuestro edificio, hasta que llegó el momento que hubo que cargarlo para bajar los pocos escalones que nos conducía al exterior. Afuera, eran escasos sus pasos, y ya no deseaba permanecer mucho a la intemperie. Un poco más, y ya sólo se paraba y observaba a su alrededor con mirada fatigada. Yo lo volvía a tomar con cariño apoyándole su hociquito sobre mi hombro izquierdo, y lo regresaba a casa mientras le hablaba.

Así, llegamos a la segunda mitad de noviembre último con sus fuerzas tan mermadas y salud tan disminuída que sólo se alimentaba de mi mano. Le desmenuzaba sus alimentos para que comiera, los mismos que le ponía en su hociquito. Comía trabajosamente mirándome con ojos apagados, cansados ya de la vida que se le escapaba, que se le evadía y esfumaba.

Dos días antes de su muerte empezó a toser con débiles sacudidas, tos que se fue haciendo más y más frecuente. Veíase que le resultaba penoso respirar. Yo lo cargaba y lo llevaba afuera para que el aire fresco del otoño lo reanimara, y lo volvía a depositar con suavidad sobre el suelo de la casa, sobre la alfombra, en el sitio más abrigado para que no sintiera frío.

Sulky pasó en vela toda la noche del lunes 23 para el martes 24 de noviembre. Caminaba pasito a paso, lentamente, y se quejaba. Tosía y se ahogaba. Yo veía sufrir a mi animalito y desde lo profundo de mi corazón y de mi ser le pedí a Karel y a Dios que lo recogieran.

Amaneció el referido y aciago martes y a eso de las 09.00 de la mañana lo llevé para que tomara aire, para que respirara y se reanimara. Sin saberlo yo lo saqué por vez postrera. Estuvimos fuera no más de tres minutos, que miccionó. Al entrar otra vez en casa se echó en el vestíbulo y le fue ya imposible moverse. Allí quedó tendido con sus patitas delanteras abiertas, separadas del cuerpo, como criatura pequeña. Tomaba el aire con dificultad extrema y nosotros notamos que su respiración se apagaba. Sirje y yo estuvimos junto a él viendo impotentes cómo la vida se le extinguía, sin poder ayudarlo, incapaces ambos de socorrerlo, sin saber a qué atinar, hasta que a mediodía vimos que nuestro Sulky había quedado tranquilito, había muerto.

¿Te habría aliviado, Sulkyto, si te hubiera cargado y apoyado tu cabecita sobre mi hombro así como cuando te llevaba a la calle y te retornaba a casa? … ¿Habría sido más soportable tu agonía sentir el calor de mi cuerpo cuando tu cuerpecito iba perdiendo ése que a ti animaba? … ¿Hubieras acaso vivido unos segundos más si te hubiera abrazado y hablado a tu orejita de nuestra insondable pena de verte que nos abandonabas?

Todo ya es pasado.

Al día siguiente mi yerno y yo lo llevamos a la huerta de una persona amiga con quien hablé hace unos meses ante la evidencia del desmejoramiento acelerado de la salud de mi Sulky. Nuestra amiga me indicó un lugarcito apacible, un rinconcito retirado, un tanto oculto a la sombra de un abedul. Allí Tarmo y yo cavamos el hoyo donde cupiera holgadamente el cuerpo de mi Sulkyto, y lo depositamos en el seno de la tierra con cariño y desconsuelo.

Escribo sobre él y lo recuerdo con claridad y nitidez. Lo siento como si lo tuviera a mi lado. Cuando llegan los momentos que solíamos salir a pasear me apresto a sacarlo, pero luego me doy cuenta que ya no está con nosotros. De día miro los lugares donde Sulky acostumbraba dormir, y la imagen es de vacío, de oquedad, vacío y oquedad que me estrujan el alma, que me lastiman y que me oprimen. De noche camino por la casa y me cuido de no pisarlo, pero luego me percato que Sulky ya no está, que ya no respira ni suspira ni bosteza ni tose. Ya no se mueve, y su imagen se diluye en la oscuridad. Hay dentro de mí silencio y reposo hirientes, lacerantes y desgarradores.

Ricardo E. Mateo Durand

El Callao – República del Perú

Estonia – Comunidad Europea

Viernes 27 de noviembre de 2015

PS. Si los animales pudieran hablar y expresar sus deseos pedirían a los seres humanos que leyeran, reflexionaran y reconsideraran sus relaciones con ellos: con sus hermanos tenidos por irracionales, comportándose consecuentemente con espíritu de respeto, de benevolencia, de misericordia y con las demás virtudes propias que otorga la excelencia intelectual de los hombres. A modo de epílogo del texto que ofrecemos, nuestros animalitos solicitarían la lectura del documento que figura a continuación:

http://www.filosofia.org/cod/c1977ani.htm

Declaración universal de los derechos del animal
Londres, 23 de septiembre de 1977
Adoptada por la Liga Internacional de los Derechos del Animal y las Ligas Nacionales afiliadas en la Tercera reunión sobre los derechos del animal, celebrada en Londres del 21 al 23 de septiembre de 1977. Proclamada el 15 de octubre de 1978 por la Liga Internacional, las Ligas Nacionales y las personas físicas que se asocian a ellas. Aprobada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO), y posteriormente por la Organización de las Naciones Unidas (ONU)

Preámbulo
 
Considerando que todo animal posee derechos,
Considerando que el desconocimiento y desprecio de dichos derechos han conducido y siguen conduciendo al hombre a cometer crímes contra la naturaleza y contra los animales,
Considerando que el reconocimiento por parte de la especie humana de los derechos a la existencia de las otras especies de animales constituye el fundamento de la coexistencia de las especies en el mundo,
Considerando que el hombre comete genocidio y existe la amenaza de que siga cometiéndolo,
Considerando que el respeto hacia los animales por el hombre está ligado al respeto de los hombres entre ellos mismos,
Considerando que la educación debe enseñar, desde la infancia, a observar, comprender, respetar y amar a los animales,
Se proclama lo siguiente:
 
Artículo 1.
Todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derechos a la existencia.
Artículo 2.
a) Todo animal tiene derecho al respeto.
b) El hombre, en tanto que especie animal, no puede atribuirse el derecho de exterminar a los otros animales o de explotarlos violando ese derecho. Tiene la obligación de poner sus conocimientos al servicio de los animales.
c) Todos los animales tienen derecho a la atención, a los cuidados y a la protección del hombre.
Artículo 3.
a) Ningún animal será sometido a malos tratos ni actos crueles.
b) Si es necesaria la muerte de un animal, ésta debe ser instantánea, indolora y no generadora de angustia.
Artículo 4.
a) Todo animal perteneciente a una especie salvaje, tiene derecho a vivir libre en su propio ambiente natural, terrestre, aéreo o acuático y a reproducirse.
b) Toda privación de libertad, incluso aquella que tenga fines educativos, es contraria a este derecho.
Artículo 5.
a) Todo animal perteneciente a una especie que viva tradicionalmente en el entorno del hombre, tiene derecho a vivir y crecer al ritmo y en las condiciones de vida y de libertad que sean propias de su especie.
b) Toda modificación de dicho ritmo o dichas condiciones que fuera impuesta por el hombre con fines mercantiles, es contraria a dicho derecho.
Artículo 6.
a) Todo animal que el hombre ha escogido como compañero tiene derecho a que la duración de su vida sea conforme a su longevidad natural.
b) El abandono de un animal es un acto cruel y degradante.
Artículo 7.
Todo animal de trabajo tiene derecho a una limitación razonable del tiempo e intensidad del trabajo, a una alimentación reparadora y al reposo.
Artículo 8.
a) La experimentación animal que implique un sufrimiento físico o psicológico es incompatible con los derechos del animal, tanto si se trata de experimentos médicos, científicos, comerciales, como toda otra forma de experimentación.
b) Las técnicas alternativas deben ser utilizadas y desarrolladas.
Artículo 9.
Cuando un animal es criado para la alimentación debe ser nutrido, instalado y transportado, así como sacrificado, sin que de ello resulte para él motivo de ansiedad o dolor.
Artículo 10.
a) Ningún animal debe ser explotado para esparcimiento del hombre.
b) Las exhibiciones de animales y los espectáculos que se sirvan de animales son incompatibles con la dignidad del animal.
Artículo 11.
Todo acto que implique la muerte de un animal sin necesidad es un biocidio, es decir, un crimen contra la vida.
Artículo 12.
a) Todo acto que implique la muerte de un gran número de animales salvajes es un genocidio, es decir, un crimen contra la especie.
b) La contaminación y la destrucción del ambiente natural conducen al genocidio.
Artículo 13.
a) Un animal muerto debe ser tratado con respeto.
b) Las escenas de violencia en las cuales los animales son víctimas, deben ser prohibidas en el cine y en la televisión, salvo si ellas tienen como fin el dar muestra de los atentados contra los derechos del animal.
Artículo 14.
a) Los organismos de protección y salvaguarda de los animales deben ser representados a nivel gubernamental.
b) Los derechos del animal deben ser defendidos por la ley, como lo son los derechos del hombre.